«El genocidio ruandés fue una carnicería artesanal a gran escala»

El periodista andaluz Jose María Arenzana ha asistido como reportero a los conflictos bélicos de Sudán, Eritrea y Ruanda, y ha publicado numerosos trabajos sobre más de 40 países en diarios y revistas nacionales e internacionales. Ha sido miembro del Consejo Audiovisual de Andalucía durante dos mandatos. Ha dirigido y presentado programas en distintas emisoras de radio y en la actualidad es editor del diario digital SevillaInfo y colaborador habitual en RTVA, a la vez que desarrolla nuevos proyectos para TV. Ha publicado ‘Ruanda: cien días de fuego’, sobre el genocidio que se llevó a cabo durante el verano de 1994. Este libro ha sido seleccionado por el consejo editorial de la revista cultural ZoéPost en el puesto número 2 como uno de los 10 mejores del año 2020.

P- El genocidio de Ruanda fue seguramente el ejecutado en menor tiempo. Unas 800.000 personas asesinadas en tres meses. Ni la maquinaria nazi fue capaz de algo tan sistemático en sus primeros años…

R-El motivo de ello es que imperó literalmente, con perdón de la expresión, el ‘aquí te pillo, aquí te mato’. Fue una carnicería artesanal a gran escala, sin tintes industriales y que prescindió de toda burocracia. Cientos de miles de personas fueron arrastradas a un primitivismo elemental y salvaje, estimulados por las drogas, el alcohol y por algunas de las armas de masas más letales: la manipulación de la información, el dogmatismo y el miedo.

El genocidio ruandés fue una carnicería artesanal a gran escala, sin tintes industriales y que prescindió de toda burocracia

P- Cuando ocurría había quien decía que eran cosas de negros salvajes, pero en la antigua Yugoslavia llevaban dos años ejecutándose un genocidio que no pararía hasta 1999. ¿Hay racismo en la interpretación de las guerras africanas?

R- El racismo existe, parece obvio, pero no es unidireccional, sino en todas las versiones: también entre blancos, entre negroafricanos, entre árabes, entre asiáticos… Hay cientos de ejemplos. A menudo, cierto adanismo, ese buenismo progre occidental, que se piensa autocrítico y disidente, es tan eurocéntrico o albocéntrico, que resulta ciego y nos presenta a nosotros mismos como paradigma de lo racista, lo cual resulta incongruente con otros índices de civilización alcanzados. En realidad, lo que late, me parece, es el deseo de evitar toda responsabilidad al cargarla sobre las estructuras propias del pasado y del presente.

 Por otro lado, la izquierda trata de ocultar la grave responsabilidad que tuvo el comunismo internacionalista en la manera en que se llevaron a cabo los procesos de descolonización en África y en Asia a lo largo del siglo XX.

Arenzana, Zoe, Carlos Herrera, Juan y Medio, Domi y Jesus Vigorra

P- Los procesos de descolonización ‘con tiralíneas’ son causantes de muchas guerras en África. ¿Pero hasta cuándo vamos a tener los europeos esa responsabilidad? ¿Qué responsabilidad tienen los gobiernos y poblaciones africanas?

R- En realidad, las líneas se trazaron antes de la descolonización. Los territorios, salvo detalles ominosos, se delimitaron entonces. La descolonización, por lo general, respetó tales líneas e instituyó así las subdivisiones que habrían podido adaptarse con cierto orden con el tiempo a las necesidades de los muy diversos grupos. Hasta aquel momento, en buena parte de África el concepto de ‘nación de personas’ o ‘de pueblos’ se limitaba al clan, la tribu o la propia etnia…, y peleaban constantemente por el territorio o por la supremacía de su grupo sobre los demás.

En el momento de la colonización, pero también de la descolonización, los pueblos carecían de un afán común entre grupos que pudiéramos identificar con una Patria. No se olvide que la idea del Estado-nación, con una diversidad de grupos y unas fronteras, es un concepto renacentista. Y África, en muchos sentidos, estaba, y en parte lo está aún, entre el paleolítico y el neolítico o incluso en la Edad de Piedra. Aquello fue un verdadero choque de civilizaciones.

También en esto la colonización española en América marcó una enorme diferencia y los ciudadanos de Lima eran tan españoles como los nacidos en Cáceres. La parte positiva de la colonización es que dotó a los países que se crearon de unas estructuras orgánicas básicas y de un modelo de funcionamiento, pero dejados a su suerte, tras la descolonización forzada a toda prisa por el bloque soviético, esos mecanismos no estaban aún asimilados por la población y sufren aún transformaciones aberrantes. Sin seguridad jurídica, la presunta autonomía de los pueblos para decidir como absoluto son una entelequia. La corrupción gruesa y arbitraria en África es una constante.

La intromisión de las ONG es inaceptable y hasta supremacista

P- Usted es muy crítico con el papel de las ONG. ¿Qué han hecho mal en África?

R- El principal crítico de las ONG son las propia ONG, no en cuanto organizaciones y personal de base, que suelen ser autocomplacientes para que no se les derrumbe el negocio, pero sí lo son muchos de los altos directivos de las mismas. Los que están en la élite directiva y llevan muchos años trabajando en ellas terminan por enfrentarse a la realidad de lo que hacen y en muchos casos abandonan.

