Los versos del capitán Saval

Nació en Chile este sobrino nieto del poeta malagueño de la Generación del 27 Emilio Prados, exiliado del buen tiempo del Litoral que encuadernó junto con Manuel Altolaguirre en una imprenta con forma de barco. No sabe Lorenzo Saval si desde niño él tenía ya en la cabeza un vapor o un velero, entre las palabras un pez que se le escurría hacia las nubes y en los dedos un cordel sujeto al vuelo de los pájaros. Le gusta jugar al destino y al joven que desembarcó en 1975 en España, con tacto para hacer girar la música de las caderas de la música, lo condujo a Torremolinos donde José Amado lo puso a escribir con buena letra las cartas para los subscriptores de la revista, le concedió la mano de su hija María José, y un día le cedió el timón para que navegase con su propia bitácora. No sabe el número exacto de cabos, ensenadas, islas, playas en las que ha abierto al sol de la lectura sus monográficos de poesía con un mascarón de proa en la portada, y tarda lo suyo en exponer a solas. Desde Suspense en 2013 no había llenado, como hace ahora y hasta final de enero de 20023 en La casa de Los Navajas de Torremolinos, las salas de un puerto con sus portadas, sus collages y sus ensamblajes.

¿La exposición es un homenaje a Litoral?

La exposición es un escaparate plástico de las portadas que han ido definiendo la evolución de la revista, como la del número de Gerald Brenan del 85, la que dedicamos a los trenes y otras portadas significativas, con alguna reciente como ‘La trapecista abducida’.

Y los barcos, siempre los barcos de los que una vez escribí que eras cazador y en cuyos collages enrolas a poetas y amigos, como aquella vez en 2006 cuando, por el 80 cumpleaños de la revista, nos llevaste de singladura en el Amorina con niebla al Peñón del Cuervo.

Si, que buen recuerdo con Luis García Montero, Caballero Bonald, Ángel González, María Victoria Atencia, Carlos Marzal y tantos amigos a bordo recitando poemas. Sueño con comprar los barcos que imagino y como no los encuentro indago en los rastros, que son yacimientos de minerales feos que ocultan dentro piedras preciosas, objetos a los que manipulo en busca de la forma que he intuido dentro y que me empeño en sacar a la superficie y en definir artísticamente.

En ese proceso de creación pienso en el nombre que debe tener ese barco y su capitán y la historia que tienen. Esto me abre siempre las ganas de contarla, de hacer un libro, pero me tengo que conformar con la poética que narra la imagen”

Litoral siempre me reclama tiempo y mi libro de tapa dura sobre barcos y sobre mis collages se queda rehén de la pereza y de un futuro aplazado. A pesar de algún libro de relatos eróticos o de El hacedor de calendarios, la literatura es lo que siempre sacrifico.

¿Qué surge primero la imagen o un poema?

Siempre es primero la imagen del objeto. En el número dedicado a la moda revisé modistos, trajes de mujer, modelos y del estudio de esas visualizaciones van surgiendo tanteos sobre esa poética de la imagen y del personaje y van apareciendo cosas interesantes.

El collage es la continuidad de una búsqueda y de un hallazgo, la mutación de la imagen. Es como un poema en movimiento que lo primero que debe provocar es asombro”

Primero a ti como creador, y luego al espectador que es un voyeur que desea encontrar cosas, que mira con un ojo especial. En ese trabajo utilizo una imagen, la escaneo en el ordenador y le planteo variantes que voy construyendo. Ocupo la técnica hasta que me gusta una especialmente y la imprimo en un papel Hahnemühle alemán. Soy fiel a Picabia cuando dice “No hay obstáculo, el obstáculo es el rumbo, no hay que tener rumbo”.

¿Hay veces que las portadas, los cuadros, sus relatos surrealistas te exigen mesa, tijera, pulso?

Sí, claro, muchas, porque en el fondo me gusta mancharme las manos con la pintura, recortar papeles, ejercitar el pulso, superponer materiales.

El collage exige sentir el cuerpo de lo que has imaginado. El arte implica todos los sentidos”

La seña de identidad de Litoral son sus portadas. Manuel Ángeles Ortiz, Benjamín Palencia, García Lorca: un pez, un marinero, una sirena. Los símbolos sobre los que has ido recreando variaciones y lecturas desde 1975.

Es verdad, están todos presentes como personajes icónicos de los temas que hemos tratado en la revista. Los marineros que a veces son saltadores, funambulistas, jugadores. Los peces muy presentes, también en mis objetos surrealistas, como estas tijeras de Finlandia convertidas en pez, o ‘Los cazadores de Zepelines’ que recuerdan las ballenas voladoras del poema de Huidobro. Incluso la exposición que hice como si fuesen un acuario. O las lágrimas de lluvia modeladas con forma de cabecita de pez.

¿Y la sirena en la representación de las mujeres misteriosas de tu obra?

