La corrupción en Comunidad Valenciana

Fernando Maura participó, en 1989, junto a Jaime Mayor Oreja en la refundación del Partido Popular, partido que abandona en 2007 para incorporarse a Unión Progreso y Democracia, junto a Rosa Díez. Fue elegido miembro del Parlamento Europeo (2014-2015) y vicepresidente de su grupo liberal (ALDE) en la Cámara de Estrasburgo. Posteriormente fue diputado nacional con Ciudadanos (2016-2019). Responsable de la acción exterior de Ciudadanos en su comisión ejecutiva.

Fue uno de los cuatro dirigentes que votó a favor, junto con Luis Garicano, Javier Nart y Francisco Egea, de la propuesta de abrir negociaciones con el PSOE para estudiar la posibilidad de un acuerdo con este partido para la investidura de Pedro Sánchez.

Acaba de publicar ‘La piel del plátano’ (Última Línea, Málaga) cuyo subtítulo lo dice todo: El resbalón del saqueo político de la Comunidad Valenciana. Lo presentará el 30 de marzo en la madrileña librería Lé. Y el presentador será el también ex diputado de Ciudadanos Juan Carlos Girauta.

Antes de entrar en el meollo de su novela. Muy curioso que arranque con un personaje vinculado al FRAP. ¿Eso entra totalmente en lo novelesco o hubo alguien en Valencia que trabajó para el PSOE y el PP pero primero para ese grupo terrorista?

Si bien la novela contiene fuertes dosis de creación literaria, por lo tanto de invención, es de sobra conocido que muchos dirigentes políticos del centro derecha o del centro izquierda militaron en organizaciones de extrema izquierda durante el franquismo. El exministro de UCD, José Luis Leal, por ejemplo, acaba de publicar sus memorias en las que refiere su adscripción al FLP (entonces conocido por ‘Felipe’). La Comunidad Valenciana tampoco constituye una excepción a este hecho.

La raíz de la corrupción siempre es la misma: la sensación de impunidad, de enriquecimiento rápido y de que, en el fondo, no significa hacer daño, robar, a nadie»

Su novela no puede calificarse de partidista porque desmenuza tanto la corrupción del PSOE como la del PP. Cuando todavía sigue latente el ‘Caso Gürtel’ que afecta al PP, nos encontramos con un ‘Caso Tito Berni’ que pudiera ser la punta del iceberg de financiación ilegal del PSOE. ¿Hay alguna diferencia sustancial en el modo de corromperse en esos dos partidos?

No existen grandes diferencias entre la corrupción como consecuencia del origen partidista de sus autores. Diría, incluso, que ni siquiera hay una corrupción ‘española’ que se diferencie de la que se produce en otros puntos de Europa. Los medios de comunicación nos han advertido también de un episodio de corrupción que ha sacudido a miembros y ex miembros del Parlamento Europeo, el Qatargate o Moroccogate; un caso en el que el apartamento de la ex vicepresidenta de esa institución, Eva Kaili, se guardaban billetes de 500€ en cajas de zapatos. Es verdad que a veces resulta un tanto más zafio, más cutre, algún episodio de corrupción española, con el acompañamiento de la droga o la frecuentación de prostitutas, pero la raíz es la misma: la sensación de impunidad, de enriquecimiento rápido y de que, en el fondo, una recalificación urbanística —por ejemplo— no significa hacer daño, robar, a nadie.

No hay duda de que también en ambos partidos hay muchos políticos honestos. Usted ha sido dirigente del PP. ¿Cómo pueden convivir en una misma organización honestos y corruptos?

A veces he compartido la reflexión que se formula en la pregunta con un amigo que tenía despacho en la planta de los principales directivos del PP. Él decía que, cuando pasaba por esa planta el principal agente corruptor de una de las tramas a las que se ha aludido, nunca tocaba a su puerta. Los corruptores disponen de una especie de sexto sentido respecto de la gente que saben que no es susceptible de caer en esas prácticas. Conmigo ocurrió lo mismo seguramente.

