Mirar para otro lado

África se muere de hambre y no hacemos nada. Si, mirar para otro lado. África se muere de hambre y lo único que hacemos es dejarlos morir en el mar o recibirlos con pelotas de goma y alambradas de espinas.

Las regiones del Sahel y del Cuerno de África se enfrentan a una crisis sin precedentes. A la guerra en Ucrania, uno de los mayores graneros de trigo del continente, se le suma la crisis climática con una enorme sequía y la pandemia. Solo en esa zona hay 49 millones de personas en riesgo de hambruna, más que la población de España, 16 de ellos niños. Repito,16 millones de niños.

Aquí en el primer mundo andamos preocupados por lo nuestro, por cómo todo ésto nos puede afectar. Uno de los economistas más reconocidos y seguidos, Santiago Niño Becerra, nos alertaba con un tremendista titular ‘Este será nuestro último verano’, explicaba que la inflación, el precio del gas y su posible déficit de suministro, el carburante y las energéticas traerán en otoño otra crisis parecida a la vivida en 2007.

Propone para minimizar el posible impacto dejar de consumir, de llenar bares y viajar menos. Me da a mí que no va a ser así. No hay màs que levantar la vista del móvil y observar bares y terrazas a reventar, tiendas repletas de gente y una noche de San Juan como las de antes, su música, su muchedumbre, su alcohol, sus peleas y su vergonzoso amanecer de plástico.

A veces me cuesta coger el sueño (motivos no me faltan). Uno de ellos es saber que pertenezco a una generación y a una región que pasará a la historia de la civilización por dejar morir al continente vecino.
Parafraseando a Albert Einstein: «El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por aquellos que miran sin hacer nada».

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