La nueva hegemonía en la derecha española

Vox ha entrado con fuerza en el Parlament, en una jornada nefasta para PP y Cs

El 14F en términos de estabilidad política Cataluña no ganó en nada. Los independentistas suman algunos escaños más, pero para tan corto viaje no hacían falta tantas alforjas. Un gobierno ERC, Junts, CUP ya era posible antes del día de los enamorados.

Pero en el lado constitucionalista ha habido una transformación enorme. No soy de los que incluyo en este bloque a los ambiguos PSC y Comunes, así que en la legislatura anterior el bloque que defendía sin ambages a la Constitución lo formaban los 36 diputados de Ciudadanos y los 4 del PP. Ahora la derecha está comandada por los 11 de Vox y le siguen Ciudadanos con 6 y PP con 3. Todavía es pronto para saber si esto será un caso aislado o si los de Abascal se irán asentando en ese liderazgo de la derecha. Pero para los que piensan que Vox acabará dando algún disgusto al PP, aclararles que ya se lo ha dado.

«Vox no es un partido fascista pero ha incorporado a sus filas a fascistas provenientes de organizaciones neonazis e identitarias como el MSR, PxC, DN o España 2000»

Las razones del crecimiento de Vox se pueden simplificar —con todo lo que conlleva de error una excesiva simplificación— en que el PP sigue acomplejado, y en que Ciudadanos no se sabe exactamente hacia dónde va.

Santiago Abascal, líder de Vox

Es una pena que los complejos del PP no hayan sido sustituidos por un partido político que con valentía defienda la desaparición del cupo vasco, combata la inmersión lingüística en toda la España bilingüe, la eliminación de las duplicidades administrativas y del Senado, recuperación del Estado central de las competencias de Sanidad, Justicia y Educación, independencia de los tres poderes… sin caer en las estridencias de Vox.

No voy a caer en calificativos fáciles y alejados de todo análisis politológico. Vox no es un partido fascista. De hecho, los auténticos fascistas, como la jovencita que se ha dado a conocer hace poco con un mensaje antisemita trasnochado, lo odian. Vox es un partido de derecha radical —con solo algunos elementos comunes con el fascismo— que supongo que a partir de la caída de Trump se limpiará un poco de ese ‘trumpismo’ que siempre le ha sobrado.

Me acabo de leer el libro ‘El naufragio de las civilizaciones’, de Amin Maalouf. Cuando decía “quienes sean enemigos de cualquier gobernanza global tenderán a preferir los argumentos que dudan del calentamiento global y la responsabilidad de las actividades humanas en las alteraciones”, inmediatamente pensé en Vox para el caso español. Los que son identitarios de alguna manera —sea cual sea su identidad— acaban también por atacar a todas las organizaciones supranacionales e internacionales como la ONU —y sus muchos organismos multilaterales—, la Corte Penal Internacional, la Unión Europea…

Ignacio Garriga, candidato de Vox en las catalanas y protagonista del ‘sorpasso’ a PP y Cs

Vox además da prioridad a un tema al que afortunadamente todavía no es un granero de votos en España: una política migratoria tan estricta que inevitablemente provocaría que pagasen justos por pecadores. María Rozman —única periodista española con 3 premios Emmy y que está a punto de sacar un libro con HAC Editorial— denunciaba que la Administración Trump llevó a la separación de familias de inmigrantes indocumentados en la frontera. Miles de niños eran arrancados de los brazos de sus progenitores sin que el gobierno tuviera un plan de reunificación. En la cercanía de Vox con el hasta hace nada presidente de EEUU —por lo menos hasta el 6 de enero con la toma del Capitolio, no es ningún secreto— precisamente esa política tan inhumana con los sin papeles tenía mucho que ver.

«Es un disparate pensar que Cayetana Álvarez de Toledo o Rosa Díez, ambas de pensamiento ilustrado, puedan acabar en Vox»

Por eso es un disparate pensar que personas como Cayetana Álvarez de Toledo o Rosa Díez, cansadas de los complejos del PP, puedan acabar en Vox. Las dos son de pensamiento ilustrado, coinciden con Vox en la defensa de España, en hacer frente a todo tipo de separatismo, en no regalar una victoria a ETA en tiempos de paz… Pero en nada tienen que ver con las cavernas del ‘trumpismo’, y mucho menos con un partido que ha incorporado a sus filas en cuadros medios a mucho fascista proveniente de organizaciones como el Movimiento Social Republicano, Plataforma per Catalunya, Democracia Nacional o de España 2000… Este es uno de los grandes peligros de Vox. Igual que Trump no es un supremacista blanco pero les ha alentado y fortalecido, Vox —insisto—no es un partido fascista, pero está dando oxígeno a un fascismo español que desde 1982 ha sido muy marginal.

¿Y hay alguna alternativa para que este tipo de derecha no sea la dominante en el corto-mediano plazo? Abandonar Génova habría sido un buen golpe de efecto si lo hubiera hecho Pablo Casado nada más llegar a la presidencia del Partido Popular. Maquillar una salida porque la pérdida de ingresos les dificulta pagar la hipoteca, no lo es tanto. Ni echar toda la culpa del batazo electoral en Cataluña al ‘caso Bárcenas’ tampoco es el camino correcto, ni siquiera aunque su exhibición mediática justo antes de las elecciones estuviera más que medida por sus adversarios.

La omnipresencia de Casado en Cataluña no permitió que brillara una de las personas más preparadas que tiene en el partido. En cambio, para salir a dar explicaciones del descalabro, ahí sí dejo solo a Alejandro Fernández.

Además de abandonar la sede sufragada por la ‘caja B’, se está barajando la unificación de los dos grandes perdedores en Cataluña. Unir dos propuestas que ya han defraudado no puede sino defraudar más.

Muchos de los planteamientos de Vox son una pesadilla. Y sus malas compañías internacionales aún me parecen más censurables. Pero a día de hoy me sigue pareciendo inaceptable que sea el único partido sobre el que pesa un ‘cinturón sanitario’. Salvador Illa, en su ilusión por ser president, decía en la radio que hablaría con todas las fuerzas menos con Vox. O sea, que se puede hablar con quienes organizan los CDR, apoyan las manifestaciones violentas —esta vez para pedir la libertad de Hasél—, intentan golpes de Estado… pero no puede dialogar con un partido que por mucho que tenga ciertas ideas cavernícolas nunca ha utilizado la violencia, ni siquiera aludiendo a legítima defensa en los muchos casos en los que ha sido agredido (a veces brutalmente).

España no sé si necesita necesariamente un partido de derechas más moderado pero sin los complejos del PP ni los titubeos de Ciudadanos. Lo que está claro es que sí necesitaría un partido con altura ética, regenerador, que haga frente a la degradación democrática con un Podemos en el poder (y un PSOE entregado a extremistas y separatistas)… pero para ello no se necesita un partido aliado internacionalmente con Trump, Orban y que no termina de hacer ascos ni al Frente Nacional francés ni a Alianza por Alemania.

Gonzalo Sichar es doctor en Antropología y licenciado en Económicas. Delegado en Andalucía de HAC Global, Profesor de Antropología en la UNED y secretario general del Centro de Investigación de los totalitarismos y Movimientos Autoritarios (CITMA). Es autor de más de una decena de libros s entre los que destaca ‘Las siglas de la democracia. Diccionario de organizaciones políticas españolas’.

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