Santiago Trancón, autor de 'España sentenciada pero no vencida' (Foto: El Catalán)

Santiago Trancón: «No me fui de Cataluña, me echaron»

Este profesor de Lengua y Literatura Española ha publicado una docena de libros, cientos de artículos de análisis literario y crítica teatral y artículos de análisis y crítica política. Fue el redactor del ‘Manifiesto por la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña’, más conocido como ‘Manifiesto de los 2.300’, un llamamiento público realizado en 1981 en ‘Diario 16’ (entonces dirigido por Pedro J. Ramírez) y firmado por intelectuales y profesionales que por entonces vivían y trabajaban en Cataluña. Acaba de publicar en la editorial malagueña Última Línea ‘España sentenciada pero no vencida’, un ensayo sobre “cómo hemos llegado hasta aquí en Cataluña y en España”

P- Usted no es nuevo en la lucha contra el nacionalismo catalán. ¿Cómo era esa lucha a principios de los 80?

R- Era muy difícil y arriesgada. Difícil, porque había que tener capacidad de observación y de análisis, ir más allá de las buenas palabras y las apariencias, para entender qué había detrás del catalanismo. El catalanismo fue la primera bandera con la que se encubrió el verdadero propósito, que era ir creando las condiciones para avanzar hacia el objetivo final, objetivo que siempre ha sido, y es, alcanzar la independencia.

Santiago Trancón, autor de ‘España sentenciada pero no vencida’

Pero también era arriesgada, porque el independentismo no ha renunciado nunca al uso de la intimidación y la violencia. Siempre ha sabido combinar, con verdadera astucia, distintos tipos de violencia (del insulto y la amenaza, a la agresión y el terrorismo), con el engaño, la impostura y la ambigüedad calculada. Ha ido pasando así del catalanismo ‘progre’ al nacionalismo supremacista, y del independentismo al intento actual de ruptura e insurrección.

Todo se vio en 1981, al poco de alcanzar Pujol el poder, en que se producen dos hechos relacionados entre sí: la primera denuncia pública de la política nacionalista, excluyente y antiespañola, que destapó el ‘Manifiesto de los 2.300’ y que originó una campaña feroz contra quienes lo promovimos; y, al mismo tiempo, el auge de Terra Lliure, que intensificó sus actos terroristas a partir del atentado cruento contra Federico Jiménez Losantos.

Pese a la evidencia de estos hechos, la mayoría de los políticos y los sucesivos gobiernos de España decidieron mirar para otro lado, atendiendo solo a sus mezquinos intereses. Lo que siguió es la historia de las sucesivas concesiones, prevaricaciones y claudicaciones de los jueces y los políticos, lo que ha permitido al separatismo llegar hasta aquí. Lo describo y analizo en mi libro.

Pujol y Tarradellas, en la investidura del primero como presidente de la Generalitat en 1980 (Crónica Global-El Español)

Pujol ha engañado a todos, menos a Tarradellas»

P- Ahora hay mucho fundamento para sospechar que España no roba a Cataluña, sino que los Pujol fueron de los principales responsables de un expolio que sí existe. ¿Cómo era ese Pujol que daba estabilidad a los gobiernos de González y Aznar?

R- Pujol ha sido el personaje más nefasto e inmoral que ha padecido nuestra democracia. Corrupto, ha tenido una habilidad sorprendente para corromper y engañar a casi todos, desde el Rey emérito a Felipe González y Jose María Aznar, por no hablar del rosario interminable de casos de corrupción que protagonizó antes, durante y después de su mandato de 23 años en la Generalidad.

Ya hay documentación suficiente para demostrar cuanto digo, a pesar de que, inconcebiblemente, no haya pisado la cárcel, lo que confirma la capacidad de chantaje y control que hoy todavía tiene sobre quienes podrían corroborar sus bellaquerías. Hay dos momentos clave: su absolución del caso Banca Catalana (un desfalco que costó al Estado más de trescientos mil millones de pesetas) gracias a la intervención de Felipe González, y el Pacto del Majestic por el que Aznar le entrega la cabeza de Alejo Vidal-Cuadras, el único capaz de hacer frente al pujolismo.

Editorial Última Línea

Resulta vomitivo que, después del robo sistemático y las constantes cesiones económicas, los independentistas hayan propagado ese insulto del ‘España nos roba’. Lo único demostrable, con números y documentos en la mano, es que Cataluña ha ‘expoliado’ al resto de España desde inicios del siglo XVIII, en que impuso su política proteccionista que acabó arruinando gran parte de la industria española. Y digámoslo claramente, Franco no solo no corrigió este desequilibrio histórico, sino que lo fomentó y consolidó con su política favorable a las burguesías catalana y vasca. Ahora quiere el independentismo acabar la faena y apropiarse de Cataluña, expropiándonos a todos los españoles de lo que es de todos, destruyendo la soberanía nacional, que solo puede ser única.

