Foto: Lorenzo Carnero

Chema Cobo, el ilusionista

El Joker se lo ha llevado. Seguramente entró difuminado en colores por esa ventana que Chema Cobo escondía en la conversación con sus cuadros. Unas veces para asomarse a Velázquez y a Picabia. Otras para respirar el verde empinado de la Sierra de las Nieves, con aroma de sus frutales a pie de la mirada, y casi siempre para despejarse de los interrogantes del arte y no pensar en nada porque no conduce a ninguna parte. Lo decía a menudo con la seriedad de los ojos burlones. Los del Joker que lleva dentro.

El artista es un fingidor que busca ir más allá, enmascararse para desenmascarar lo que ve, sostenía Chema Cobo con Pessoa en un bolsillo y todas las posibilidades expresivas de la pintura en otro, desde que se abrió paso en 1974 a través de los mercados de la plástica. La eclosión de la Nueva Figuración Española que partiendo del puerto de Tarifa desembarcó en la modernidad de los 80. Guillermo Pérez Villalta, Alcolea, Quejido y Chema Cobo un filósofo del arte que nunca dejó de hacer sarcasmo lúcido con Nietzsche y su poética provocadora. Culto, intelectual incómodo, decidido siempre a crear extrañamientos a partir de los ángulos en los que ponía sus ojos, convencido de que la función del arte es desvanecer prejuicios, romper convencionalismos, verdades absolutas, la realidad que siempre construye falsas ilusiones.

Chema Cobo, en la Casa Gerald Brenan (Foto: Lorenzo Carnero)

Era un placer hablar, debatir, cuestionar límites, reírse, reírse con Chema Cobo. Durante años lo hemos hecho, cada miércoles, apoyados en una fachada de la calle Sánchez Pastor, frente a la puerta de Paréntesis y luego Espacio LaLibre, donde nos abrieron taller Rafael Caumel y Cristina Soriano. En esos momentos, muchos y que echaré de menos, detrás del humo del cigarrillo que Chema apuraba hasta la última nicotina del cerebro emboquillado, la vida, el Covid, la política, la enseñanza, la pintura, la literatura, el periodismo, Málaga. La estupidez y la mediocridad, sobre el ruido que genera una y la telaraña que construye la otra, eran las tramas a las que íbamos hurgándoles su envés, sus espejismos, aquello que la mayoría no se atreve a decir, y muchas veces ni a pensar, apostillaba Chema con su humor en guardia, fino, auténtico en su sinceridad, y también en el juego de mostrarse un personaje gruñón, otro yo de los muchos yos que reflejaba en su idea de la máscara y del arte, de la colectividad y el problema del yo en el yo, en el tú, en los otros. Brillante, jocoso de lenguaje y de ideas, Chema en el ascensor, yo por las escaleras, reteniéndome para entrar los dos a la misma hora, y que uno no fuese el profe puntual y el otro el que llegaba tarde, dispuestos los dos a deshacerle a los alumnos los colores y los volúmenes, las perspectivas, las palabras, los conflictos. Y al salir otro rato de abrazo de conversar, como si estuviésemos tomándonos un vino alrededor de una paleta de queso y de jamón.

Chema Cobo, con el alcalde de Málaga y Marta del Corral, comisaria de la muestra ‘En el reino de las penumbras’ (Lorenzo Carnero)

Boston. Nueva York. Tokio. Bruselas. La Casa Brenan, y muchos espacios más son los territorios que conquistó con su pintura y sus ficciones, con la magia de su estilo, a veces pop, conceptual, barroco, onírico, y el resplandor Joubert en el trasfondo de sus criaturas y de las ideas a las que les afilaba la punta. Los mundos en el lienzo que mucho antes habían sido una mosca en su cabeza. Esa de la que Chema decía que había que alimentar para que creciera, que distraer para cazarla y entonces llevar la idea al cuadro. El otro momento de su goce creativo. Sólido, independiente, irónico, literario. Magnífico. Color deslumbrado como ojo, color como un fragmento de poesía o de pensamiento arisco, crítico, corsario.

Se ha ido muy pronto. Muy cansado de esperar.- Me escribió hace una semana con su voz de malhumor. Los colores del Hospital no daban para ningún cuadro. Y de repente, en un instante de prestidigitación, se nos ha ido a medias de tanto para cruzar el espejo y vete a saber hacia dónde. Ahora Chema sí que podrás mirar por placer y para el placer, y en algún lienzo continuarás siendo Chema Cobo, el ilusionista, dispuesto a encabezar la revolución.

No te preocupemos, tus amigos cuidaremos de tu Joker.

Un abrazo de abrigo para Rosa.

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