¿Es Málaga una isla?

¿Es Paco de la Torre el mejor alcalde posible?

¿Es Málaga una buena ciudad para vivir?

¿Se puede mejorar la economía de los malagueños?

¿Pueden ser Málaga y la Costa del Sol un polo de atracción tecnológico a nivel europeo?

¿Cuál es el salario medio en Málaga?

¿Por qué es tan cara la vivienda?

Si hay tantos parados, los salarios son tan bajos y los pisos tan caros, ¿cómo se pueden solucionar estos tres problemas?…

Siete preguntas, siete, que –obviando la primera porque acaban de contestarla los malagueños el 28 de mayo pasado- deberíamos responder para saber en qué ciudad vivimos, qué pueden esperar de Málaga las próximas generaciones, y quienes están detrás del éxito o el fracaso de las ciudades en un mundo globalizado.

RADIOGRAFÍA DE NUESTRA CIUDAD

Un lector inteligente, – tal como lo es quien lee hoy en día un periódico que no está sometido a la servidumbre del sectarismo político-, debe mirar más allá de las apariencias, de los tópicos y de los titulares de los telediarios. Es un ejercicio imprescindible para que en nuestra ciudad se desarrolle una masa crítica de ciudadanos, que son los únicos que garantizan el éxito, que son los que obligan a los gobernantes a gestionar con eficacia los recursos públicos y a fijar las prioridades de la sociedad.

Se necesitan ciudadanos que quieran estar bien informados, que se organicen como “sociedad civil crítica”, en la seguridad de que entre las democracias, aquellas que han conseguido que la cultura política, la cultura económica y la CULTURA como atmósfera en la que respira el ciudadano hayan calado en el tejido social, son las que han logrado formar sociedades de excelencia, en las que se ha alcanzado el máximo nivel posible en igualdad, en solidaridad, en eficacia en el uso de los recursos y en buen gobierno.

Votar cada cuatro años no es más que la certificación de que no vivimos en un sistema autoritario, pero en ningún caso es la garantía de una democracia de hombres y mujeres libres en sentido pleno.

Si no somos una isla, debemos compararnos con nuestro entorno europeo y español para no engañarnos. Y es la estadística, y no la propaganda o la “percepción” que genera nuestro entusiasmo o nuestro desánimo, la que nos dice quienes somos y quienes son los demás. Por las mismas razones que no nos diagnosticamos a nosotros mismos, el ciudadano debe conocer la realidad en la que vive.

Y no, Málaga no es una buena ciudad para vivir, porque no se vive del clima, ni de las horas de sol, ni del precio y la calidad de los espetos en la playa de El Palo. Dónde, por cierto, su Paseo Marítimo y el de Pedregalejo son en sí mismos una burla al pretendido intento del Ayuntamiento de convertir Málaga en una ciudad de excelencia turística. Para vivir dignamente se necesita un empleo bien remunerado, una vivienda confortable y la certeza de que la vida de nuestros hijos y nietos serán mejor que la nuestra.

DESEMPLEO, SALARIOS, TASA DE ACTIVIDAD

Empecemos por la Tasa de Actividad, la que mide cuántas personas en edades comprendidas entre 16 y 65 años buscan trabajo de forma activa.

Tasa de actividad (16-65) años 
Zona euro                               74%
España                               58%
Andalucía                               57%
Provincia de Málaga                               57%
Málaga capital                               56%

El diferencial entre Europa y España es de 16 puntos. Y de 17 entre Europa, Andalucía y Málaga. ¿Por qué razón se ignora ese dato, que habría de sumarse al porcentaje de parados si queremos saber cuál es la realidad del empleo en España, Andalucía y Málaga?  ¿Ustedes han oído a algún político plantear que estas cifras son inaceptables y que, en el caso de España y Andalucía, al número de parados (12,7% y 18% respectivamente), habría que sumar esos 16 puntos que nos separan de la media europea. Mientras que, el uno de junio el paro en la zona euro alcanzaba al 6,5% de la población activa, España ocupaba el primer puesto, seguida de Grecia (11,2%), e Italia (7,8%).

