Japón. Donde las calles no tienen nombre

Lo que nos diferencia y nos separa

No me toques los vinilos

Siempre he pensado que me ha poseído el espíritu del niño del anuncio del famoso refresco de cola. ¿Lo recuerdas?. Aquel en el que el hijo mediaba entre sus padres para reconciliarlos. Pues eso, sé que lo tengo crudo, pero es que no me gusta ver enfrentarse a la gente, odio las broncas, no soporto las peleas, me horroriza ver llorar, no puedo con el sufrimiento en general.

Recuerdo que en más de una ocasión trabajando de noche me pilló más de una pelea y acababa siempre temblando y descompuesto.

Sé que es un imposible, que el mundo está como está, que poco se puede hacer, pero me niego a pensar que seamos tan distintos y que nos separe tanto del vecino, del frutero o del médico de cabecera.

Creo que hay más cosas buenas que malas del que crees tu enemigo y que deberiamos ponernos al turrón y hacer propuestas que concilien y acerquen, olvidando el ruido de fondo .

Se me ocurre una a un problema de siempre, a veces dormido pero eternamente latente, complejo y conflictivo: los nombres de las calles y plazas.

¿Qué tal si en vez de cambiarlos según les parece a unos y otros se les numerase?.
Quizás por frívolo y absurdo que suene nos quitásemos un tema de división. Apuesto por las calles sin nombre.

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