La mujer desde el principio de mi obra me ha pedido formar parte de la literatura del cuadro. Ser un personaje que cuenta o a la que descubrirle el secreto que sugiere, una historia particular dentro de la historia del tema del cuadro.

Las mujeres son un mundo que me llama y que me fascinan por todo el misterio que representan”

Barcos voladores, buzos femeninos, mascarones de proa. ¿Tu estudio es tu particular Isla Negra nerudiana?

Nací muy cerca de la influencia de Neruda. Su casa estaba próxima a la de mis padres y me fascinaba su personal coleccionismo, sus barcos dormidos dentro de una botella. Neruda me abrió la lectura, y más tarde Darío Carmena que me acogió aquí y me enseñó a dibujar, cómo hacer las caras, a no repetir la escritura dentro de la escritura, la importancia de la atmósfera. Yo necesito un ritual de atmósferas: incienso, una copa, la música. Sin ella no puedo crear y en ese aliento está el jazz contemporáneo que me inspira, que me da impulso para escribir, para que fluya el lenguaje.

“La música es cómo subirse a un tren que te lleva”

Atmósfera y surrealismo muy presentes en la magia literaria y en los dibujos de Rafael Pérez Estrada, en quién tanto te reflejas.

En mi obra me he mirado en artistas que me gustan mucho como Max Ernst, Enrique Brinkmann o Teté Vargas Machuca con esa dureza que muestra, el choque que producen sus imágenes, en Stefan que me abrió una visión de la escultura que trabajaría en un futuro. Pero entre todos Rafael Pérez Estrada por esa atmósferas que crea, por su manera de ver las cosas, por el collage que te permite pintar primero las palabras para que tengan sentido. En el monográfico que le dedicamos me descubrí muy reflejado.

Antes de llegar a esta isla, estuviste diez años sin existir oficialmente en España. ¿El sueño de un poeta o de un voyeur?

Es verdad, desde que llegué de Chile tardé mucho en arreglar los papeles. Tampoco me preocupaba ni tenía la necesidad hasta que llegó la amnistía y entonces decidí identificarme, ser yo porque Lorenzo Saval no existía. El otro era José Lorenzo Leiva Saval al que le siguen llegando las multas de tráfico, las cartas del banco. Yo me he dividido siempre en muchos personajes: el que hace collages, el que escribe editoriales o narraciones breves, el director de Litoral, el amigo de sus amigos, el que hace portadas de libros para Antonio Soler, Felipe Benítez, para ti y otros amigos. El que hace diseños para escenarios y discos de Sabina, de Miguel Ríos, de Serrat. El capitán como me catalogas tú, el que juega solitarios.

Sí, porque llevas años haciéndolo con diferentes identidades.

A día de hoy tengo 64, cada una con un rostro, un nombre, una personalidad diferente, hacia los que siento afinidad, indiferencia, rechazo, y hago juegos entre ellos con la honradez del jugador que no hace trampas. Últimamente les pongo nombres de países con sus figuras y hago largas partidas y clasificaciones.

Siempre juego después de comer porque si me acuesto se me corta el cuerpo y la imaginación”

Otro de los juegos con los que disfrutas es el de las cartas poemas que vuelas ida y vuelta con Lou Dubois. Una correspondencia lúdica de la amistad en la época en la que ya nadie se juega a una carta el corazón.

Lou Dubois es mi alter ego. Un día me escribió una carta en la que se presentaba con un collage fascinante diciendo que le gustaba mi obra y quería conocerme e iniciamos una divertida relación epistolar. Sus collages son del tipo de Adrián del Valle y de Max Ernst, es un purista y a la vez un loco. A Lou se le moría el gato y le recortaba los bigotes y los pegaba en el collage. En 2020 íbamos a hacer una exposición en una galería de Saint-Tropez y la pandemia lo fastidió, al año siguiente no nos atrevimos y éste con una prevista para julio con cajas-objeto apareció un coleccionista y me compró todo lo que había hecho. Ahora estoy como loco preparando lo que haremos para otra próxima exposición en Paris. Espero que sea la definitiva.

Las cajas objeto son otras de tus piezas favoritas. ¿Qué le enriquecen a tu poética?

Las cajas me permiten jugar con el espacio y con las sombras que son el misterio del cuadro. Sugieren otras perspectivas y enriquecen el relato que tiene que contar el collage, siempre tiene que pasar algo dentro de él, y que cada cual lee a su manera.

Y de las Cajas a los Ensambles, con ecos de Marcel Duchamp, y con los que la escultura se hace carne.

Es lo que más me gusta últimamente, aunque su presencia es habitual en el imaginario de mi obra desde hace mucho tiempo. El primero que hice fue con una cabeza griega de Hígea que se me rompió y decidí armar de nuevo con cemento blanco y un trozo del muro de Berlín. Después llegó el Titanic con una plancha vieja y el carbón del mítico barco, luego la máquina de coser el mar con su brújula al costado. Y está mi fascinación por las hélices y que los barcos vuelen. Me seduce darle otra vida y una historia nueva a los objetos. También fue un descubrimiento el barro que no requiere horno y me facilitó moldear, sobre todo caras, y crear mi propia iconografía.