Andalucía, tras recibir 115.000 millones de euros desde 1.986, sigue siendo la tercera región europea con más paro entre las 329 regiones de Europa. Sólo Ceuta y Melilla, tras el bloqueo marroquí a sus economías, nos superan. ¿Qué tienen que decir los gobiernos pasados y el actual sobre esta tragedia que nos convierte, además, en una de las diez regiones donde el riesgo de pobreza alcanza al 30% de la población, y la pobreza severa sigue abatiendo a 1.200.000 andaluces?

Parece como si la sociedad española y andaluza, y los políticos que elegimos acepten como un destino fatal las evidencias que indican que somos una sociedad en la que el paro, tanto el de los adultos como el de los jóvenes menores de 25 años, ha de ser el doble del que sufren los europeos…y en Andalucía, 5 puntos más que la media española.

La pasada semana los gobiernos español y andaluz, lanzaban las campanas al vuelo: por primera vez la provincia de Málaga tenía 704.868 personas afiliadas a la Seguridad Social. O sea, trabajando. Pero nadie parece interesado en explicarnos que nuestra provincia tiene casi tantas personas inactivas (607.000), como trabajando (704.000). Y que lo mismo sucede en nuestra capital, donde los inactivos (194.000) están cerca de alcanzar a los que trabajan (199.000).

Nada menos que 9.069 € nos separan a los malagueños de la media de nuestros compatriotas. Si multiplicamos esa cifra por los 704.000 empleados nos da el escalofriante guarismo de 6.384 millones de euros al año. Lo que significa menos recursos para las familias y, también para los servicios que nos prestan las Administraciones. Como ciudadanos, no podemos sumarnos al cinismo de los políticos, ignorando realidades tan desalentadoras.

¿Por qué los salarios medios de Málaga (17.468 € en 2022) son 3.407 euros inferiores a la media nacional? La respuesta la sabe casi todo el mundo: los mejores salarios se pagan en el mundo de la energía, la industria y las finanzas. Y los peores en la agricultura, el comercio y la hostelería. Si los turistas que vienen a nuestra ciudad efectúan un gasto medio diario de 39 euros, ¿cómo podemos esperar que nuestros hoteles y restaurantes paguen mejores salarios?

Quizá una información más nos permita abandonar nuestras ensoñaciones: la ciudad de Barcelona ingresó en 2022, 12.730 millones de euros por turismo. Málaga, 1.375. ¿Cómo extrañarse de esta diferencia si tenemos en cuenta que la estancia media en los hoteles malagueños fue de 2,2 días entre enero y julio, y la mayor parte de las plazas hoteleras son de 2,3 y 4 estrellas? No es necesario ser profesor de Economía para saber que Málaga necesita urgentemente empezar a cambiar el perfil del turista que nos visita, incrementando tanto la planta hotelera de 5 estrellas, como los atractivos que animen a los turistas de alto poder adquisitivo a permanecer más tiempo en nuestra ciudad.

El presidente americano Roosevelt (1.933-1.945) dijo que “una empresa que no pague lo suficiente para que el perceptor pueda mantener a su familia dignamente, no merece ser norteamericana”. La rentabilidad de nuestras empresas no debería sustentarse en pagar mal a sus empleados, sino en mejorar su productividad y su capacidad de competir.

MÁLAGA, LAS INVERSIONES TECNOLÓGICAS, LA UNIVERSIDAD Y LA VIVIENDA

También nos convendría recordar un dato clave para el crecimiento económico y el empleo: la inversión extranjera; que fue en España de 34.178 M de euros en 2022. Pues bien, sólo 1.265 millones vinieron a Andalucía, captando Madrid más del 50% del total. En un mundo globalizado, en el que los Fondos de Inversión transnacionales administran más de 900.000 millones de dólares, la política para atraer esas inversiones es uno de los objetivos de los gobiernos de todo el mundo. ¿Dónde invertirán?. Obviamente, en aquellos territorios que ofrezcan mayores facilidades y mayor rentabilidad.

Un reportaje de la periodista Marta del Amo en la revista RETINA, resume una intervención de uno de los arquitectos más prestigiosos de Andalucía, Moreno Peralta, durante el encuentro “La transformación de las ciudades”. Para el arquitecto malagueño los elementos imprescindibles para crear un ecosistema tecnológico son: viviendas asequibles, oferta de ocio, formación permanente, Educación de calidad, Sanidad, seguridad, seguridad jurídica, clima y comunicaciones. Si estamos de acuerdo en que esos son los elementos esenciales (a los que yo añadiría una Universidad que ofrezca programas conectados con las demandas del mercado de trabajo), la pregunta obligada es: ¿reúne Málaga esos requisitos?

