Los otros Miguel Ángel Blanco

El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco ha sido seguramente el crimen de ETA que más ha conmocionado a la sociedad española. Es equiparable a los que cometían las FARC —a las que, por cierto, el secretario general del PCE Enrique Santiago ha asesorado— cuando ponían un collar de bombas con un cronometro a su víctima. Muerte en cámara lenta.

El asesinato del joven concejal de Ermua provocó que por fin la inmensa mayoría de la población española viera a ETA como un enemigo desalmado.

En los años de ‘plomo’ faltaba mucha solidaridad de la sociedad hacia las víctimas de ETA. A veces incluso se justificaba si la víctima era sospechosa de ser franquista»

Pero antes, durante muchos años, sobre todo en los de ‘plomo’, faltaba mucha solidaridad de la sociedad hacia las víctimas de ETA. Por entonces casi siempre los muertos —y los más de 15.000 heridos, no los 3.000 que ahora quieren vender— pertenecían a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Por entonces parecía que les iba en el sueldo poder ser asesinados por estos cobardes. A veces incluso se justificaba en cierto modo si la víctima era sospechosa de ser franquista.

El nombre de José María Ryan Estrada no dirá nada a la mayoría de los españoles. Era ingeniero jefe de la central nuclear de Lemóniz y fue secuestrado el 29 de enero de 1981 cuando se dirigía a su casa. Salió de la empresa a las 19.40 horas porque quería escuchar al presidente Adolfo Suárez, que acababa de dimitir. No llegó nunca a casa, ya que le raptaron y le trasladaron en un camión hasta una lonja en la calle Nagusia de Basauri, donde ETA había habilitado un zulo.

José María Ryan Estrada

Al día siguiente los etarras difundieron un comunicado en el que se condicionaba la liberación del secuestrado a la demolición, en un plazo máximo de siete días, de la central nuclear. Iberduero informó de que acataría la decisión que tomasen las autoridades vascas, al tiempo que los técnicos de la compañía se comprometieron públicamente a no hacer funcionar la central hasta que se decidiera su futuro en un referéndum popular. Todo fue inútil, y ETA cumplió su amenaza ocho días después del secuestro. José María apareció al borde de un camino forestal, con las manos atadas y un tiro en la nuca, muy similar a como encontraron a Miguel Ángel Blanco. Con 39 años, dejaba mujer y cinco hijos.

Alberto Martín Barrios tampoco es un nombre que lo recordará la mayoría de los españoles. Este capitán de Farmacia fue secuestrado el 5 de octubre de 1983 cuando salía de su domicilio para dirigirse a su puesto de trabajo en el gobierno militar de Bilbao. Todos los días solía llamar a las 10 a su esposa, pero ese día no lo hizo y se dio la voz de alarma. Encontraron su coche en las cercanías del edificio militar y con una pistola en su interior. En el garaje donde aparcaba el coche se encontraron unas llaves, de tal manera que se supuso que ahí había sido el secuestro.

Seis días después del secuestro ETA se atribuyó la autoría del secuestro y exigió la suspensión del juicio contra los miembros de la banda detenidos por el asalto al cuartel catalán de Berga dos años antes. En el lapso de tiempo que transcurrió entre el secuestro y el asesinato, los terroristas también mantuvieron un pulso con los medios de comunicación y con TVE en particular, a la que exigía la lectura íntegra de sus comunicados, llenos de propaganda radical, mientras en paralelo la familia del secuestrado pedía angustiada, a través de esos mismos medios, que liberasen al farmacéutico.

Familia de Alberto Martín momentos después de haber conocido la muerte

El 13 de octubre la banda dio un plazo de 36 horas para que el texto fuera leído en los informativos de las 15.00 horas y de las 20.30 horas. Este ultimátum iba acompañado de dos fotografías del secuestrado, en las que Martín Barrios aparecía con barba de varios días delante de una ikurriña y de carteles y pegatinas de la banda. Ante esta presión, TVE emitió el día 13 una parte del escrito, condicionando su difusión completa a la liberación del capitán.

El cuerpo sin vida de Martín Barrios, amordazado y con un tiro en la sien derecha —también de forma parecida a como encontraron al chaval de Ermua—, apareció en una zona boscosa de las inmediaciones de Bilbao. Tenía 39 años, mujer y 3 hijos.

Al primero lo mataron Alfonso Echegaray Achirica y Juan Cruz Maiza Artola, el crimen contra Martín Barrios sigue impune y sin conocerse a sus autores.

ETA no dio un paso más allá en su sadismo al asesinar a Miguel Ángel Blanco. Continuó con un modus operandi»

ETA no dio un paso más allá en su sadismo al asesinar a Miguel Ángel Blanco. Continuó con un modus operandi que aunque no utilizó con frecuencia no lo estrenaba con el concejal del PP. Lo que cambió tras el asesinato de Blanco no fue ETA —que era la misma despiadada de siempre— sino la sociedad española. Por primera vez se salió a la calle con energía para parar a los asesinos y a sus aliados. Fueron unos días en los que por primera vez las calles vascas eran de los demócratas, y los batasunos no se atrevían a salir. La estrategia de ETA consistía en socializar el terror, no atacar solo a las víctimas potenciales sino también a todo su entorno para dar inseguridad a toda la sociedad y que presionase al gobierno de turno para su rendición.

En esos días, la sociedad española, desgraciadamente por muy poco tiempo, consiguió socializar el miedo de los enemigos de la democracia, y las sedes de HB se cerraron a cal y canto porque tenían miedo de ser atacados.

Pero esta situación duró muy poco porque enseguida vinieron el PNV e Izquierda Unida a tirar un salvavidas a ETA y su entorno con el Pacto de Lizarra. Justo cuando ETA estaba vencida, y no solo por la actuación policial sino porque la sociedad española estaba dispuesta a enfrentarla con todas las fuerzas a su alcance.

Es fácil reconocer a los culpables de que ETA continuase y de que ahora sus herederos pacten con el gobierno en una ley muy —mal llamada de memoria democrática— que el franquismo llegó hasta los primeros años del gobierno de Felipe González.

Gonzalo Sichar es doctor en Antropología y licenciado en Económicas. Profesor de Antropología en la UNED y secretario general del Centro de Investigaciones sobre Totalitarismos y Movimientos Autoritarios (CITMA).

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