Una dulce balada

Llevo el sol en mis entrañas, se iluminó hace muchos años, pero aún sus rayos calientan mi ser.

Por primera vez, percibí, el aumento de mi sangre bombear con fuerza y firmeza, todo aquello que compone mi existir.

Regada como en los mejores y destacados jardines de palacio, donde solo existen las flores más codiciadas, mi cuerpo, acogía ese torrente de vida.

Como en una noria de la cual no puedes bajar, cansada y adormecida, me recogía en un susurro de ilusión y esperanza. Emanando fuera de mí, todo lo que no retenía.

Un día, me contaron, que tenía dos corazones dentro, latiendo al unísono. A partir de ese instante, se conjuró una simbiosis entre los dos. Convirtiéndome, en la guardiana del más sagrado oráculo que se pueda poseer.

Cada mañana, endulzaba mis pensamientos, imaginando de quién sería ese nuevo corazón. Me alertaba e inquietaba cualquier voz o sonido que pudiera despertarle. Solo quería seguir, la balada que nos unía, sin interrupción

Sentí la necesidad de cruzar fronteras desconocidas, sin saber, hacia dónde me llevaría. Peleé con el cielo cuando se oscurecía y no dejaba que ninguna sombra de temor, me cortara el camino.

Como hoja de papel, balanceándome por corrientes de aire, sabía que tarde o temprano, tendría que caer por mi propio peso. Sin saber ni cómo, ni cuando, tocaría tierra firme.

A pesar de no ser dueña de mi destino, mi vuelo, seguía creciendo tranquilo, reposado y apacible. Cada momento tenía un nuevo aspecto y cada paso del tiempo, mostraba un paisaje diferente

Una mañana, contemplé, como el sonido de nuestra balada, resonaba con mayor fuerza y vigor.

Comprendí, que el corazón que habitaba dentro de mí, pedía salir. Y como un volcán, abriéndose hacia la superficie, expulsando al exterior su lava, daba paso al alumbramiento. Emergiendo con brío y un gran estallido.

Por un instante, nuestros latidos siguieron juntos, pero sabía que eso, no volvería a ocurrir. Deseando y temiendo, tuve que dejar, como a las flores de ese jardín, que brotara de la tierra. Ya no podían seguir ocultas, mimadas y cuidadas como hasta entonces, lo había hecho

Nuestras pulsaciones se separaron y su ritmo cambio. Y a veces, solo a veces, cuando su corazón lo pide, nos unimos para oír, el murmullo de nuestra dulce balada.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

0 £0.00