La respuesta, como casi siempre, hay que buscarla en la realidad y no en los sueños. Y la realidad nos dice que, aunque Málaga quiera competir con Madrid, Barcelona, Bilbao o Valencia, en nuestra ciudad se ubican sólo el 2% de las startups españolas, que captaron el 1% de la inversión tecnológica de nuestro país el pasado año.

Y si alguien quiere comprar o alquilar una vivienda para establecerse aquí, en la franja costera el precio medio supera los 3.000 euros el metro cuadrado, y 1.000 euros el alquiler. Si el salario no alcanza los 18.000 euros anuales en nuestra ciudad, está claro quién puede comprar o alquilar. Cada vez que leo “Málaga, el Silicon Valley español”, no puedo menos queacordarme que nuestro Parque Tecnológico lleva 20 años esperando una comunicación por tren de cercanía o por metro a la capital y al aeropuerto.

Finalmente, la semana pasada conocimos el Ranking de Shanghái que anualmente clasifica a las 1.200 mejores universidades del mundo. Málaga aparece en la franja de las 800, mientras que la Universidad de Granada ocupa el puesto 403 y la de Sevilla el 494. Las primeras en España, como casi cada año, las Universidades Públicas de Cataluña y Madrid, además de la de Navarra. ¿Cómo extrañarse que un periódico malagueño entreviste al rector y éste diga que es pesimista sobre el futuro de nuestra Universidad?  De nada sirve que se señalen la endogamia y la alergia a contratar talento externo, además de la falta de incentivos para potenciar la investigación de calidad como los mayores obstáculos para que las universidades españolas puedan competir con las americanas, las europeas y las chinas.

MÁLAGA, Y SUS SUELOS PRODUCTIVOS

¿Alguien imagina que una ciudad alemana, holandesa o danesa dedicara los suelos más valiosos de la ciudad a acoger una Feria durante 8 días? Nosotros, sin embargo, empleamos 800.000 m2 a divertirnos, sin que parezca importarnos la falta de suelos productivos o residenciales, ni el desempleo, ni la falta de vivienda protegida, ni las demandas de suelo tecnológico. Digo “nosotros”, porque nadie puede imaginar que un político de pura raza tome la medida impopular de trasladar el Ferial a 5 km de la capital, aunque en ese suelo puedan construirse varios miles de viviendas con precio regulado, o establecerse empresas que crearían miles de puestos de trabajo.

Lo mismo sucede con los 270.000 m2 de suelo portuario que, antes de la batalla de Trafalgar, ya se decía que sobre ellos se construirían hoteles, puertos deportivos, oficinas, centros comerciales y edificios para albergar empresas tecnológicas. 25 años después de desaparecer la flota pesquera de nuestra ciudad, allí está la lámina de agua que acogía a traíñas y vacas, y los muelles colindantes, como testigos mudos de la desidia de nuestros gestores.

Cuando pensemos en el atraso andaluz, cuando reflexionemos sobre los graves problemas de competitividad de la economía española, cuando leamos las estadísticas del paro, de la bajísima tasa de actividad, de la incapacidad de las empresas andaluzas para crecer. Cuando recordemos que, en Andalucía, casi siempre, la empresa que más trabajadores emplea en cualquier ciudad es el Ayuntamiento (el nuestro, sólo algunos más de 5.000), deberíamos acordarnos de que existen otros pueblos en Europa que, inexplicablemente, emplean sólo unos meses en conceder una licencia de obras y a empezar a construir viviendas sobre ellos; que no tienen que esperar a ser agraciados con un evento de carácter universal para acometer las inversiones estratégicas que redundan en la mejora de la competitividad de su economía. Que, si consideran que se han de hacer mejoras en un espacio ciudadano (estoy pensando en los Baños del Carmen) no tienen que esperar 40 años a que tres administraciones diferentes se pongan de acuerdo.

