No es ciudad para viejos

Querido director, supongo que quien pertenezca al segmento de población malagueña comprendido entre 15 y 65 años,- es decir, 388.615 personas entre hombres y mujeres -, deberá pensar, “¿de qué va este hombre que titula un artículo de un modo tan extraño…Seguro que será un viejo resentido que quiere que nos preocupemos por la vejez, con lo lejos que nos queda”. Es natural: lo mismo habría pensado yo hace diez o veinte años, cuando aún pertenecía a ese segmento de población. Pero un lector inteligente que hoy tenga 30, 40, 50 o 60 años sabe que las ciudades no se construyen en una generación ni para una generación.

Inevitablemente, la mayor parte de los jóvenes de hoy, algún día llegarán a su vejez con 70, 80, 90 o 100 años, y vivirán en una ciudad que, de seguir por este camino, no será para viejos. Quizá tampoco para niños ni para jóvenes. Y, cuando llegue ese momento será demasiado tarde, y comprobarán que la que fue su ciudad es un espacio hostil para buena parte de sus cerca de seiscientos mil habitantes.

NUESTRA CIUDAD

De acuerdo con el INE (Instituto Nacional de Estadística), la ciudad de Málaga acoge a 579.076 habitantes. De los cuales, 107.000 tenemos más de 65 años. Y 82.920 entre uno y 15 años. La edad media es de 42,4 años, y desde 2018 el número de malagueños que mueren supera en varios cientos a los que nacen. Es decir, la ciudad tiende a tener cada vez más viejos y menos jóvenes.

Los viejos nos distribuimos de acuerdo con estas edades: entre 65-70 años 30.731. Entre 70-75 años 26.317. 75-80, 21.833. 80-85,13.872. Con más de 85 años, 14.783.

La población de otras ciudades españolas: Madrid, 3.280.782. Barcelona, 1.636.193. Valencia, 789.744. Sevilla, 681.998. Zaragoza, 675.301. Y, tras Zaragoza, Málaga.

Nuestra provincia también es una de las más pobladas de España, con 1.717.504 habitantes. De los cuales 553.000 se ubican en la franja litoral comprendida entre Torremolinos (68.819) y Manilva (17.157). Entre estas dos poblaciones Marbella 150.725 habitantes, Mijas 89.502, Fuengirola 83.226, Estepona 73.493, Benalmádena 73.160. Y recordaré, que, a sólo 36 km de Málaga, Vélez acoge a 83.899 habitantes.

Querido lector. Doy por sentado que usted, como yo, es un español auténtico, de los que gritaría – como hizo un ciudadano de una de las principales ciudades mejicanas en la que, durante un mitin, el gobernador señalaba las maravillas que había realizado –: “¡ya está bien de realidades, queremos promesas!”. La promesa es el gran instrumento de los malos gestores, y la palabra “mañana, o el próximo año, o la culpa la tienen Sevilla, Madrid, Bruselas… o Moscú”, es el escudo protector de sus incompetencias.

Y somos los viejos los llamados a arrojar luz sobre la realidad; ese huésped incómodo que quienes nos gobiernan, o quienes aspiran a gobernarnos, tratan de esconder tras un telón formado por gritos, acusaciones al adversario, generalidades y excusas que pretenden ocultar sus carencias para gestionar la ciudad con el enorme poder que ponemos en sus manos.

UNA SOCIEDAD DE VIEJOS

Según Naciones Unidas España ocupa el quinto lugar en el mundo con la mayor proporción de mayores de 75 años (18,2%), y de 80 años (11,8%) sobre la población total. Sólo Japón, Macao, Corea del Sur e Italia registran cifras aún mayores. Los expertos llaman grupo de “sobreenvejecimiento” al de más de 80 años. Y sobre ellos se cierne el riesgo de la dependencia por incapacidad, soledad, pobreza, escaso apoyo social y marginación en las decisiones de su comunidad.

Para los expertos, la vejez es un determinante de vulnerabilidad, y se incrementa por varios factores: déficit en Educación, ausencia de vínculos sociales, insuficiencia de las prestaciones, viviendas de mala calidad, enfermedades físicas o mentales y la escasa participación social y política.

