Amad Diallo, costamarfileño de 22 años formado en la cantera del Atalanta, se fue a saludar a Pep Guardiola cuando el árbitro pitó el final. El entrenador, que caminaba por el césped todavía conmovido por el golpe recibido, estrechó la mano del joven que acababa de remontarle el partido tras provocar el 1-1 y el 1-2 entre el minuto 87 y el 90.
“No son los lesionados, no es el calendario, tendríamos que haber ganado este partido”, dijo Guardiola en la sala de conferencias, “yo no tengo defensa. Soy el jefe, tengo que encontrar la solución y no la encuentro. No soy lo suficientemente bueno para picar a los jugadores y hacerlos jugar sin miedo. Cuando pierdes ocho partidos de diez es que las cosas no funcionan. Si yo estoy aquí dando esta conferencia es por lo que hemos hecho en el pasado. Un gran club no debe tolerar algo así. A cualquier otro entrenador lo habrían despedido después de una racha como esta”.
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El derbi de Manchester presentó el primer duelo de Guardiola contra Ruben Amorim, cabeza visible del publicitado proyecto de Sir Jim Ratcliffe. Por esta vía el United, el equipo británico con más aficionados del planeta, prosiguió un intento de reconquista que se prolonga durante una década estéril. Se levantó el telón y lo que se vio no resultó nada novelesco. El United de Amorim es un calco aburrido del equipo del malogrado Ten Hag.