Lagunillas en el olvido

La semana pasada, Lagunillas aparecía en todos los informativos a causa de una operación contra el terrorismo yihadista que se saldó con varios detenidos. La última vez que este céntrico y tranquilo barrio malagueño copó la atención de los medios de comunicación fue, justo antes de la pandemia, por un motivo bien distinto: la campaña publicitaria ‘Con mucho acento’ de Cruzcampo. El anuncio, que rápidamente se hizo viral, hacía hablar a Lola Flores de diversidad y empoderamiento por medio de una recreación digital (deepfake). Las imágenes de la Faraona aparecían junto a otras instantáneas de jóvenes en diferentes entornos urbanos que apelaban a la tolerancia y la modernidad. Entre los escenarios escogidos por los responsables del spot aparece Lagunillas, un lugar plagado de grafitis capaz de transmitir –y aquí entra en juego el ángulo desde el que se mire– creatividad, multiculturalismo, juventud, integración… En definitiva, esperanza.

Cada vez que Lagunillas brilla por su esencia abierta, acogedora y solidaria, las siniestras sombras que deambulan por sus esquinas echan a perder cualquier atisbo de futuro. Los dedos torcidos del abandono institucional están tras los incontables solares y casas en ruina del barrio, que no ve llegar la hora de un cambio definitivo que lo acerque a la smartcity y lo aparte del cruel ostracismo. Este olvido crónico abrió hace años las puertas de par en par al menudeo y la especulación de las viviendas turísticas, dos clásicos de la zona. Nadie esperaba que el terrorismo islámico fuese otra consecuencia más, aunque ahí está. ¿Podía haber sucedido en cualquier otro barrio de la ciudad? Posiblemente, sí. ¿Era Lagunillas el que más papeletas tenía? También.

Salvo la efímera publicidad, no parece haber un verdadero interés institucional en empoderar Lagunillas, donde es más que probable que el niño Picasso diese sus primeros paseos. Pocos recuerdan que su vecina más ilustre fue la abogada y política republicana Victoria Kent –olvidada por completo por su ciudad– y su referente más popular el cantaor Miguel de los Reyes. La confrontación administrativa que desembocó en el fracaso de las tecnocasas terminó de darle la puntilla al lejano sueño de la regeneración de la zona, que acabó siendo declarada “barrio marginal” por la Unión Europea.

Cuentan que hay nuevas propuestas en marcha, que el OMAU ha estudiado la situación del barrio para su regeneración, que existe un gran interés político y que bla, bla, bla, como diría Greta Thunberg. Mientras tanto, la histórica Casa Ceferina ha echado el cierre para siempre y cada día cuesta más mirar el mural dedicado a Pablo Ráez para seguir su consigna de ser “siempre fuerte”. Porque por mucho que La Polivalente continúe con su titánico esfuerzo de programar a diario; por más que El Tinglao se empeñe en hacernos sentir como en casa entre quesos y vinos; por insuperable que sea el aliño de los pollos de Don Pablo o El Boquerón de Oro nos haga soñar con una pedrea millonaria, Lagunillas mantiene un nivel de degradación que ni se merece ni es digna de ninguna ciudad del siglo XXI. Sus vecinos seguirán ideando formas para sobrevivir entre muros y escombros, como hizo el querido Miguel Chamorro con la Asociación Fantasía Lagunillas, pero es necesaria y vital la actuación de los de arriba. Los grafitis y Lola Flores han sido de gran ayuda, pero si no se actúa pronto, el olvido y la ruina volverán a caminar a sus anchas desde Huerto del Conde hasta el Jardín de los Monos.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

0 £0.00