Charo Carrera, arqueóloga del arte

Texturas con la edad envejecida o sin estrenar su tacto. La quietud del movimiento a punto de despertarse. Charo Carrera no los compra en tiendas para creadores plásticos ni para estudiantes de Bellas Artes con querencia por lo experimental. Ella los encuentra, las recoge, las guarda. Conserva cajas con retales de cortinas y de astracán, llenas de catálogos de lo que sea, de enseres familiares y de objetos con los que no se sabe. En su estudio custodia hierros, hojas de plantas y láminas de imprenta. Piezas enajenadas en su extravío en los espacios de la soledad abandonada –una casa, una fábrica insomne en las carreteras de Castilla, un campo de cultivo seco- que son auténticos yacimientos de secretos a los que trabajarle un presente diferente con su pasado a través del arte y su metamorfosis.

El collage fotográfico, expuesto en una de las salas del Centro Cultural María Victoria Atencia, donde participa en la colectiva New/News, comisariada por Pedro Pizarro y Juan Carlos Martínez Manzano, junto con interesantes artistas como Beatriz Ros, es un ejemplo de los territorios en los que le gusta adentrarse con la intuición alerta. Y con estas imágenes de soledad deslumbrada propone una de sus reflexiones sobre los desechos. Tejidos blancos de la cuenca carbonífera de Puertollano, y los plásticos de opaco negro, desmadejados ambos, igual que cenizas de cadáveres bajo la solana. Restos de la explotación laboral, basura orgánica, las huellas que contarán lo que fuimos a otras civilizaciones, como sostiene el escritor Fernández Mallo en su ensayo ‘Teoría de la basura’.

En la repetición de estos objetos casi seriados en mitad de un paisaje, hay una tendencia a lo cuidadoso que curiosamente es una belleza del abandono”

Es uno de los temas de su poética, el abandono que tiene cierta intensidad simbólica en ésta pieza de doble imagen con eco clásico: las armaduras vencidas de los guerreros, las túnicas del llanto de viudas y esposas. La muerte oxidándose entre ellas. Quién sabe si el aire esparce el grito de los coros de las tragedias de Eurípides y Sófocles. Proponen muchas historias y reflexiones las obras de Charo Carrera cuando el espectador las observa desde la cultura, la indagación o el extrañamiento que le tienden un puente a su mirada y a su interpretación.

‘Tierra’

Alguna vez un dedo de la infancia buscó la singladura de un barco alrededor del mar en redondo, la isla de un tesoro o un destino de cine para un sueño adolescente. La artista de Palencia no jugó con el globo terráqueo a buscar el tatuaje de una equis en su circunferencia de mapa. Tampoco a darle vueltas sobre un índice equilibrista. Ella lo desgajó por el corazón que une los hemisferios para mostrar sus entrañas de cartón piedra, sin más magma que el vacío y sus arterias de argamasa. Un mundo quebrado en dos, igual que el que nos gira actualmente con mucho vértigo bélico. El mismo que también entre nuestras manos se nos rompe a diario. Una tierra de mesa cuyo color verde se está poniendo amarillo mustio, y ella lo muestra envasado en una urna como un cadáver a medias incorrupto y una esperanza para reconstruirlo, y volver a habitarlo de mejor manera.

‘Abandonos-moradas’

El hábitat de nuevo despoblado. Su anatomía, sus evocaciones, su aura. La naturaleza y su manera de crear land-art por cuenta propia. Lo aprehende y expresa con los palomares de Castilla que parecen panales de adobe, columbarios de vuelos mensajeros, necrópolis del Neolítico. Paredes de un laberinto petrificado por cuyos recovecos la artista se adentra con instinto de arqueóloga de esa naturaleza que sostiene las raíces del ser humano.

Charo Carrera articula piezas para pensar y hacer hablar a la naturaleza que nos cuida, que nos enseña, que nos advierte y de la que todos somos parte. A veces comprometidos, muchas veces ciegos”.

También su amenaza, sus víctimas y a la vez la mano que transforma en arte el campo rotulado. Su armonía de fronteras de color –podemos evocar a Rothko, a Guerrero, a Dubuffet-. Desde su visión aérea un rompecabezas con el que extender geometrías policromadas, intersticios de energía, un mapa de sinestesias y conexiones emocionales.

Me gusta jugar con cartografías de la organización de las ciudades, del organismo de las hojas y de nosotros mismos, combinando tonos con los que tejer pictóricamente un paisaje”

‘Vuelo de regreso’

Abstracciones que integran lo figurativo y lo conceptual para enfocar la contaminación del medioambiente, la soledad, el paisaje dentro del paisaje que luego desenvuelve en otro espacio de dentro hacia fuera, de fuera hacia dentro, en busca de nuevas resonancias, del instante de revelación de una poética de la experiencia sensorial. La cual surge de una lejana percepción huidiza, quizás ambigua, que de cerca produce un choque y a la vez un descubrimiento.

Una de las claves de la obra de Charo Carrera es la conjunción entre la miopía de la imaginación y la exploración de las posibilidades del hallazgo”.

