Esteban Salazar Chapela

«No me buscarías si no me hubieras encontrado»

Resulta sorprendente cómo esta frase de Pascal, referida a un motivo concreto, puede describir también un proceso general de investigación, de indagación sobre un hecho o un nombre con el que, de improviso, nos hemos topado. Cada persona lleva inscrita y es portadora de pliegos de una historia que nos concierne de algún modo y en algún tiempo y nos incita a descubrirla.

Con ocasión del nombramiento de mi amigo José Luis Martínez Hens como Cónsul Honorario de España en Glasgow hace pocos años, le referí que el malagueño Esteban Salazar Chapela también fue nombrado cónsul en Glasgow en julio de 1937. Me consta que la noticia recibida le hizo seguir las huellas del personaje recabando datos, husmeando, rastreando, llegando a descubrir el edifico que ocupaba la misión diplomática y, en su búsqueda, llegó a recibir documentos que acreditaban el nombramiento como cónsul de Salazar Chapela, su remoto antecesor en el cargo.

Glasgow 1940


En efecto, Esteban Salazar Chapela, malagueño de calle Ollerías 61, numeración hoy inexistente, era ya un consagrado escritor cuando formó parte del Servicio Español de Información del Ministerio de Estado republicano, hasta que su independencia de pensamiento liberal entró en conflicto con la intelectualidad de la ortodoxia marxista en la capital de facto de la República, de lo que nos da cuenta en su novela ‘En aquella Valencia’.

Solicita su ingreso en el cuerpo diplomático y el gobierno lo nombra cónsul en Glasgow, seguramente por su conocimiento del idioma casado como estaba con una ciudadana británica. Desde su misión recaba las donaciones de Aid Spain a pesar del Pacto de No Intervención, hasta que el reconocimiento del régimen franquista en febrero de 1939 por el Reino Unido pone fin a su cargo.

Marcha a Londres y colabora en las emisiones de la BBC en español, seguidas por numerosos oyentes pendiente del desarrollo de la IIGM y perseguidas con saña por el régimen,como atestigua el llamado ‘parte ingles’ y su brutal represión en Almería.

Edificio BBC

Funda el Instituto Español financiado por el gobierno de la República en el exilio, donde también colabora otro olvidado y hoy recuperado, Manuel Chaves Nogales (si hay una historia desafortunada y triste es la de la II República en el exilio). Huésped de la niebla, como él decía, viaja en 1961 unos días a Málaga, la ciudad de la luz, buscando las huellas de aquella Málaga ilustrada y culta de la revista Litoral de Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y José María Hinojosa, imprenta SUR de calle San Lázaro, donde publicaban José María Souviron, Aleixandre, García Lorca, Bergamín, Alberti, Falla, Picasso, Dalí, pero sólo encuentra débiles restos del pasado y, a pesar de todo, publica en ‘Caracola’, revista malagueña de poesía, que increíblemente y burlandola censura recibe originales de poetas en el exilio, Guillén, Cernuda, Prados, Altolaguirre, Moreno Villa que publican junto a Utrera Molina, Girón, Rafael León, Alfonso Canales, Muñoz Rojas, Mª Victoria Atencia, milagrosa excepción debida a los buenos oficios de Bernabé Fernández Canivell con José Luis Estrada y a la tradición poética de Málaga.

Luis Cernuda

En Litoral publica por primera vez Luis Cernuda, ‘Perfiles del Aire’, sevillano que descubre en la ciudad el mar y la amistad de escritores, pintores y poetas. Hoy es considerado uno de los mejores poetas de la generación del 27. Luis Cernuda marcha primero a París como secretario de Alvaro de Albornoz, el cual era tío del premio Nobel Severo Ochoa, y después se exilia en Inglaterra, primero en Londres y luego en Glasgow, seguramente por la amistad trabada con Esteban Salazar Chapela, donde imparte como spanish assistant, lector de español, en la Universidad. Y es en la ‘ciudad caledonia’ donde escribe la prosa poética ‘Ocnos‘, ‘Las Nubes’ y ‘Como quien espera el alba’, volviendo a Londres a colaborar en el Instituto Español, aunque también frecuentaba como otros exiliados republicanos, el Instituto de España que montó para el régimen Leopoldo Panero. La estela de Luis Cernuda sigue un itinerario permanente acorde con su carácter, su destino, como un Ulises sin Itaca.

Justo es decir que tanto a Cernuda como a Salazar Chapela Glasgow les resultaba tediosa y oscura, sujeta a la estricta disciplina de la iglesia escocesa y muy lejos de la joie de vivre mediterránea. Ambos coincidieron en esa ciudad industriosa, duramente bombardeada por la alemania nazi, donde mi amigo José Luis, actual cónsul honorario, buscaba las huellas de esa presencia y relación ahora físicamente tan cercana. El pasado 11 de marzo el consulado de Edimburgo transmitió por medios telemáticos una conferencia del poeta Eduardo Moga sobre la estancia de Luis Cernuda en Glasgow, intensa, pormenorizada, como sólo un poeta puede leer a otro poeta.



Y es así cómo las historias son siempre circulares: encontrando fortuitamente un nombre en una situación concreta se descubren relatos que nos interpelan incitándonos a descubrir los pliegues de relatos desconocidos que nos conciernen. No me buscarías si no me hubieras encontrado.

 

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