Antonio Gala, el dandy nazarí

Con un ángel custodio detrás de su nombre de santo, así también se llamaba desde su bautizo de agua, se ha echado a volar Antonio Gala entre los pájaros de Córdoba, de Málaga, de Granada. Igual que si en el azul apaisado del aire dibujasen un poema de lágrima nazarí que se cruza con las nubes.

Ha resistido cartujo, su sueño imposible de juventud, una larga década del dolor de la carne, de la soledad convenida, acróbata entre lecturas de jardín y los vendajes hermosos de los jóvenes poetas a los que siempre les hizo en su Fundación, y en la generosidad de los brindis de noche en La Baltasara. Un rescoldo de vida rebelde, repujada de cultura senequista, mordaz en el humor como refugio de una íntima fragilidad y a la vez batalla de su afilada intelectualidad de florete enguantado en bastón.

Siempre dominó Gala el arte hedonista, filosófico, seductor y duelista de la conversación»

Nunca claudicó en salones públicos, en fiestas del Pimpí de Málaga en su honor, en distancias cortas de afectos y admiración, ante un verbo imperfecto o en guardia ni frente a un adjetivo insurgente, porque para él no tenía secretos el lenguaje del que conocía sus raíces de voces mezcladas, sus cicatrices, sus ramas, los desnudos de las palabras. Dibujó con ellas amantes poemas, desveló a los enemigos íntimos, y nos regaló un ‘Testamento andaluz’ bellísimo, al que le puso trama de agua y de espejos mi tío Manuel Rivera, y Sanlúcar al talento de los dos enhebró con música.

Queda de su obra poética su estilo en tierra en nadie. Sus versos en romance con San Juan de la Cruz, el fulgor lírico de ‘El Cantar de los Cantares’, la coquetería desafiante del amor lorquiano, su sello endecasílabo y carmesí,»

la melancolía de Rilke,  del novelista cordobés que soñó ser Boabdil insomne en la derrota. De haberlo encarnado en su teatro hubiese tenido el rey de Granada uno de sus 3.000 bastones con los que apartar la angustia de su última noche en el resplandor de los estanques, mientras con su punta unía estrella a estrella el desenlace de sus destino. Un personaje propio de mi primer descubrimiento de Gala, sus fantásticas series de educación narrativa ‘Si las piedras hablarán y Paisaje con figuras’

Qué tiempos de cultura didáctica aquellos en la televisión que nos educó sensibilidades. Llegué de esa brillante mano suya a su teatro de dramaturgia femenina con ‘Anillos para una dama’, ‘Petra Regalada’  y ‘Por qué corres Ulises’. No estaría mal ir reivindicándole este herencia suya, tan magnífica y de actualidad presente, por ejemplo de la ‘Los Bellos durmientes’. Lo mismo que sus ‘Trece Noches’ con Quintero, mano a mano los dos reyes, los dos alfiles, los dos caballos andaluces y entre ambos la pasión, las verdades sin tapujos, la vida.

A las afueras de Dios es posible que este pensador arábigo andaluz y judío, austero de Castilla y de elegancia veneciana, haya dejado al azar de quién las descubra secretas páginas de agua con sus últimos poemas entre presagios de mansedumbre, nieblas pálidas y ese lirismo suyo con piel para dos y savia de su ironía.

Suenan barrocas las cítaras colgadas de los árboles, desde La Tronera un cañonazo de honor en su despedida, y por los verdes campos del Edén, Gala, enjuto, elegante, de paseo sin final de horizontes con sus perros y el alma de la palabra.

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