La escultura son las tres dimensiones que te permiten girar la imaginación y te regalan en su proceso creativo y en su finalización una maravillosa experiencia táctil.

Es una delicia encerar una caricia en la escultura terminada y sentir que cobra vida”

Litoral, Medalla de Oro de las Bellas Artes en 2018 y Premio Nacional de Fomento de la Lectura en 2021, pero cada número hay que pelearlo. ¿La cultura es un prestigio sin financiación?

Hoy mismo el Ministerio de Cultura nos ha comunicado que la subvención que nos daba de ocho mil euros al año se divide ahora en dos años. Así es muy difícil hacer una revista con la calidad con la que los hacemos, y rebajar esa calidad sería su muerte. Las administraciones sólo entienden de números y consideran las subvenciones como unas ayudas puntuales, casi simbólicas. Ninguna institución nos ayuda a pesar del prestigio de ser la revista de la Generación del 27, de hacerse en Málaga desde sus inicios en 1926.

Litoral no es una industria cultural, es el milagro de una pasión”

Siempre lo decimos María José y yo, después de pasar más de un momento amargo entre la falta de dinero y la presión de mantener la revista que creó mi tío abuelo Emilio Prados. A veces con el agua al cuello, el barco lo reflota un sponsor privado como cuando Baleares nos permitió hacer el número de Líneas marítimas. Lo habitual es ir sacando números cuando el dinero lo permite, sin estar pendientes del horizonte. De hecho el próximo años íbamos a hacer un Litoral dedicado a Picasso que habíamos preparado con José Guirao y a su muerte empezaron los problemas con el listado de colaboradores, y lo peor de todo la indiferencia hacia el trabajo que habíamos hecho y la ilusión del proyecto.

MIguel Gómez, en primer plano, y Antonio Lafarque

Ilusión y trabajo en cada proyecto, en cada número. ¿Cómo es ese proceso de astillero a la hora de crear la revista, su tema y de enrolar su tripulación?

Tanto en la época de contenidos con los poetas José Antonio Mesa Toré y Antonio Jiménez Millán trabajamos con un paquete de temas. Y desde hace años es igual con Antonio Lafarque que es un personaje que tiene el mal de Atlas, el de la perfección. Él compone la tripulación de nombres que necesita la poética del número y ambos consensuamos las firmas y la idea del Litoral que nos apetece hacer y que suele ser el que mejor sale. Está también Miguel Gómez, con quien trabajo casi desde el principio, un maestro en pulir, empaquetar, resolver problemas técnicos. Y estoy yo con mi obsesión de encontrarle la imagen a cada poema. Disfruto buscando en libros de arte, rastreando pintores, fotógrafos, hasta que voy eligiendo y en cierto modo componiendo mi particular Historia del Arte. Y finalmente está María José, mi más feroz crítica, la que me exige y me impone plazos, y doma mi tendencia al barroco que tengo metido dentro de mi cabeza, y que es también la que trabaja y mucho la financiación.

En 2026 cien años de Litoral. ¿Cómo sueñas ese número?

Lo tengo ya en la cabeza. Lo ocuparía con todos los juegos de diseño que hemos hecho: troqueles, páginas que se abren…No sería un catálogo sino una edición especial que abarcarse toda la historia de la revista con artículos de arte, de naturalistas, académicos, escritores, que fuese divertido de leer y muy bonito. Y lo mejor es que ya tengo la financiación.

¿Y cómo sería un collage sobre Lorenzo Saval?

Como el de ‘Los versos del capitán’ que tanto te gusta.

EL CAMAROTE DEL CAPITÁN

Un pintor. Magritte. Delvaux. Joan Brossa. Últimamente Julio Larraz

Un poeta. Neruda. Huidobro. Ángel González. Pérez Estrada.

Una música. Bossa nova y jazz contemporáneo.

Una canción. Stairway to heaven de Led Zeppelin.

Una geografía. El mar desde un acantilado.

Un faro. El faro Vilán de la Costa de la Muerte.

Un fotógrafo. Helmut Newton.

Un narrador. García Márquez. Carpentier. Cortázar.

Una ciudad. París.

Una isla. La isla del tesoro.

Un pájaro. El mirlo que entró por la ventana y se apoyó en mi sillón mientras hacía el último número de Litoral dedicado a las Aves.

(Y, sin que los lectores se den cuenta, se les vuela el tiempo igual que a nosotros

Lorenzo Saval y Guillermo Busutil en La Cosmopolita 1988 (Copy Jesús Domínguez)

y los convierte en pájaros de Litoral para empezar a volar 2023).

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