«En Cs medraron los que asaltaron puestos para vivir de la política»

El exportavoz de Cs en Torremolinos ha publicado ‘Ineptocracia naranja’

Antonio Linde fue el tercer concejal de Ciudadanos en Torremolinos en la legislatura 2015-2019. El anterior en lista fue expulsado del partido por intentar enchufar a un familiar y la número uno fue apartada de la portavocía por reiteradas muestras de incompetencia. En noviembre de 2017 fue nombrado portavoz. Ante las dificultades que el propio partido le planteaba para preparar un buen equipo para la siguiente legislatura, Linde entregó su acta de concejal y se dio de baja en un partido donde estaba claro que el mérito no era lo más importante para estar en puestos de responsabilidad.

Linde es un caso más de afiliado con amplia trayectoria profesional (doctor en Filosofía, profesor en la UMA, catedrático de instituto y comisionado en el Instituto Andaluz de Evaluación y Formación del Profesorado de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía) que no aguantó más en la política.

Justo coincidiendo con el inicio del estado de alarma, publicó ‘Ineptocracia Naranja. Debacle de Ciudadanos y patología política española’.

‘Ineptocracia Naranja. Debacle de Ciudadanos y patología política española’. Antonio Linde. Última Línea.

P- Usted ya tuvo experiencia en otros partidos, ¿no se curó en salud y aún tuvo empuje para probar en Ciudadanos?

R- El ser humano es el único animal que tropieza dos y tres veces en la misma piedra. En serio, siempre me ha interesado la política, que ha estado muy relacionada con mi campo de investigación, la filosofía práctica. Otra cosa era participar profesionalmente en la política. De hecho, solo lo hice a una edad ya un poco avanzada. Tuve que tomar mucha carrerilla en forma de preocupación e incluso indignación previa para dar ese paso. Me movía el deseo de aplicar ideas aprendidas en la teoría política y aportar mi experiencia en partidos que percibía en aquellos momentos como modernos, ilustrados y regeneracionistas. En fin, después de todo lo que ha llovido, me suena muy ingenuo.

P- En el libro ha sido muy cuidadoso con no mencionar a nadie. Pero con su lectura es inevitable pensar en algunas personas. Si comparamos la trayectoria de Elías Bendodo o José Luis Ruiz Espejo con su homólogo en Ciudadanos lo primero que piensa el malagueño de a pie es ‘¿y quién es su equivalente?’.

R- En Ciudadanos Málaga el nivel ha sido muy bajo. Los motivos son complejos y los he explicado a lo largo de muchas páginas en mi libro. El resultado es que en Málaga medró gente sin más ideología ni programa que la de asaltar los puestos remunerados para vivir bien de la política. Muchos de los que estábamos dentro empezábamos a asfixiarnos con el ambiente: peloteo, postureo, servilismo. El panorama se llenó de politiesos, fotofílicos, palmeros y demás. Apartaron cualquier brillo de inteligencia o de discrepancia. En las últimas elecciones se desinflaron. Me consta que en otras provincias ha pasado algo parecido.

P- Usted acusa a sus antiguos compañeros, como si se tratase de un mal muy generalizado, que hay mucho palmero, politieso, fotomaníaco, inepto empoderado, agradador, vividor… y una larga y divertida (pero dura) ristra de calificativos. Sin necesidad de dar nombres concretos, ¿nos puede detallar alguno de ellos?

R- No se trata de una numeración de ocurrencias sin más. ¿Por qué hay tantos palmeros en la política española? Muy fácil, donde hay hiperliderazgo y narcisos, crecen los palmeros.

Respecto a los politiesos o polithambres. ¿Qué actividad profesional tenían muchos de nuestros políticos antes de empezar a vivir de la política? Ninguna. Estaban tiesos. Sin oficio ni beneficio, o cargados de deudas, o en trabajos precarios o minusmileuristas. De ahí pasan a ganar sueldos de 70.000 euros brutos anuales, más otros complementos. Es lógico que se aferren a la política, que sean coriáceos, resistentes y capaces de aburrir al más pintado. No tienen formación, pero son unos “motivados”. Ahora la cosa ha llegado ya al máximo nivel: ministros o ministras que no tienen más experiencia profesional que trabajar unos meses en una tienda.