Las corruptelas políticas van creando clientes. ¿Ese es el motivo por el que el partido más corrupto se adueña de ciertos territorios?

En efecto, se trata de uno de los motivos. Generalmente la corrupción exige un trabajo en red, es un eje en el que algunos obtienen favores a cambio de dinero. Para eso hay que implicar a mucha gente: empresarios, políticos, funcionarios, intermediarios…

Y existe también una corrupción que hunde sus raíces en la historia de la política española: la que se refiere a la creación de redes clientelares que tienen su acomodo en la recepción de favores recibidos por la Administración Pública. A eso se le llamaba ‘caciquismo’, que recibía su nombre de la institución americana del ‘cacique’ que los españoles conocimos después del descubrimiento del continente. Al caciquismo, y la compra de votos, que constituía una práctica de los partidos turnantes en el sistema de la Restauración canovista, le correspondía la de la ‘partida de la porra’, practicada por los socialistas al final de ese periodo histórico. Este tipo de corrupción era bastante más peligroso: estaba enquistado en el sistema e impedía que los ciudadanos expresaran claramente su voluntad política en las urnas.

Creo, y espero, que ya el ciudadano español no va a mirar hacia otro lado respecto a la corrupción»

¿Cree que en los últimos años ha crecido la concienciación contra la corrupción y que esta tiene coste electoral, o hay una sensación de que como todos son corruptos sigo votando a ‘mi partido’?

Durante mucho tiempo se ha producido en España el insólito fenómeno de que no importaba mucho la práctica de la corrupción si ésta procedía de ‘los míos’, o la justificación de alguna izquierda que pensaba que “si los otros llevaban mucho tiempo robando, ¿qué más da que ahora roben los nuestros un poco?”.

Esta justificación varió mucho como consecuencia de la crisis de 2008, la de Lehman Brother y las hipotecas sub-prime, que en España se vio agravada por la crisis de las Cajas de Ahorros y sus inversiones calamitosas y fraudulentas, a la que seguirá en la práctica una intervención de la economía española por parte de las instituciones europeas con un coste que debió asumir la clase media española. La observación de gentes que se habían corrompido, había llevado a la quiebra a una parte significativa del sistema financiero y de que la liquidación del desastre debía ser asumida por los contribuyentes, que carecían de responsabilidad en el desaguisado incurrido, con el impacto correspondiente en el incremento de los impuestos y la reducción drástica de los servicios públicos que recibían, generó una clara comprensión de la relación de causa y efecto de la corrupción.

Creo, y espero, que ya el ciudadano español no va a mirar hacia otro lado respecto de estas prácticas.

La determinación de buena parte del electorado de Cs de impedir democráticamente que el actual presidente del gobierno revalide una mayoría electoral peligrosísima para España, supondrá un voto masivo al PP»

Por último, teniendo con nosotros a un exdirigente de Ciudadanos no podemos evitar preguntarle por qué futuro cree que le depara a su antiguo partido.

Me gustaría equivocarme, porque sigo pensando que España necesita un centro liberal que permita a los grandes partidos españoles pactar con otro partido nacional y no con populistas, regionalistas, nacionalistas e independentistas; pero creo que los errores de Cs desde la negativa de su entonces líder a ofrecer un pacto a Pedro Sánchez, los de la dirección presidida por su sucesora (moción de censura en la autonomía de Murcia incluida) y la determinación de buena parte del electorado de Cs de impedir democráticamente que el actual presidente del gobierno revalide una mayoría electoral peligrosísima para España, supondrá un voto masivo de ese electorado al PP.

Pasada la primera parte de la eventual experiencia de gobierno ‘popular’ y de las insuficiencias que suponga, es muy posible que se abra la posibilidad de una recomposición de ese espacio político, que creo existe en España, con otras ideas y otros dirigentes. En el momento actual, el que va de las elecciones autonómicas a las generales, sin embargo, no creo que sea posible.

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