Cada día que salgo a pasear por las calles de Málaga, sea de día o de noche, en jornadas laborables o festivas, en invierno o en verano, me pregunto dónde están los 107.000 viejos que contiene nuestra ciudad. Porque las calles están llenas de gente joven en su mayor parte. De extranjeros en una buena proporción. De miles de personas que están de paso. ¿Pero, y los viejos? Si damos por válidas las cifras del INE, y el 30% de ellos padecen una invalidez que requiere ayuda, aún habría más de 70.000 personas que deberían ser visibles. Y si no los vemos, ¿no será porque Málaga no reúne los requisitos que convierten a una ciudad en “habitable”?

QUÉ ES UNA CIUDAD HABITABLE

Para la arquitecta mejicana Mónica Arzoz, habitar es afirmar la presencia de vida en un espacio; el acto humano de ocupar y vivir el espacio creado por la materialidad de la arquitectura.

Para el crítico londinense Hugo Mc Donald, especialista en diseño, arquitectura y urbanismo, la ciudad habitable debe reunir estos requisitos: disponer de jardines y parques para que los ciudadanos mantengan el vínculo con la naturaleza. Tener muchos espacios públicos, porque de su existencia depende en gran parte la calidad de vida de los habitantes. Que los mobiliarios de las calles las conviertan en un espacio acogedor. Que la ciudad sea densa, ya que la densidad es la forma de diseño urbano más eficiente. Que las posibilidades de movilidad sean variadas: desde los carriles bicis al transporte público; y que el acceso desde el exterior de la ciudad sea cómodo. La señalización y la información sobre los hitos más importantes porque ayudan a entender la ciudad y a transitar por ella. La cultura debe estar presente por todos los espacios ciudadanos y no sólo en los Museos o en los teatros. En cuanto a la seguridad, son más eficaces los entornos diseñados para que la gente se detenga y pueda pasar el rato de forma confortable que una vigilancia exhaustiva. Una ciudad habitable, para el crítico inglés es también aquella que, preservando el pasado, dispone de espacios que permiten crear la ciudad del futuro. Finalmente, la prosperidad y la habitabilidad de una ciudad han de medirse por su capacidad para integrar a todos sus habitantes, impidiendo la permanencia de guetos desconectados de los centros urbanos, con sus ciudadanos segregados económica y culturalmente.

Si confrontáramos a Málaga con las exigencias de una ciudad habitable, ¿ qué nivel alcanzaríamos?. La respuesta, – para aquellos que no viven en su torre de marfil, o para quienes creen que el clima mediterráneo es suficiente para alcanzar la felicidad-, sería bastante desoladora. Málaga no sólo no es una ciudad para viejos, sino tampoco para cerca del cuarenta por ciento de su población: para el 37% de los malagueños que, estando en edad de trabajar (entre los 16 y los 65 años), no tienen trabajo o ni siquiera intentan encontrarlo porque sospechan que su salario no alcanzará para vivir dignamente o no tendrán un trabajo acorde a sus capacidades. Tampoco lo es para quienes quieren tener hijos y saben que no dispondrán de guarderías que hagan compatible la maternidad con los horarios de trabajo. Ni para los mayores que carecen de instalaciones deportivas públicas que les permitan mantener su vigor físico o valerse por sí mismos gracias al ejercicio dirigido, con precios acordes a sus capacidades económicas. Tampoco es una ciudad donde puedan habitar quienes, ganando el salario mínimo (1.080 euros), no encuentren viviendas en alquiler que no superen los 500 euros mensuales.

MÁLAGA, ENTRE LAS APARIENCIAS Y LA REALIDAD

Querido director, desde que decidí que escribiría sobre nuestra ciudad, sobre Málaga y los malagueños; sobre las apariencias y sobre las realidades, he caminado por los barrios segregados del escenario que ven los turistas, he observado a nuestros visitantes, he mirado las páginas de los hoteles y los precios de las habitaciones. He paseado por las calles del centro llenas de turistas, por los Paseos Marítimos, en los que, desacertadamente, se pretende hacer compatibles a peatones y bicicletas. He vivido el sobresalto de los inválidos que, en la Alameda Principal, han de compartir su fragilidad con un carril atravesado por jóvenes apresurados que vuelan sobre sus patinetes.