PEn los 80 y 90 ERC era la versión radical del independentismo y CiU la moderada de un nacionalismo pactista. Ahora ERC da una imagen de moderación frente la violencia de las CUP y la deriva secesionista de esa CDC convertida ahora en Junts per Catalunya…

R- No debemos dejarnos engañar por las discrepancias coyunturales, las divergencias internas del independentismo. En mi libro demuestro que esas diferencias son meramente tácticas, que todos (ahora ERC, JxCat, la CUP y parte del conglomerado podemita) comparten el objetivo final, aunque cada uno lo matice a su modo. Ese objetivo pasa por la ruptura más o menos violenta del orden constitucional. ERC siempre ha sido independentista, desde sus orígenes, con claras tendencias filofascistas y terroristas, pero ahora quiere disimularlo para alcanzar un apoyo que la convierta en hegemónica dentro del independentismo. CiU nunca fue moderada. No existe un nacionalismo pactista, los pactos nunca son tales, duran lo que conviene y no son más que estratégicos para ir dando pasos hacia adelante, sin renunciar nunca a nada. Los pactos de verdad exigen lealtad, y Pujol siempre ha sido desleal, ha engañado a todos, menos a Tarradellas. En esa lucha por la hegemonía, ahora Junts no tiene más remedio que radicalizarse, y a eso juega.

P- ¿No hay sitio para un catalanismo moderado del tipo de Durán i Lleida?

R- No, no ha habido nunca un catalanismo moderado, porque el catalanismo es nacionalismo encubierto o en diferido, y, por su misma esencia, incompatible con la moderación, porque no pueden coexistir dos naciones en un mismo territorio. Ese catalanismo light no tiene ningún sentido si no conduce o deriva hacia el nacionalismo. Otra cosa es que pueda haber catalanistas moderados, pero estos han desaparecido ya del mapa marginados por la evolución del proceso. Hablamos de catalanismo político, que no es lo mismo que tener sentimientos naturales de pertenencia vinculados a la lengua materna y un territorio de origen. El problema es que estos sentimientos han quedado absorbidos por la politización dominante, convertidos en señas de identidad excluyente.

O triunfan los separatistas antidemócratas, o triunfamos los demócratas constitucionales»

P- ¿El 1 de octubre de 2017 hubo un golpe de Estado?

R- Un golpe de Estado sin atenuantes, pero un golpe ‘postmoderno’, no al modo decimonónico. Fue un intento planificado de acabar con el orden constitucional en Cataluña e imponer otro orden basado en su propia legalidad, incluida la proclamación oficial de independencia, algo que para los independentistas sigue en pie, pues en contra de lo que se dice, el Parlamento catalán no ha abolido nunca esa declaración, sino solo suspendido algunos de sus efectos, aquellos que implicaban al Estado español y que, por su naturaleza, tenían necesariamente que negociar. Y fue una rebelión, no una sedición como afirman ‘los jueces de la ensoñación’, tal y como demuestro exhaustivamente en mi libro. Un golpe peligrosísimo, porque no es de los que se puedan impedir con los tanques, algo de lo que muchos no se han enterado.

Santiago Trancón

P- ¿Qué tiene que hacer España para no ser vencida por el nacionalismo?

R- Tomar conciencia de la situación de no retorno a la que hemos llegado, porque ya no hay más que dos salidas: o triunfan los separatistas antidemócratas, o triunfamos los demócratas constitucionales. No hay tercera vía, la vía del apaciguamiento y las concesiones es una vía muerta. Debe imponerse el orden democrático y atender al bien común, a los intereses de la mayoría, incluida la mayoría de ciudadanos de Cataluña. El nacionalismo supremacista, al servicio de una minoría privilegiada, debe ser superado por un sentimiento de unidad, igualdad y colaboración entre todos los españoles. Y habrá que imponer la ley con determinación democrática, para lo cual será imprescindible que los jueces asuman su responsabilidad e impidan lo que han permitido hasta ahora con muchas de sus sentencias, el avance del independentismo.

P- Lo explica extensamente en el libro. Pero díganos en un parrafito, ¿por qué se fue de Cataluña?

R- Primero, por el ambiente hostil, las amenazas y el señalamiento que provocó el haber escrito y promovido el ‘Manifiesto de los 2.300’. Yo llevaba más de diez años en Cataluña, estudie en la Universidad Central, participé activamente en el movimiento estudiantil, y en aquel momento tenía pendiente un Consejo de Guerra. Todo este pasado no me libró de ser tachado de fascista y lerrouxista. En segundo lugar, porque no pudimos organizar ninguna resistencia que aglutinara a los miles de personas que se habían adherido al ‘Manifiesto’. Lo intentamos, acudí dos veces al despacho de Martín Villa para solicitar algún tipo de apoyo, y no logré nada. Así que no me fui, me echaron, junto a otros 14.000 profesores en los tres años siguientes.

 

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