Salvar vidas es ‘bueno’ en sí mismo, claro está, y la pulsión compasiva del ser humano es perfectamente entendible, pero los desastres que se generan a medio y largo plazo no difieren mucho de los efectos de la colonización clásica en el sentido

más perverso y condenable. El reto que han querido asumir de redimir y acabar con los problemas del mundo no está al alcance de nadie, de modo que su modo de intromisión termina por ser inaceptable y hasta supremacista. Si te dotas de la capacidad de saltarte las fronteras, aunque sea con tus pretendidos fines humanitarios, lo que practicas es una injerencia que aspira a colonizarlos. ¿Quién nos ha dicho que los occidentales tenemos que asumir un reto de esas dimensiones en cualquier lugar del mundo donde se presente una tragedia? ¿Y dónde están las ONG chinas, rusas o indias, por citar sólo otros grandes focos geoestratégicos, cuyas sociedades parecen no notar esa pulsión compasiva? Hay mucha inconsistencia o hipocresía en la siempre biempensante progresía occidental.

A mi modo de ver, en la actuación de las ONG hay mucho de eurocentrismo. Mire, a la postre, la contribución colonizadora de china en África resulta imparable, pero no a través de ayudas directas, sino del comercio y las inversiones. Cuando Occidente practica algo parecido, más allá de los execrables métodos puntuales empleados en el pasado, es criticada hasta por las ONG porque éstas ven peligrar su negocio.

P- ¿Y han hecho algo bien? ¿El mundo sería mejor o peor con ONG?

Por supuesto que han causado mucho bien y se han salvado, al menos momentáneamente, muchas vidas. Aun así, cabe distinguir la ayuda de emergencia en una situación límite, de la que por humanidad sí soy en general muy partidario, aunque no resuelvas otras cuestiones de fondo, de la pretendida ‘ayuda al desarrollo’. Por lo general, las intenciones son buenas en ambos casos, pero nadie puede plantear un absoluto para justificar los esguinces graves y profundos que generas. Salvas a alguien que se ahoga, eso es bueno, pero luego te largas y se ahogará más tarde; o bien, te quedas, le enseñas a nadar y terminas por hacerle dependiente de una forma de vida incompatible con sus estructuras, su nivel de conocimiento, su tecnología, su seguridad jurídica, sus costumbres, su entorno, etc.

El mundo sería peor sin las ONG, sí, en especial sería peor para las ONG. Piense en el dilema del ‘buen salvaje’: ¿qué se debe hacer con las poblaciones no contactadas o mínimamente contactadas del Amazonas, abandonarlos para que vivan a su suerte ‘feliz’ como hasta ahora, según el imaginario adanista, o intervenir y tratar de incorporarlos a la civilización, con acceso a las medicinas, la educación, el progreso, etc.? Lo primero me parece cruel; lo segundo, tal vez también.

P- Usted hace una matización entre las formas de cooperación y distingue el éxito de las organizaciones cristianas. ¿Pero no se han comportado con cierto paternalismo?

R- La actividad de una ONG, de cualquier signo, es básica e intrínsecamente paternalista, porque se trata de proporcionar ayuda como la que necesita un bebé, al que creemos incapaz de valerse por sí mismo y tratamos de resolverle sus problemas. La diferencia que yo señalo entre unas y otras organizaciones es más de tipo filosófico y conceptual, porque, aunque se piense lo contrario, en los misioneros de a pie hoy día no he percibido nunca intención evangelizadora con la espada. No buscan otra cosa que aliviar el dolor, dar consuelo o trasladar un poco de esperanza, de comprensión y de respeto hacia otros seres humanos. La misión redentora de su fe sólo les afecta a ellos, a su pacto con el Dios que predican, respetan todas las creencias y dan el ejemplo de su sacrificio. En todo caso, una ONG laica está obligada a dar pedales para sostener su cuota de mercado que les garantice la supervivencia, lo cual las convierte en una especie de S.A.

P- También es muy crítico con la ONU. No intervinieron a tiempo y, tras el avance de las tropas tutsis, los campos de refugiados estaban dominados por los genocidas hutus. Por las noches los extranjeros se iban y aquello era una ‘merienda de negros’…

R- El papel de la ONU en su conjunto tuvo nombres y apellidos. Kofi Annan, que era el responsable de las Misiones de Paz, se comportó como un esbirro al servicio de los intereses momentáneos de la Administración Clinton, atrapada en el fracaso de la Operación Restaurar la Esperanza de Somalia y con el conflicto de los Balcanes, y algunos más, abierto en canal. Luego se transformó en un conspirador, traicionó gravemente al egipcio Boutros-Ghali y recibió como premio la Secretaría General y hasta el Premio Nobel el mismo año que derribaron las Torres Gemelas en Nueva York. Fue un auténtico corrupto, un cobarde y un canalla. Más tarde reconoció que quizá pudo hacer más en aquella ocasión. Su sinceridad era culpable.

P- ¿Es la Ruanda actual un ejemplo de reconciliación?

R- Si la política es el arte de lo posible, sí, lo es; lo cual no significa que se hayan respetado derechos y libertades elementales en los estándares rigurosos del estado de derecho y de una democracia. Aun así, me cuesta trabajo hablar de verdadera reconciliación de fondo, porque el acumulado de tragedia tardará siglos o milenios en diluirse, producirá mitos y leyendas y ahondará en las marcas. La más o menos pacífica convivencia que detectamos está sujeta a la imposición sistemática de la élite gobernante actual y a las mejoras económicas y sociales obtenidas, pero la desconfianza, el miedo y el odio interétnicos perviven como mínimo entre gran parte de la dirigencia y al otro lado de las fronteras exteriores. Eso no se borra de un día para otro ni con adanismos.

1 Comment

  1. Muy buen articulo, no dejas resquemores, y como la intromision en culturas que no tenemos nada que ver en ellas y cuando las usamos generalmente es en usufructo y ganancias como la ONU que no sirve para nada

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