El barrio

Decimocuarta entrega de ‘La tiranía de los cobardes’

Este vendedor ambulante, delicado y menesteroso, se reveló muy pronto como un hombre culto, que alcanzaba una profundidad en sus análisis del todo esquizofrénica, con una racionalidad aplastante. Sus razonamientos, a años luz del sentido común, guardaban una lógica abrumadora, robusta e inalterable. Por ejemplo, estaba convencido de que existía una conspiración oculta en su contra para que no se le concediera una paga por invalidez, creo (nunca me quedó claro el tipo exacto de subsidio por el que estaba peleando). Al parecer, incluso la policía nacional y funcionarios de estratos superiores estaban metidos en el ajo. Una alambicada trama institucional destinada únicamente a no concederle lo que él solicitaba a los organismos públicos. El salseo viejuno para los demás, el sensacionalismo para Wang no era que, siempre, contaba aquella historia del mismo modo, incluso en sus detalles más insignificantes. La fuente de escándalo de aquella oscura confabulación, que mantenía siempre la misma fachada, manaba de que yo la creía. A pies juntillas.

Una tarde, que yo esperaba al chino para no sé qué mierdas, estábamos hablando de no sé qué mierdas en la puerta del mercado. No me di cuenta, pero una señora, uno de esos esperpénticos adefesios, pintiparados hasta la náusea, con esos perlones alrededor del cuello, le tuvo que mirar por encima del hombro o no sé qué mierdas fuera porque, de repente, se volvió hacia ella y le soltó, a grito limpio: «¡Señora, tendría usted que leer La Montaña Mágica, de Thomas Mann! ¡Seguro que le encantaría!». La señorona me miró. Me encogí de hombros. 

Pero el feriante de romero y salvia desapareció un día y nunca más volví a saber de él. Tal y como sucedió con el resto. La semana pasada vi en el barrio a otro cuarentón. Efectivamente: yo iba en taxi. Como ya les dije muy al principio: si no les informo de lo contrario, estaré fumando todo el rato y, añado, mis pies solo dejarán de tocar el suelo para viajar en taxi. Remolcaba una resaca terrible de varias semanas que había intentado, como los días anteriores, aplastar con un porro de marihuana, medio gramo, una decena de sol y sombras y un chute demencial de nicotina y cafeína antes de mediodía, pero solo había conseguido deprimirme una barbaridad, abollarme una exageración. El cuarentón iba vestido con una camiseta de Michael Jordan que le quedaba pequeña y unos pantalones cortos que parecían taparrabos de gordo que estaba. Sus brazos eran como su pecho: muy peludos. Y de sus hombros también brotaban pelos negros, gruesos y enmarañados, como de cochino, sobre los cuales, y desde la lejanía, pensé que llevaba una pelliza o un pañuelo. El pelo de la cabeza le clareaba, tenía perilla y un rictus bastante ausente y adormilado. Arrastraba los pies. Parecía que se iba a caer en pedazos en cualquier momento. Un chaval chiquitito andaba a su lado, mirándolo sonriente, sin perder los ojos de sus hombros. Al pasar junto a nosotros me fijé en que el tío velloso, barrigón y aletargado llevaba dos iguanas marrones a cuestas.

Yo venía de allí. De los restos de las castas más bajas. De donde nunca podías ceder. De gruesos brazos, cuellos de hierro y una agresividad que se mostraba con total desnudez, sin cortapisas, sin rubor. A las lumbreras, solo nos superaban en orden de exterminio los invertidos, las mujeres, los tarados sexuales y los moros. Para buscar huellas de simpatía y respeto -y no siempre se lograban encontrar- había que rastrear a esos caballeros temblorosos de pantorrillas pálidas y lampiñas que te daban los buenos días entre toses y bombonas de oxígeno. O a aquellas tiernas mujeres enfermeromaternales que sonreían con sádica calidez. Inmunes a la cochambre. Sus manos trémulas se posaban en el brazo en señal de agradecimiento, como un punzón haciendo añicos hielo. Vivieron una época muy jodida. Demasiado jodida. Lo nuestro, lo de la gente de cincuenta para abajo, no es sino pura queja autoindulgente y paranoica. En serio. Uno paseaba por la calle, siguiendo los dictados de sus instintos, investigando calles enemigas, ojeando salidas. Cuidado con ese, fijo que lleva un palo. Evita esa calle de la derecha. Un grupo de jóvenes. Cuando te ataquen dispara puñetazos y corre cuesta abajo hasta saltar aquel seto. Debo mantenerme dentro de la acera, pero con un pie en la carretera, por si acaso. La atmósfera del barrio obligaba. Que te trataran como al espécimen de un zoológico, que te invalidaran con una estampilla sobreimpresionada en la frente que decía «Monstruo de feria», presionaba lo suyo.

Quizá les parezca una tontería, a estas alturas de la Historia, volver con la bostezante cantinela marxista de las clases. A mí no. Porque la cuestión es que existen. Como existen los cabezazos en la nariz o los tortones en la jeta. Existen. Que las clases bajas aspiran a ser altas es así para cualquiera que lo haya vivido, como yo. Resulta absurdo negarlo. Queremos coches caros. Queremos vivir en casas grandes con grandes jardines y terrazas que den al mar. Queremos dinero. Cuanto más mejor. Ese pacto, el absoluto consenso del odio al dinero, que no deja de ser el modo más casto de consagrarlo, lo dejamos para los bellos burgueses progres. A nosotros nos es del todo indiferente. No solo no lo comprendemos. No queremos comprenderlo. Sabemos que existe un número limitado de pasta. Y para hacernos con ella debemos quitársela a otros.

Debemos quitársela a ustedes. Pobres imbéciles.

Entrega 1. ‘Un par de zapatos colgando del tendido eléctrico’ https://lacalmamagazine.es/la-tirania-de-los-cobardes-el-libro-de-luis-mari-beffa/embed/#?secret=PPq6wBOSKR

Entrega 2. La floristería
https://lacalmamagazine.es/la-floristeria/embed/#?secret=oCq3OibhGQ


Entrega 3. La muerte ya está aquí
https://lacalmamagazine.es/la-muerte-ya-esta-aqui/

Entrega 4. La Biblioteca https://lacalmamagazine.es/la-biblioteca/embed/#?secret=erYq3ldo62


Entrega 5. San Agustín

https://lacalmamagazine.es/san-agustin/

Entrega 6: Pornobanús
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Entrega 7: Niebla https://lacalmamagazine.es/niebla/

Hume

Octava entrega de ‘La tiranía de los cobardes’La Calma Magazine

https://lacalmamagazine.es/elementor-11815/embed/#?secret=0HjTQHgPrc Novena entrega ‘Edipo’https://lacalmamagazine.es/edipo/

El Instituto

Décima entrega de ‘La tiranía de los cobardes’La Calma Magazine

Undécima entrega de ‘La Tiranía de los cobardes’
La Calma Magazine

‘Calzado cómodo’ Si tienes una piedra en el zapato, párate y quítate la piedra. El blog de Luis Mari Beffa https://luismaribeffa.com/

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