He hablado en mi libro de los fotofílicos o fotomaníacos. En todos los partidos hay afiliados, cargos públicos, cargos orgánicos, o aspirantes a ello, que siempre están en la foto. Han aprendido hace mucho tiempo a posar, a colocarse en los mejores lugares, siempre junto al cargo más importante. Generalmente son los más vagos o negados para el trabajo útil, pero han interiorizado algunos mantras de nuestro tiempo: “ser es aparecer”, “quien no está en redes sociales, no existe”, “vivimos en la sociedad de la imagen”. Saben que hacer bulto es un mérito en la superproducción de la política.

Los ineptos, si son obedientes, suelen ser premiados por los órganos directivos de los partidos. Así se obra la metamorfosis del inepto a secas, en inepto con cargo o “inepto empoderado”. Un auténtico palurdo pagado de sí mismo cuya última fase es la del “inepto soberbio”. Ya a esos no hay quien les tosa.

Otra figura es la de los aventadores del poder. Son los que tienen mejor olfato para saber qué quiere el líder, para ponerse al lado del que hace las listas. Aquellos cuya opinión siempre coincide con la del jefe.

Sobran en cambio los que piensan, los que tienen criterio propio. En la política española el “pienso, luego existo” de Descartes se transforma en “Pienso, luego estorbo”.

Antonio Linde

P- En las primarias para elegir nuevo presidente de Ciudadanos se presentaron dos proyectos. Inés Arrimadas arrasó. ¿Ese abultado resultado es debido a que la mayoría de los críticos ya no estáis en Ciudadanos?

R- Es indiscutible que en Ciudadanos la mayoría de los críticos están fuera. Hace unos meses leí en El País que Ciudadanos tenía algo más de 20.000 afiliados en toda España. Una base social raquítica para un partido nacional que tuvo aspiraciones de gobierno.

Los que quedan suelen votar de acuerdo con la corriente oficialista y dominante. Ciudadanos es un partido internamente poco democrático y quien se sitúa en la disidencia queda en el lado oscuro.

«En los partidos han suprimido la discrepancia que pudiera avisar de fallos de funcionamiento»

P- En el libro insiste que pone más ejemplos del partido que conoció por dentro pero que la ‘ineptocracia’ es un mal que afecta a todos los partidos. ¿Hacia dónde se encamina la democracia española?

R- Soy bastante pesimista respecto al rumbo que tomó la democracia española. Casi todos los partidos tienen responsabilidad en ello. Los partidos españoles se parecen a la central nuclear de Chernobyl, sobre la que pudimos ver una excelente serie el año pasado. Como en la central, el ambiente dentro es mortalmente tóxico. Como en la central, en los partidos han quitado las alarmas que podían avisar de que algo va mal. Toda la organización le debe su puesto al superior jerárquico. Los afiliados y los concejales saben que llevar la contraria, avisar de error, criticar es ponerte en el lado ‘equivocado’. En los partidos no hay un sistema de avisos o testigos. Lo desconectan. Se ha suprimido el pluralismo o la discrepancia que pudieran avisar de fallos de funcionamiento. No hay contrapesos. Lo dijo Igea, de Ciudadanos, acerca de su propio partido: es como si despidieran del Titanic a quienes avistaron el iceberg.

