La ‘nueva política’ sin primarias

El Verso Suelto

Desde que surgiera Unión Progreso y Democracia (UPyD) en 2007 con la intención de regenerar la política, la obligatoriedad de implementar un sistema de primarias para que un partido pueda colgarse el marchamo de democrático ha sido una constante. Pero igual de habitual que celebrarlas ha sido pervertirlas por diferentes métodos.

Soy de los que piensan que hay otros aspectos más importantes que la celebración de primarias en minúsculos partidos o diminutos cuerpos electorales (comités de partidos donde votan menos de 500 personas), como lo es la existencia de un órgano realmente independiente (y éste sí, elegido por todos los afiliados) que controle al Consejo de Dirección.

Pucherazos de Ciudadanos

Pero también soy de la opinión de que si se decide celebrar primarias, que sean limpias, con igualdad de oportunidades para todos los elegibles, en urna —porque hay constancia de la facilidad de amaño en las elecciones telemáticas, como algún juzgado ya se ha pronunciado— y —parece elemental, pero hasta esto no se cumple— que se respete el resultado.

Tras los fiascos de las primarias en Podemos —al parecer con códigos copiados utilizados en las elecciones telemáticas— y los pucherazos de Ciudadanos —sonado fue el de Castilla-León, pero ha habido más casos, como en Murcia— le tocaba el turno a Vox. El partido de Santiago Abascal tuvo primarias en varios lugares en octubre. En todos se impuso el candidato oficial, menos en Jaén —que se retiraron las candidaturas— y en Málaga que se suspendieron las elecciones. Mejor dicho, se anuló un resultado que nunca se hizo público. Y se anularon porque una de las candidaturas cometió «infracciones de normas internas».

Y aquí la primera nota malsonante. ¿Cuál de las candidaturas? ¿Por qué castigar a las dos? Segunda irregularidad: Si esas infracciones se cometen antes del día de la votación, ¿por qué no se suspende el proceso electoral y se da la victoria a la candidatura no infractora? Pero se celebran las elecciones, se tarda en dar el resultado, y finalmente el escrutinio no se hace público y se ordena repetir las elecciones, premiando por tanto a los infractores que tienen una nueva oportunidad para ganar.

Tras la repetición de las elecciones vence Enrique de Vivero, frente a quien ya ejercía de presidente provincial. Y a partir de ese momento campaña de acoso y derribo al vencedor, acusándole de gastarse 70.000 euros en la campaña utilizando a una agencia. Recibir dinero externo está prohibido. Y lo dicen las normas de un partido que ha recibido dinero de grupos opositores iraníes, según han confesado los actuales dirigentes «aunque eso ocurrió con la anterior dirección».

Pero es que además esta acusación no tiene fundamentación. Cuando se investiga cualquier tipo de delito una norma básica es analizar el móvil. Ser presidente de una provincial de una organización política no suele tener aparejado un sueldo (y así dicen que es en Vox). Es cierto que tener ese cargo puede allanar el terreno para encabezar posteriormente una lista electoral (como por cierto ya hiciera su contrincante en las municipales de 2015 y en las de 2019), aunque hasta en eso se adelantó el ex coronel para dejar claro dos cosas: que no volvería a presentarse dentro de 4 años y que no se presentaría a cargo electo alguno. Si bien la política está llena de casos de donde dije digo dije Diego, hacer esas declaraciones le dificultarían emprender ese camino. ¿Pero es que además alguien con una pensión bastante decente va a ‘invertir’ lo que ganaría en año y medio para además tener que renunciar a su pensión? Las cuentas no salen.

Pero además llama la atención que tras más de un mes de la celebración de las primarias el Comité Electoral Nacional no ratificó el nombramiento de Enrique de Vivero como presidente provincial, y en cambio fue visto y no visto lo que tardó en nombrar una sustituta provisional sine die —porque tiene toda la pinta de que Vox Málaga se queda sin un presidente provincial elegido por las bases—. Y esta sustituta ad eternum ‘casualmente’ está de diputada gracias a encabezar la lista de las generales porque así lo decidió el que ahora perdió las primarias. Para ese viaje no se necesitan alforjas. Y en el aparato se frotan las manos, al enemigo puente de plata. Sin el más mínimo amago de «quédate», «no te marches»… El aparato puede estar tranquilo porque se asegura quedarse sin un posible verso suelto.

Y mientras Pedro Sánchez se impuso en primarias a la oficialista Susana Díaz en el PSOE, y Pablo Casado a las otras dos candidaturas oficialistas en el PP. O sea, que tenemos ejemplos de partidos de izquierda, centro y derecha nuevos que se saltan sus primarias —recuerden que Ciudadanos ha pasado de incluso exigir primarias a aquel que quisiese pactos postelectorales con los naranjas, a prácticamente no celebrarlas— y dos viejos partidos donde se respetan unas primarias aunque pierdan los candidatos oficialistas.

Me apena decirlo, pero visto lo visto, ¿quién puede dar lecciones de primarias limpias, los partidos de la nueva política o los del bipartidismo que la regeneración democrática quiso tumbar?

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