Decir adiós

A un amor, a un trabajo, a un amigo, a un familiar, a una mascota, a una casa, a un sueño. La vida es una constante despedida.

Los hay que se despiden a la ‘francesa’, como el que huye al ver al diablo tras una cortina de humo. Ojo, en algunos casos, no es por mala educación o desidia; es por salud mental, por angustia vital.

Los hay que se despiden fríamente a través del whatsapp. Los que se resisten a abandonar como los niños de ‘Verano Azul’ el barco de Chanquete.

También puede ser que te despidas alegremente de un trabajo. En mi caso ese ‘me voy’ fue más satisfactorio que dicho en la cama. O puede que te despidan de mala manera, como el mítico ‘si me querei irze’ de la Lola de España.

Los hay que se despiden profesionalmente en lo más alto de su carrera, para no desdibujar su inmaculada imagen. En cambio, otros prefieren morir en el escenario aguantando hasta el final con el riesgo de afear su recuerdo.

También están los que amenazan con una despedida que parece no llegar nunca y cuando llega alivia, como el agua de estos días. Despedidas dolorosas cuando algún ser querido nos deja.

Hoy toca despedirme y despertar de este ‘sueño’ que ha durado dos años de esta increíble experiencia que me ha hecho crecer y conocerme y que nunca hubiese pensado tener.

Hoy toca agradecer a Guillermo Busutil, amigo y artífice de esta aventura y a José Carlos Barbado por permitirla. Y a vosotros, a cualquiera que haya compartido su tiempo leyéndome. Gracias de todo corazón, de este no escritor que ama las palabras.

Como veis yo soy de los que les cuesta despedirse. Y mira que es fácil, para decir adiós, solo basta con decirlo.

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