Por otro lado, tanto el PSOE como el PP, durante las alternancias del bipartidismo, no hicieron reformas estructurales imprescindibles. El problema no son los funcionarios, ni las pensiones, no. El problema es mantener tantísimos chiringuitos políticos supercaros, tantas televisiones públicas, tantas duplicidades, tantos políticos con miles de asesores que están justamente para tapar el agujero del político sin preparación. El problema es permitir irresponsablemente que la deuda y el paro crezcan y crezcan. De los partidos nacionalistas no digo nada: van a lo suyo y punto. De otros como Unidas Podemos tampoco, excepto que tienen todos los viejos tics de ideologías antiguas y de teorías económicas ya aplicadas y fracasadas. Pero es que un partido como Ciudadanos tiene también una responsabilidad enorme por defraudar el sueño liberal de millones de españoles y por no defender coherente y sólidamente sus propuestas más innovadoras. Resulta que solo eran unos nuevos ricos del poder.

Va a ser difícil enderezar el rumbo. Sugiero, entre otras muchas posibilidades, exigir que los partidos sean organizaciones transparentes, democráticas y meritocráticas, reducir el poder absoluto de las cúpulas partidistas para hacer las listas electorales cerradas. También me parece importante cambiar la ley electoral y la ley D’Hondt para que el voto de cada ciudadano valga lo mismo. Invertir en educación, en investigación e innovación, en sanidad, en economía productiva.

«En la Covid los políticos son parte del problema, no de la solución. Saldremos pese a los dos virus: la COVID-19 y la casta política»

 

P- En los tiempos en los que estamos viviendo es inevitable que le preguntemos si en la gestión política de la pandemia de la COVID-19 causada por el coronavirus se aprecia ineptitud.

R- ‘A espuertas’, como decían en mi pueblo. Más aún, tenemos dos problemas gravísimos: la COVID-19 y la clase política. Lamentablemente, los políticos son parte del problema, no de la solución. Ambos agentes patógenos funcionan de manera similar: nos infectan y se camuflan para extenderse mejor hasta que nos roban la salud. Quienes permitirán salir de la crisis serán los científicos, los técnicos, la ciencia, los empresarios, los trabajadores, los funcionarios, la sociedad civil. Saldremos pese a los dos virus: la COVID-19 y la casta política (obviamente los “marqueses de Galapagar” también son casta). Pero, como hacen los virus con las células sanas, los políticos simulan que están remando con todos nosotros. De ahí todo ese marketing de arrimar el hombro, no dejar a nadie atrás, entre todos lo conseguiremos, etc. Todas esas paparruchas sentimentales. En realidad, ellos y todo su lastre llevan la nave sin saber navegar y dando torpes golpes de timón que están haciendo más penoso el viaje en medio de esta tempestad.

Linde considera como peligros el populismo y la demagogia

P- Usted, viniendo de Ciudadanos, estará a favor de la recuperación de la competencia sanitaria por parte de la administración general del Estado. Vemos que en todo el mundo hay un teléfono por país para atender dudas sobre esta enfermedad con tanta capacidad de propagación. En España hay por lo menos 19 números (de las 17 CCAA más Ceuta y Melilla). A finales de septiembre se vio una guerra más que colaboración entre el gobierno central y el de la Comunidad de Madrid. ¿Hasta en crisis tan grave España no es capaz de tener una sola voz?

R- Los políticos muchas veces no toman decisiones acertadas porque no saben. Por ejemplo, al frente de Sanidad ha habido hasta hace poco, en plena pandemia, un profesor de Filosofía. No es menosprecio por la filosofía, que es algo muy útil e interesante, pero me parece de una banalidad enorme. Como si a mí me hacen responsable de la Estación Espacial Internacional. Otras veces los administradores de la cosa pública no toman decisiones necesarias por miedo a que algo salga mal y les puedan echar la culpa, o la opinión pública o las encuestas se les pongan cuesta arriba. Los dos factores se potencian: ineptitud y falta de asunción de responsabilidades. Fíjese por ejemplo en lo que hizo el gobierno de España: primero ignoró el problema de la COVID-19 o lo camufló; después le hizo frente de modo centralista, pero ya en la segunda fase del coronavirus, tomaron la táctica de decir que era responsabilidad de las comunidades autónomas. Esa es otra: el proceso de descentralización política y administrativa en España tiene más agujeros que un queso de gruyere. Pero eso se ha tapado. Ahora las costuras se rompen por todos lados. Estoy de acuerdo en que es una estupidez tener 19 números distintos para atender dudas sobre la COVID-19. Y como eso, muchísimas más disfunciones.