Me cuenta que hace años veía desde la distancia algo que creía sorprendente y especial, y al acercarse se trataba de otra cosa. Pero la intuición de su imaginación ya había creado la semilla de una obra a la que podía dialogarle significados diferentes, pulirle su concepto del arte como mutación. Y al mismo tiempo indagar en las torsiones, ritmos, hallazgos plásticos de una imagen y su ensanchamiento dinámico del espacio y de la sensibilidad que ella lee como un ámbito de creación, y un proceso que supone el arte del envés del arte.

‘Freedom’ es la pieza que mejor explica esta poética de la artista, y la que más me gusta por su lenguaje estético, por su polisemia y ese espíritu de performance de la propia naturaleza con los materiales que la irrumpen. A cada espectador le sugiere un concepto, una emoción, un poema visual. La fascinación del enigma que también debe transmitir el arte.

Un plástico limpio que ella ha soltado a su antojo para que juegue a rodar entre la hierba de un paisaje ermitaño, y que se da cuenta de que lo que le gusta es que el aire lo despeine, lo vuele, lo despose con un arbusto joven. Lo sujete en la creación de una figura y al instante se desvanezca en otra. La danza del aire ahora dulce, ahora agitado, ahora escritura de la ingravidez.

La brisa fuerte significa la limpieza del alma y de la mente. El plástico a punto de escaparse simboliza la rebelión de la libertad”

Le brillan los ojos al decírmelo. Transmite las preguntas, las explotaciones, la sugestión de la mirada frente a la pieza que piensa, que interroga, que aguarda que sea ella quién a ella la encuentre. La artista deja que al oleaje del plástico y del silencio le suceda en el video el ruido casi de bovinas expresionistas de una almazara de aceite. El latido futurista de las máquinas con las que evoca ‘Metrópolis’ de Fritz Lang, ‘El Muro’ de Pink Floyd. El mantra que subyace en los temas de su referencia.

La urgencia de la fuerza. La repetición es éxtasis»

Me quedo mejor con las hojas que yacen secándose sobre los labios de un lavadero, y su reflejo en el espejismo de quietud del agua dibujando la silueta del Guggenheim de Bilbao. Prefiero la paz o la risa en medio del fragor de cualquier batalla.

‘La guerra’

En el Ateneo de Málaga, a cuyas salas su presidenta Victoria Abón no cesa de darle prestancia con una seria apuesta con nombres emergentes y consolidados en trayectoria, Charo Carrera acaba de exponer ‘Más amenazas que promesas’. El reflejo de una exposición en la otra, la misma y el recorrido de una gincana. Entre las obras unas cartulinas pegadas y pulidas que germinan en un lienzo sobre el que pinta, en medio de una atmósfera que sugiere polvo de metralla y de estruendo, a dos niñas que juegan a correr ajenas, con una bandera envioletada de feminismo.

El compromiso, sin dejar de lado su advertencia de que a veces las banderas limitan, y en ocasiones no se sabe hacia dónde conducen”

La inocencia en medio de un conflicto. La paz en peligro que busca su camino. La existencia de la felicidad que prosigue a pesar de la violencia que la enmarca. Lo mismo que la mujer, igual que la vida. Su representación en el cuadro de portada de esta crónica de Nice Nailantei, huérfana de ocho años que escapó de su aldea Noomayianat y de la ceremonia de la ablación, y que contra la mutilación genital femenina ha salvado a más de 15 mil niñas masái. No ha dejado de ser una luchadora que corre a favor del futuro.

‘La guerrera’

La escultura es el lenguaje más próximo a la pasión arqueológica de Charo Carrera y en ambos espacios expositivos cuenta con piezas de embriones inquietantes, enmascarados en su cápsula de puel, de alambre, de atmósfera borrosa, con una tensión transversal entre la ciencia ficción y la tragedia griega –presente en la pintura de un naufragio y la amenaza a punto de rebosar del cuadro y envolver al espectador-. Su aura cobra corporeidad en una armadura samurái, pétrea, dominante, cicatrizada la estría roja que recuerda al dorado del kintsukori con el que los japoneses curan desgarros emocionales. En su envés, la identidad sugerida de una virgen o una santidad barroca, y en ambas la herida de la oxidación natural que aflora.

Me interesa mucho que los materiales y los productos que utilizo hagan su labor de creación espontánea, que contribuyan al hallazgo. La oxidación es uno de los resultados”

Charro Carrera y G.B. conversan delante de la obra ‘El Juego’

Pigmentos de oro y de cobre. Los de plata se le resisten por ahora. Gofrados, motivos vegetales, espacios de tonos, geometrías, jardines botánicos, su mirada a la deriva por un pasillo, bosques, el fuego. Todo lo fusiona Charro Carrera en abstracciones que integran lo figurativo, lo conceptual, la memoria familiar, la transrealidad a veces, la cultura que la sostiene. ‘Fénixa’; ‘La fría intemperie’; ‘El legado de Egeria’; ‘Las mensajeras solitarias’; ‘Si yo, si tú’. Land-art, dibujo, fotografía, instalaciones, pintura, performance, escultura. Lenguajes y escenarios para abordar la soledad, el machismo, la manipulación, la violencia, la sobreexplotación de los recursos naturales, la belleza y misterio del organismo, la plástica y lo objetual entre la conciencia crítica y la estética de lo etéreo.

El arte, que es el territorio de la duda”

Y en su caso, mil ojos al encuentro de la naturaleza que busca.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

0 £0.00