Los ministros torcidos de Dios

Se estima que cada año 280.000 creyentes católicos pierden la fe y abandonan la comunidad cristiana. Supongo que algo tendrán que ver informaciones y testimonios que desde hace muchos años e inenterrumpidamente salen a la luz sobre abusos a menores en los ‘cuartos oscuros de la Iglesia’.

Según Eca Globlal (Organización de Supervivientes del Abuso Clerical) son más de 100.000 víctimas las investigadas por organismos independientes, aunque la mayoría de las Conferencias Episcopales del mundo (como la nuestra) se niege a entregar datos e información.

También se niega a abandonar y prohibir la adoctrinación de género que a día de hoy se practica en diversas Iglesias Evangélicas en nuestro país. Y eso que el cabecilla a nivel mundial de este tipo de organizaciones decididas a ‘curar al maricón’, Alan Champer, ha pedido perdón por los daños causados a miles de personas llegadas algunas incluso al suicidio y ha cerrado el chiringuito (Exodus).

Todos estos ministros, portavoces, discípulos o enviados de Dios, todo este emjambre, esta curia del pasado y parte del presente no hacen más que mancillar y ensuciar las buenas intenciones y acciones de otros muchos que si cuidan y atienden al prójimo y promueven la fe.

Tampoco ayuda a sumar creyentes la sombra de los ‘bebes robados’, se calcula que hubo unas 300.000 ‘adopciones irregulares’ entre el final de la guerra y el principio de la democracia, aunque se cree que el periodo y número fue aún mayor y se convirtió en un lucroso negocio.

También aleja a muchos hallazgos como el de la localidad irlandesa de Tuan, donde junto a un convento, en una fosa común, se hallaron más de 800 cadáveres de bebés y niños.

Por no hablar de la herencia franquista en nuestro país de miles de bienes inmobiliarios exentos de IBI. Ni que decir como tratan otras religiones y otros países a colectivos LGTBQ o a las mujeres por lucir melena, por ejemplo.

Por todo esto creo que debería de ser la propia Iglesia, las congregaciones y conferencias de todo tipo, las que tendrían que airear esos datos, dar luz a esas informaciónes, falcilitarlas y expulsar y no exiliar ni encubrir a esos que manosearon la fe de todas y cada una de las victimas de abusos sexuales, de los bebes robados y de los enterrados en fosas comunes. Solo así se limpiaría en parte la imagen sucia, antigua, de dolor, miedo y oscuridad que representa para muchos parte importante de la Iglesia y la religión. Si no, no será de extrañar que muchos más sigan perdiendiendo la fe.

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