Imagen de Killy Sparre

¿Para qué la poesía?

No te muerdas la vida. Tampoco la guardes en sombras o al vacío. Atrévete a sacarla fuera y que las palabras la cuenten, la disfruten, la cautericen. La poesía es un arrebato de intimidad basado en hechos reales, y sin duda también una llave inglesa que atornilla, desentuerca y libera las emociones, ajustando a su boca la sensibilidad y la fuerza.  Cada 21 de marzo, desde que hace 21 años la UNESCO le regaló una fiesta, no está de más reivindicar su normalidad en lo cotidiano. Lo mismo que la de la cultura y la de lo sensible. Estética, ética, profunda, carnal, veraz, en legítima defensa contra todo lo que nos deshumaniza. En esta época donde del materialismo todo se desmorona, y la danza de los números nos recuerda la visión neoyorkina de Lorca, las personas necesitan escapar con un sueño dentro. Hacer de la poesía un motor de oxígeno libre frente a todas las mordeduras del tiempo, de las extrañezas, de la trama de la que somos sus personajes, sin apenas oponer resistencia.

El lector de poesía (Ilustración de Christian Schloe)

No sé si estas respuestas despejan la incógnita de la pregunta del libro de Juan Cobos Wilkins. Atlántica voz con arcángel, impura en su biografía deslumbrada por el hallazgo lorquiano en el lago Eden Mills de Nueva York a los dieciséis. Siempre hay una primera lectura que nos descubre que el corazón es bilingüe, y existe una literatura epidérmica para expresar lo que se nos rompe. César Vallejo y Vázquez Montalbán en la adolescencia de Isabel Pérez Montalbán para quien la poesía es una toma de conciencia. “La esperanza de aquello que no tiene esperanza” dice un verso de Raúl Zurita con el que Raquel Lanseros recuerda el deslumbramiento de ‘En la másmedula’ de Oliverio Girondo. La poesía educa las emociones de la experiencia, y desde su lenguaje nos asoma a los sujetos secretos de nuestra identidad.

la poesía educa las emociones de la experiencia, y desde su lenguaje nos asoma a los sujetos secretos de nuestra identidad”.

Esta es la naturaleza de un género que ahonda en los eclipses y que José Luis Rey define como un don de ver. Un voy contigo para Antonio Lucas a quien se la descubrió Rimbaud, y la dignidad del hombre acerca de la que Braulio Ortiz Poole aprendió con ‘La casa encendida’ de Luis Rosales. Desde su inalienable individualidad de su verdad, cada poeta la define con una voz cruzando un puente hacia otra. Lo detalla José Antonio Mesa Toré, director del Centro Cultural Generación del 27 en cuya memoria lo enroló el ‘Jardín cerrado’ de Emilio Prados, al escribir “cada poeta es un río que en otro desemboca, y así juntos navegan por encima del Tiempo hacia un mar indiviso cuya voz, si plural, es una, y es eterna”.

‘Exposición poética de la ciudad’ de Paco Negre (Centro Cultural Generación del 27/2020)

Estrena primavera la literatura de los rebeldes y de los amantes, de las flâneuses, de las vikingas y de los argonautas de los abismos y de los naufragios de los que tatuarse de Baudelaire “Oh, Satan, prend pitié de ma longue misère”, como Chantal Maillard al iniciar su travesía. Quizás el hexámetro de Virgilio (Eneida, VI, 268) “ibant obscuri sola sub nocte per umbram” del que hace divisa en piedra Luis Alberto de Cuenca. Igual que una declaración de pertenencia para Violeta Niebla con “ahora soy una montaña entre mujeres montañas”, enarbolando a Sylvia Plath. Cada uno a su manera representa ‘Las personas del verbo’ -de las que Gil de Biedma le mostró a Manuel Vilas la autoficción en el espejo- en un domingo donde tienen muchos mundos la poesía, convocándonos en la orilla de las caracolas de su oído.

Ilustración de Christian Schloe

En Granada, Jesús Ortega al frente de su capital literaria de la Unesco, se la lleva al monte y le inventa un romancero de Zambra en La Chumbera, con Nieves Chillón, Ángeles Mora, Teresa Gómez, Trinidad Gan, Eduardo Castro y una pléyade de nombres. Málaga estrena de mano ‘Sabor de aire’, la trayectoria poética de Antonio Parra a cargo de José Infante, deudor de San Juan de la Cruz, y el ‘Litoral’ de Saval prepara sus páginas de noches de bares. Sevilla se convierte en una frontera de letras, de mundos abiertos, de voces y versos con Pepa Merlo, Álvaro Salvador y Alejandro Luque. En Puente Genil, presentan el III Premio Juan Rejano con cartel de Víctor Almeda. En Madrid sueñan abrir Velintonia 3 con el afán de que Aleixandre deje de ser la desolación de un fantasma, y Radio Nacional llenará las ondas del aire de alejandrinos, de geografías y desafíos del lenguaje al que hallarle, como decían Valente y Caballero Bonald, la palabra exacta dentro del verso, la sustancial en el oleaje del poema.

A batallas de amor, campo de plumas”.

