Cuando la imagen es lo que vale

No hace mucho que leí un artículo en el que el actor Jonah Hill (‘El lobo de Wall Street’) decía estar harto de sufrir ansiedad y pánico cada vez que tenia que promocionar una película, que estaba cansado de las preguntas sobre su físico, sobre su gordura, sobre cómo se sentía trabajando al lado de actores tan guapos como Di Caprio. Actualmente no concede entrevistas.

La también actriz Chlöe Grace Moretz (‘Kick-Ass’) declaró recientemente que con 15 años se encontró en su camerino un sujetador con relleno para conseguir sexualizar más su imagen. Años más tarde, por exigencias del guión, tuvo que fortalecer su cuerpo para un papel de acción y tambien le criticaron en redes por tener una imagen muy masculina. Dejó durante años de actuar.

Alejándonos de Holliwood y sus estrellas, y también de los cantantes como Sam Smith que perdió más de 20 kilos o Adele y su conocida transformación, me centro en los jóvenes de mi barrio.

Y observando veo el mismo problema: la obsesión por alcanzar un prototipo de físico fijado por los grandes lobbys que quieren que consumas hasta transformarte y ser una copia de algún actor, cantante, futbolista, influencer o cualquiera de los que ‘brillan’ en las redes o la televisión.

Como si de una máquina de pin ball se tratase veo a los jóvenes ir con mucha frecuencia de la peluqueria al gym, de ahí al centro de tatoos y piercings y de ahí a las tiendas de ropa, con el móvil en una mano y el cigarro de liar o vapear en la otra. A veces la partida se alarga y van sobre todo ellas a alguna clínica de estética para darse un retoque. Generalizar es equivocarse, y claro que no son todos, pero jamás hubo una generación tan preocupada por su imagen como ahora.

Siempre han existido las modas, las tendencias, a todos nos gusta gustar, dar tu mejor versión. Es legítimo y normal, pero como todo tiene un límite, un tope, cuando es lo más importante y a lo que más tiempo y dinero (que con la tasa de paro juvenil que tenemos no entiendo de donde sale) dedicas, tenemos un problema.

Decia el gran Quintero que siempre han existido los ignorantes, pero nunca hasta ahora y teniendo acceso a la educación se hacia alarde de no haberse leido un libro.

Ahí esta la clave. La educación, la cultura, todo eso que no interesa promover no sea que tengamos una generación preparada y con pensamiento propio. Mejor una que esté pendiente de ser una mala copia de otra copia, sin identidad y sometida al consumo y a una sola preocupación: su físico.

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