Mi querida okupa

Estaba resultando especialmente lacerante la desescalada terapéutica que pretendía una vez más reiniciar.

El proceso aparentemente sencillo, llevaba en sí mismo, complicaciones torpemente silenciadas.

Quise epatar su alma, pero esta, estaba de okupa, sin querer tomar parte de toda esta famélica emoción que me debilitaba.

La llamaba con la simple idea de conseguir que, de algún modo, mantuviera esa impresión de aquel primer día. La cual hizo resucitarme y más tarde, volver a crucificarme.

Comencé a deambular por las calles convirtiéndome en un inmigrante del amor. Probando distintas sàbanas, saltando de cama en cama, recorriendo los suburbios de la ciudad, hasta caer exhausto en residencias temporales y frágiles.

Mi temor anulaba cualquier deseo por mayor que este fuera. Mi doble vida, mis juegos de ego y mis creencias, olían a manido. Ya no me servía, ahora tocaba echarle morros y confesarle que seguía amándola, con la torpeza de un niño.

Retrocedía ante la idea tórrida de mis deseos, por puro pavor a dejarme atrapar a un lugar sin retorno, inventando excusas para anular nuestras incipientes citas, de las cuales, jamás se concebían.

Dicen, que todo aquello que no consigues hacer, se convierte en un estado invisible para el mundo, pero no para nosotros. ¿A dónde van los miedos que no tienen nombre?

Ahora, mantengo el estado más cómodo y conciliador. En este estado sigo teniendo poder, control sobre las cosas y la creencia de hacer lo que debo. Nada me perturba, ni me hace cuestionar lo que pienso.

Intento no alimentar mis emociones hasta dejarlas anémicas, sin fuerzas. Así, me dejaran en paz.

Me gustaría poder volar a aquel lugar donde están los sueños no cumplidos, para poder tener un instante de felicidad a su lado.

Siento que serás la okupa de otros corazones, de otros que, como yo, solo se atreven a pensarte, porque la ‘verdad’ es inalcanzable y no se puede manipular

Mi querida okupa, ¿quién pudiera ocuparte?

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