Si Andalucía pronto será la región más pobre de Europa (ahora sólo está entre las 10 últimas de las 329 europeas); si la provincia de Málaga sólo tiene una renta neta media anual por habitante de 10.261 euros, sólo por delante de Almería, Jaén, Huelva, Badajoz y Alicante, mientras que Madrid, Vizcaya y Guipúzcoa superan los 15.500; recuerde que usted y yo, con nuestra desidia ante los malos gestores, somos también responsables.

UNA MIRADA A ANDALUCÍA, A ESPAÑA Y A SUS MALES ENDÉMICOS

En otras ocasiones me he referido a la situación de inferioridad de Andalucía y de España con respecto a Europa, recordando la renta por habitante de nuestra región (18.906 €) y de nuestro país (27.870 €) frente a los 38.690 euros de la media europea. Y cómo, algunos países del Este de Europa llegados recientemente a la UE ya nos superan en renta y en empleo. Pero no parece que estas circunstancias de atraso y pobreza (20 % de la población en España y del 32% en Andalucía) inquieten a nuestros gobernantes. A ninguno, al parecer. 

Sea nacional, regional o local, a nuestros políticos parecen no importarles lo más mínimo los males endémicos de nuestras sociedades: La obsolescencia del Sistema Educativo, el abandono escolar temprano, el paro general y el paro juvenil, la baja productividad de nuestro sistema productivo, y la ineficacia de las burocracias, inmunes a la competitividad, y enquistadas en un corporativismo estéril para nuestro país y, al parecer, rentable para ellas.  

Por no citar el mantra que se puso de moda en 2015 entre los nuevos partidos: la duplicidad de las Administraciones parasitarias, como las Diputaciones Provinciales, desprovistas del menor objetivo una vez que las Autonomías se apropiaron de la mayor parte de sus competencias. Hace pocos años leí una entrevista en el diario “La Vanguardia” con el presidente de la Diputación de Barcelona, que señaló “el mantenimiento de las bibliotecas” como la principal tarea encomendada a la ilustre institución; verdadero refugio de políticos desubicados y sin medios de vida, y asilo de cargos de confianza que terminan siendo funcionarios por la gracia de Dios.

Pero ya sabemos que las Administraciones públicas en general se rigen por un sistema feudal, según el cual nadie – y menos los administrados- tiene el derecho de conocer la productividad de los entes públicos, y si sus dotaciones humanas son acordes con las necesidades objetivas en relación a las competencias encomendadas. Los que hemos sido cocineros (concejales) antes que frailes, sabemos que las plantillas están sobredimensionadas; entre otros motivos porque la digitalización ha convertido en innecesarios muchísimos puestos de trabajo.

¿Y qué decir de nuestro Sistema Electoral que convierte la democracia de los partidos en una burla, gracias a la cual sólo los mediocres pueden alcanzar el máximo nivel de incompetencia? Y los males recientes: hemos pasado de tener el mejor sistema de Sanidad universal a descubrir que todo era una farsa. Que conseguir una cita presencial con tu médico de atención primaria se ha convertido en un empeño imposible, y que las listas de espera visten de luto cada año a miles de familias.

Mientras tanto, nuestros políticos en plena campaña electoral, siguen practicando su deporte preferido, el canibalismo. Incluso entre los que pertenecen a la misma especie en los espectros de izquierda o derecha, se devoran entre ellos como si la política fuera el único objetivo de sus vidas. Y lo es: la ausencia de elecciones por distrito, y la política como profesión vitalicia, exacerban las pasiones cainitas dentro de cada tribu.

Y el ciudadano asiste atónito a una campaña electoral en la que es imposible saber cuál es el programa de los candidatos, fuera de acabar con el adversario o prometernos que, por arte de magia, podrán remedio a todos los males de nuestro país. Mientras unos aseguran que gracias a sus políticas “nadie se quedará atrás”, como si el Sistema Educativo y el paro endémico no hubieran dejado sin esperanza a millones de compatriotas; otros prometen que, echando al gobierno, todo se arreglará. Otro grupo emergente promete a los jóvenes una “herencia universal” sin asegurarse antes su capacidad para hacer milagros, teniendo en cuenta que la herencia más segura es la Deuda Pública con la que nace cada español, 32.243 €.