También he fotografiado los yates de lujo fondeados en el Muelle Uno, y me he preguntado qué puede ofrecer Málaga a sus multimillonarios propietarios para que conviertan nuestra ciudad en el lugar que pueda acoger sus inversiones. Y es que llamo “apariencia” a que Málaga sea un lugar atractivo para los “nómadas digitales” europeos que pueden pagar alquileres de 1.200 euros al mes.

Y, en tanto nuestros ingenieros perciben salarios de 26.000 euros, el salario medio de nuestros 3.533 funcionarios municipales es de 42.000 euros. Aunque los afortunados concejales con dedicación exclusiva ganan entre 60 y 70.000 euros anuales. ¿Cómo extrañarse de que el 80% de los universitarios andaluces tengan la función pública como su objetivo soñado, y los más espabilados consideren que el mejor ascensor social es la política? Es fácil llegar a la conclusión de que la única forma de que el Metro o el tren de cercanías (que hace 20 años reclama el gerente) llegue a nuestro Parque Tecnológico sería trasladando el Ayuntamiento allí.

PROGRAMAS ELECTORALES

También he leído el catálogo de buenas intenciones de las tres principales fuerzas políticas que concurren a estas elecciones. La vivienda, cómo no, es su principal objetivo. Después, la dotación de equipamientos a los barrios. Pero no he encontrado una sola línea en la que se hable del desempleo tan dramático que padecen los malagueños, de los salarios abismalmente bajos, y de las condiciones de trabajo de algunos colectivos, hasta el punto de que un líder de CCOO se conformaría con que los camareros libraran un fin de semana al mes.

Ningún partido cree que deba preocuparse por el abandono escolar, por la escasa formación en inglés de nuestros escolares, por la desoladora falta de bibliotecas de calidad. Ni tampoco por la principal causa de nuestro atraso económico: la falta de inversores extranjeros ante la ausencia de seguridad jurídica y la lentitud burocrática, que, indirectamente, es la causante del 25% del incremento del precio de la vivienda, al transcurrir diez años de media desde la clasificación de un suelo hasta el inicio de las obras.

LA CIUDAD DEL FUTURO, QUE YA ES PRESENTE

A pesar de que más de la mitad del PIB mundial se genera en las grandes urbes, y éstas son cada vez más el motor económico de las naciones, nuestros políticos locales no creen que el desempleo los interpele: “cosa del gobierno y de la Junta”. Ni que la falta de suelo industrial, ni el fracaso escolar tenga nada que ver con ellos. Ni que el índice de natalidad más bajo de Europa, que nos condena a ser una ciudad de viejos, tengan ellos que remediarlo fomentando las guarderías. Ni que la proverbial lentitud burocrática, la ineficacia de los entes municipales y la falta de productividad de los empleados públicos sean temas de campaña. Ni que la falta de democracia en las elecciones municipales, al no existir la elección de concejal por distrito, sea algo por lo que merezca movilizarse…¡Con lo que cuesta ocupar un puesto de salida en las listas, sólo faltaría que su futuro empleo se dirimiera compitiendo en su barrio en una segunda vuelta contra otro candidato ! A ellos que no les compliquen la vida, que bastante tienen con ganarse a la claque en cada pleno como para tener que estudiar además de economía, educación, urbanismo, gestión de empresas…y hasta inglés para dar ejemplo a los jóvenes. Me pregunto qué servicio prestan a la ciudad 31 concejales, cuando en los países más avanzados los técnicos se encargan de la gestión, y los políticos se limitan a marcar las prioridades de esa gestión.

Este es el panorama de nuestra ciudad: un debate de aldea en el que se dirime quienes tendrán en sus manos la gestión de la quinta ciudad de España por número de habitantes, y la novena por la cola en renta por habitante. Con barrios-guetos que se eternizan por la falta de empleo y por la desidia de gobierno y oposición en unir sus fuerzas para trabajar por el futuro de una ciudad que, dentro de 30 años, será una inmensa residencia de la tercera edad.

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