P- ¿Hay peligro de ‘bolivarización’ en España o la pertenencia a la Unión Europea nos salvará?

R- No soy ningún visionario. Veo con preocupación lo que está ocurriendo en España, pero nadie sabe qué puede ocurrir. O yo no lo sé. El peligro es el populismo, la demagogia. Formaciones como Unidas Podemos son claramente populistas, pero también lo son cada vez más partidos. Y luego está esa tendencia del “extremo centro” en que sitúo a un partido como Ciudadanos. El centro no debe ser la mediocridad, no es el oportunismo, la dictadura de los protocolos, de lo políticamente correcto, del seguidismo. Por esa concepción timorata y pacata de la política vemos cómo en Andalucía, por ejemplo, no ocurre nada estructuralmente relevante.

La Unión Europea es una especie de red de seguridad, pero son nuestros políticos los que deciden el destino final del dinero que nos prestan. Y siempre lo mismo en tiempos de crisis: ves a unos y otros repetir la vieja palinodia de seguir políticas de gasto expansionista o políticas de austeridad y dices: “¡no, otra vez no! Cuando se ponen expansionistas gastan la pasta en cosas innecesarias —algunos nos acordamos del “plan Zapatero” —. O como el PP de Rajoy y Montoro: en contra de su ideología liberal, nos machacaron a impuestos y encima hicieron recortes y no hicieron cambios estructurales. Cuando se ponen austeros aparecen los célebres recortes. ¿Y qué pasa con esto? Nos llevan de un ronzal como si fuéramos burros con orejeras: siempre plantean que habrá que recortar en los sueldos de los funcionarios, en las pensiones. Esos funcionarios son policías, jueces, médicos, profesores, etc. ¿Por qué no rompemos ese círculo estúpido y pensamos en que se puede recortar muchísimo en infinidad de cosas innecesarias? Ese montón de televisiones públicas, esas instituciones, organismos y duplicidades innecesarios, esos 19 gobiernos con sus miles de asesores, que encima están mostrando ser ineficientes cuando un virus pone a prueba la descentralización, etc. Nos hacen que miremos siempre para el mismo lado porque no quieren que miremos hacia ellos. Y los medios de comunicación les siguen la corriente, porque están en crisis casi permanente y muchos no podrían sobrevivir al margen de las subvenciones y ayudas públicas.

P- Ciudadanos se hunde incluso en la tierra donde le vio nacer. ¿Hacia dónde va?

R- El resultado del 14F en Cataluña es otro desastre más sin paliativos, pero sus causas son profundas y no precisamente recientes. Ya he indicado algunas en esta entrevista. La falta de autocrítica y de asunción de responsabilidades de Inés Arrimadas y su guardia pretoriana no hace más que cavar hacia abajo.

En alguna pregunta anterior ya he mencionado que no me gusta hacer predicciones. No sé si Ciudadanos va a desaparecer, si va a ser engullido por el PP o si se va a asociar a él. Sé que es difícil que se reconstituya de manera prometedora porque han echado o ha salido casi todo el capital humano de talento en el partido. La mayoría de los cuadros dirigentes y de los cargos públicos están luchando por seguir viviendo, de un modo u otro, de la política. No tiene una auténtica formación que le permita conectar los retos de cada día con unos marcos teóricos y unos valores bien asimilados. En cuanto los sacan de cuatro temas familiares o del argumentario de turno solo dan bandazos hacia donde marcan las encuestas.

Esto, de todas formas, está ocurriendo no solo en Ciudadanos sino también en los demás partidos. El nivel es ínfimo en todos ellos. Por eso es banal para España si Ciudadanos o cualquier otro partido político desaparece, se fusiona con otro, cambia de nombre o de sede. Lo importante, lo urgente, es que cambie el modo de hacer política, las exigencias y el control sobre los políticos.

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