Letanía para ciudadanos atónitos y desconfiados

Bienaventurados los que desconfían:

Desconfía de los políticos que ganan más en la política que en su trabajo anterior.

Desconfía aún más de aquellos cuya primera nómina la pagó un partido, un Ayuntamiento, o un gobierno autonómico.

Desconfía de quienes – nada más aterrizar en política – cambiaron de amigos, de mujer o marido, de barrio, de piso o de coche.

Desconfía de quienes repiten más veces la palabra España, Andalucía, Málaga o pueblo y menos, trabajo, esfuerzo, empresa, educación.

Desconfía del político que está más tiempo en los despachos que en la calle. Y aún más, de aquellos de los que es imposible saber dónde están.

Desconfía del político que no sufre listas de espera sanitarias, ni tiene que hacer colas.

Larga cola de ciudadanos en un centro sanitario

Desconfía de aquellos militantes que, en los mítines, siempre están en la primera fila, y que desaparecen cuando hay que currar.

Desconfía del político que pasa más días en Sevilla, en Madrid o en Bruselas que en la provincia en la que le votaron para ser quien es.

Desconfía de los políticos que siempre están en la tv, en la radio y en los periódicos…y también desconfía de quienes nunca están.

Desconfía del partido cuyos militantes-vasallos aplauden al líder sólo al verlo entrar, antes de que diga una sola palabra que merezca el aplauso.

Desconfía del que tienes al lado, y siempre es el primero en aplaudir.

Aplausos en un acto de partido político

Desconfía del político que nunca has visto en el Supermercado, aun viviendo en tu mismo barrio.

Por encima de todo, desconfía de ti mismo, si tus amigos siempre están de acuerdo en lo que dices, y tú en lo que dicen ellos.

Desconfía de los políticos que sólo se rodean de colaboradores más incompetentes que él mismo.

Desconfía del político que grita y del que nunca presta atención a lo que dice su adversario.

Desconfía del político que – como si fuera un mesías – asegura que va a salvar a su país, pero nunca explica cómo lo hará.

Desconfía del político que proclama cuánto ha hecho por su país, y olvida que es su país el que siempre hace más por él.

Desconfía del político que tiene más corbatas, más zapatos y mejores trajes después de cobrar la primera nómina que le pagamos con nuestros impuestos.

Pol´íticos con corbatas y sin ellas en el inicio de la actual legislatura

Desconfía de los que aseguran que han creado empleos, igualdad, seguridad y decencia, como si ellos fueran empresarios, trabajadores, profesores, policías o filósofos.

Desconfía del político no lee sino lo que él mismo ha escrito o lo que otros han escrito sobre él.

Desconfía del político que se dice de izquierdas y lleva sus hijos a colegios privados.

Desconfía del que se dice de derechas y nunca ha pagado más nómina que la de sus amigos “asesores”.

Desconfía del alcalde que llama “crear empleo” a añadir burocracia a su Ayuntamiento.

Desconfía del alcalde que, al pedir de nuevo tu voto, no es capaz de decir cuántas empresas se instalaron en su municipio durante su mandato.

Desconfía de los alcaldes o de los concejales que siempre tienen una cámara al lado cuando hay fuegos artificiales, procesiones o ferias como si ellos fueran coheteros, vírgenes o artistas de tablao.

Desconfía del político que crea carriles bici, y ni siquiera recuerda cuándo fue la última vez que montó en bicicleta.

Desconfía del alcalde que inaugura más edificios públicos que parques o jardines.

Desconfía del político que oculta el importe de su nómina y de sus dietas; y, sobre todo, del que oculta la de sus amigos a los que llama “asesores” o “cargos de confianza”.

Nómina de una diputada en la Comunidad de Madrid

Desconfía del político que no se siente seguro, y siempre va rodeado de seguridad.

Desconfía del político al que se le pregunta, y no responde porque siempre tiene prisa.

Desconfía del político que cambia de partido o de admirado líder; y también del que no cambia, pero siempre acude “en auxilio del vencedor”, sea éste quien sea.

Desconfía- si eres empresario – de los políticos a los que tus asesores aconsejan que visites antes de realizar una inversión.

Desconfía del país cuyos ciudadanos olvidan que los políticos son sus empleados.

Y desconfía de los empleados públicos que olvidan de dónde sale el dinero que paga sus nóminas.

Desconfía del político que ignora que, ese vecino al que no conoce ni saluda, paga su nómina.

Desconfía de la ciudad dónde haya muchas advertencias en la calle que digan “Prohibido aparcar, reservado a coches oficiales”, porque nadie hay más digno de aparcar que el anónimo ciudadano.

Zona reservada para aparcamiento de concejales en un ayuntamiento almeriense

Desconfía del generoso político que consigue que sus parientes, amigos y correligionarios encuentren mejores empleos al llegar él a un cargo público.

Desconfía de los periodistas que ignoran que “la peor censura no es la que manda callar, sino la que obliga a decir”.

Desconfía del político que jamás dedica un elogio a quienes le precedieron como si la ciudad, la región o el país hayan sido una creación exclusivamente suya.

Desconfía del ciudadano que no conoce el nombre de su diputado; y del diputado cuyo nombre no conoces por la incongruente razón de que tú creyeras que te representaría una rosa, una gaviota o un martillo.

Desconfía del político que siempre está viajando “para aprender”. Y desconfía aún más del que nunca viaja porque está convencido de que nadie podrá enseñarle algo que él no sepa.

Desconfía del político que es capaz de definir en sólo veinte palabras a su adversario y al trabajo que éste realiza.

Desconfía de las televisiones que dedican más tiempo a informar de lo que hacen los políticos que de lo que hacen 46 millones de compatriotas.

Desconfía del ciudadano que asegura que no existe nada mejor que su ciudad, su clima, su cocina o su país. Y desconfía también de los que dicen lo contrario: los dos han renunciado al esfuerzo de aprender utilizando la razón, y han elegido el atajo fácil de la pasión.

Desconfía de quienes dicen de sí mismos que son de izquierdas, de derechas o de centro, porque ignoran que la Humanidad se divide entre quienes lo quieren todo para sí y para los suyos, y los que saben que sólo sale la red a la orilla si todos tiran de la tralla.

Desconfía de los que se envuelven en banderas porque están desnudos de ideas y de proyectos.

Desconfía del político que, una vez en su cargo, no tiene a dónde volver. Son mayoría.

Desconfía de quienes utilizan el nombre de Dios, de Marx o de Adam Smith en vano.

Desconfía de los políticos que te invitan gratis a lugares en los que el ciudadano ha de pagar.

Desconfía de la ciudad que manda a sus policías a patrullar las calles motorizados, como si los delitos se cometieran en las carreteras.

Desconfía del político que, al acabar la legislatura, pesa diez kilos más. Y recuerda que las gambas, el jamón y el vino que tanto perjudican su salud los pagaste tú.

Desconfía de los políticos que no están de acuerdo con el escritor A Gide cuando nos aconsejaba “creer en aquellos que buscan la verdad y desconfiar de quienes la han encontrado”.

Enormes dificultades en el periodismo actual para hacer preguntas al poder político

Y a mis colegas periodistas les digo lo que me enseñaron 55 años de profesión: que la mayor conquista del poder es el derecho a no ser preguntado, ni a tener la obligación de contestar en el que caso de que se le pregunte. En ellos, en los periodistas, está depositada la responsabilidad de preguntar lo que al ciudadano le han vetado los poderosos, que siempre olvidan a quién deben lo que son y tienen.

Desconfía también de lo que he escrito, y elabora tus propias letanías.

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