AUTONOMÍAS, AYUNTAMIENTOS Y ORDENACIÓN DEL TERRITORIO

Quizá sea el tiempo de que la política de proximidad adquiera el protagonismo que la creación de las Autonomías les arrebató. Quizá sea el momento de que nuestros alcaldes y concejales hagan valer su condición de cercanía a los administrados para que reclamen medios y competencias en Educación, en tiempo libre, en capacidad normativa.

¿Saben nuestros lectores que La Ley de Comercio Interior de Andalucía tiene paralizado en Málaga el desarrollo de suelos comerciales y residenciales de millones de metros cuadrados porque su modificación para adaptarlos a las demandas cambiantes del mercado obliga a redactar un nuevo PGOU…o lo que es lo mismo, a paralizar nuevas calificaciones de suelos y las licencias correspondientes durante 8 o 10 años?

Con estos disparates en la atribución de competencias entre las Autonomías y los Ayuntamientos, cómo nos puede extrañar que España sea, dentro de la OCDE, uno de los peores países para la instalación de nuevas empresas…Poco parece importarles a nuestros gobernantes que el 50% de la riqueza mundial se genere en las grandes urbes, y que, por esa razón, deberían tener una autonomía infinitamente mayor.

Si este artículo lo he titulado con la pregunta “¿Es Málaga una isla?”. La respuesta apunta a que, en efecto lo es. Pero no sólo Málaga, sino que cada uno de los 103 municipios de la provincia, por un concepto decimonónico de la autonomía municipal, actúa como si fuera una isla dentro del tablero provincial.

Esta fragmentación del territorio tiene consecuencias dramáticas para el bienestar de los ciudadanos y para la competitividad en un mundo globalizado. Es urgente acabar con este modelo obsoleto en el que cada alcalde “planifica” el desarrollo de su pueblo, ajeno a los intereses del entorno. ¿Cuándo se enterarán los políticos de que la Costa del Sol Occidental es, junto con Málaga, una conurbación en la que el uso del territorio debe gestionarse mancomunadamente; y que sólo de esta manera podemos enfrentarnos a los retos del transporte, de la oferta de suelo industrial y tecnológico, y a la alarmante falta de vivienda a precios asequibles, de acuerdo con la capacidad adquisitiva, y el empleo de la población?

¿PORQUÉ EN ESPAÑA NACEN MÁS MASCOTAS QUE NIÑOS?

¿Nadie ha pensado en que el puesto que ocupa España en fertilidad por mujer, el quinto por la cola entre todos los países del mundo, tiene mucho que ver con el disparate de los horarios y las vacaciones escolares? ¿Por qué nuestros niños y jóvenes no prolongan su jornada escolar dos horas más formándose en idiomas, informática y salud, a cargo de los presupuestos municipales?.

La respuesta ya me la sé: “Sólo nos faltaría hacernos cargo de más responsabilidades” dirá el alcalde que me lea. Claro. Quizá ignore que –además del suyo-  en España existen 8.131 municipios de los cuales 6.827 tienen menos de 5.000 habitantes, y, de entre estos, 4.991 menos de mil habitantes. ¿Se hundiría el país si se obligara a que esos casi cinco mil municipios se fusionaran con los de más de 5.000 habitantes de su entorno, y nos ahorráramos unos 5.000 millones de euros?. A cambio tendríamos más médicos, profesores de idiomas e informática, más dinero para clases extraescolares y colonias para acoger a los niños cuyos padres tienen que recurrir a los abuelos, que se han convertido en un pilar esencial para que la natalidad en España no se derrumbe.

Como si el descenso progresivo de la natalidad (1,2 hijos por mujer en España) no tuviera nada que ver con la situación económica de las familias y los estímulos fiscales y laborales que se apliquen a los padres. Muchos economistas y sociólogos señalan que, inevitablemente, nuestro país deberá “importar” cada año medio millón de emigrantes, como si fueran una mercancía más. Como si no supiéramos que quienes abandonan su país son, normalmente, los jóvenes más decididos, y, muchas veces, los mejor formados; y cuya expatriación supondrá una pérdida irreparable para su patria. El opulento occidente, en lugar de ayudar al desarrollo de los países africanos y sudamericanos, prefiere mirar para otro lado mientras las élites locales arrasan con las riquezas de sus países sin establecer sistemas democráticos, estabilidad económica y una fiscalidad justa.

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