Qué hermoso lo dijo Góngora y perdura su eco en las soledades. Huella de pie firme en los comienzos de Francisco Ruiz Noguera. Está también en la connotación de lo lírico la verdad de su misterio como recuerda Concha García citando de Alejandra Pizarnik: “explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco”. Coinciden, desde timbres diferentes de introspección y pausa, Ernesto Pérez Zúñiga y su idea de que la poesía convierte en materia lo que estaba ausente; Vicente Luis Mora defensor de que es expresión verbal desencajada; Olalla Castro lectora de Emily Dickinson y de Maillard cuando “siente fuera de mí la lengua retrocede”. Y Javier Lostalé en comunión con John Donne “envuélveme en oscuridad mientras escribo”. No sé detenerme, no aprendí a morirme.- parece continuar Antonio Luis Ginés en “Antonov”.

Tienen los poetas conciencia de un idioma tan abisal como sensible en el que echan raíces de compromiso o de belleza, o de ambos conceptos engarzados en garra con el oficio de

encender una luz en la oscuridad para ver una realidad que no está pero sucede”.

Fotomontaje de Arno R. Minnkinen

Cansados de la difícil convivencia con un guión de los días cargados de facturas, trámites online, ideologías en combate, con las convicciones tan frágiles y casi nada de lo real fuera de las pantallas, no estamos para esa poesía que se sube al escenario de Instagram. Igual que un sentimiento con el que pintarse los labios con un verso de calle. La han puesto de moda la democratización de la literatura enredada en internet y el boom comercial de las editoriales. Es lo que vende la mediocridad en esta época con exceso de escritores exprés, sellos de autoedición y déficit de lectores forenses; a pesar de que los informes de CEGAL aseguren que desde el confinamiento la lectura aumentó 7 horas y 25 minutos a la semana. Somos otros los que preferimos la poesía que, según Lara Moreno al presentar ‘Tempestad en víspera de viernes’ en cuya escritura se desnuda valiente, está en todas las artes, es pensamiento, puede ser ficción, es política.

“la poesía está en todas las artes, es pensamiento, puede ser ficción, es política”.

Lo subscribe veterano Antonio Jiménez Millán, enrolado en el género con la ‘Poesía completa’ de Machado, a través de la certeza de Ángel González de que “la poesía es una forma de pensar la vida”. Y Juan de Dios García –despierto por el ‘Azul’ de Rubén Darío- con el acento de Javier Egea nombrándola “pequeño pueblo en armas contra la soledad”.

Fernando Quiñones cortando las cuerdas de todas las dictaduras en la acción poética ‘Poetas en su marco’. (La Carpeta. III Encuentro de Poetas Andaluces. Granada 1983)


No hay mordaza, muro ni cuerdas contra las que la poesía no sea una escritura en libertad, una actitud de abrirse camino con imaginación audaz. Fueron Mallarmé y Apollinaire con sus Caligramas los primeros en cuestionar lo discursivo y buscar su materialización en la imagen, en el objeto y en la performance. Merece la pena volver sobre los poemas de Joan Brossa, de José Miguel Ullán, de Gómez de Liaño y Felipe Boso en los años sesenta, de Rafael de Cózar, Pablo del Barco, Fátima Miranda, y Julia Otxoa después. Lo mismo que redescubrir la acción plástica de Juan Hidalgo, y las de los malagueños Agustín Parejo School y los granadinos de La Carpeta. Dos colectivos contestatarios en introducir la creación experimental en el terreno de lo político, al igual que en lo urbano. Es lo que hicieron los de Granada en 1983 en el III Encuentro de Poetas Andaluces, reiniciando los ordenadores del Centro Nacional de Cálculo con poemas de Rafael Alberti y de Elena Martin Vivaldi, como si fuesen cartas de amor para abrir el corazón de las máquinas.

 

Es transversal la poesía en la vibración de su pathos, en la cadencia de piel de su erotismo, en la saudade de la nostalgia. Negra sombra que me asombras […] en todo estás y eres todo. Grande Rosalía de Castro, componiendo en la ensoñación la musicalidad de lo humano. El poema como el lugar donde mejor cuadran de la vida el Haber y el Debe en asientos contables.

el poema es el lugar donde mejor cuadran de la vida el Haber y el Debe en asientos contables»

Es lo que tiene la poesía de vital, de estético, de romántico e ideológico. No olvidemos las ‘Epístolas de Séneca a Lucilio’, que despertaron la vocación del reciente premio Andalucía de la Crítica Diego Medina, en las que están presentes la voluntad como facultad bien diferenciada del entendimiento, su afirmación de la plena igualdad de todos. Con atrevimiento podríamos añadirle que a todo lo imputable a la poesía, hay que respetarle su presunción de culpable. Es de hecho su práctica una actitud subversiva. No es extraño, si se desbloquea la mirada, encontrar personas que son un aforismo, un soneto, un haiku. Le gusta repetirlo a María Eloy García, evocando a Pessoa y su poesía como una manera de estar solos: “hay metáforas más reales que las personas”.

‘Arde el mar’ de Gimferrer, su maestro, y “Somos el tiempo que nos queda” evoca al caballero de Argónida Joaquín Pérez Azaústre, en este imperfecto período donde la lyrica debería recetarse en la escuela, en la sociedad y en la política, contra la ansiedad generalizada.

Celebremos hoy la posibilidad de otro mundo mediante la fiesta de la poesía, y mañana y al otro, y al siguiente, hagamos de su lectura un presente de indicativo.

Que su luz por dentro, la vida nos encienda.

 

 

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