Vienen los ciborgs

El cirujano José Javier Domínguez está especializado en enfermos oncológicos. Mediante el implante de prótesis muy sofisticadas ha logrado que amputados vuelvan a caminar sin muletas después de meses de intenso trabajo. Asimismo con el uso de megaprótesis tumorales ha conseguido evitar la amputación de extremidades en casos de tumores óseos. Acaba de publicar ‘De humanos a ciborgs’ (Última Línea, Málaga).

¿Estamos ya en la época de Robocop?

No, por supuesto que no.

La hibridación de la parte humana con la máquina, que nos presenta la película, es totalmente inviable en esta época, pero ya existen hoy en día prótesis mioeléctricas osteointegradas para amputados con conexiones entre nervios y sensores eléctricos que permiten mover la prótesis con la mente y aunque aún estamos en fases muy experimentales vamos por ese camino. No sé si llegará algún día en que la tecnología nos permita tal nivel de hibridación, pero cuando se escribió Frankenstein en 1818, imaginar que se podrían trasplantar órganos de una persona a otra también sería ciencia ficción.

«El hombre es la única criatura que rechaza ser lo que es» decía Albert Camus, y quizá nunca pensó que su descripción del ser humano pudiera llegar a ser cierta en sentido literal, al menos desde la esfera del pensamiento transhumanista tecnocientífico, que pretende emplear la totalidad de técnicas disponibles hoy y en el futuro que puedan ofrecer la biomedicina, la biocibernética y la Inteligencia Artificial para llegar a ser «posthumanos» y entre cuyas posibilidades se vislumbra quizá esa posibilidad de convertirnos en híbridos máquinas-humanos.

Cuando se escribió Frankenstein en 1818, imaginar que se podrían trasplantar órganos de una persona a otra sería ciencia ficción»

El transhumanismo tiene una potencialidad tremenda. Pero también muchos debates éticos. Usted acaba de terminar un máster sobre Bioética y en su libro se aprecia que es un científico con sólidos conocimientos humanísticos. ¿Qué peligros éticos conlleva el transhumanismo?

El pensamiento principal del transhumanismo ve al ser humano, o para ser más exactos, su cuerpo, como un elemento a modificar, a mejorar, en busca del mejor soporte posible. La naturaleza humana de esta manera pierde su valor ético. Esto nos llevaría a eliminar cualquier límite para modificar el cuerpo humano y mejorarlo. En este sentido las nuevas tecnologías de edición genética en línea germinal, el implante de chips cerebrales con conexión wifi, la unión de genoma humano con el de animales para la fabricación de órganos, por poner algunos ejemplos suscitan cada vez más dilemas éticos y morales y para evitar que la aplicación de estas tecnologías vulneren los derechos fundamentales de las personas no podemos prescindir de la ética, “no todo lo técnicamente posible es éticamente deseable”. Los intereses económicos, de control y de poder en la carrera del mejoramiento humano puede llevar irremediablemente a mayores diferencias sociales que las que ya hay hoy en día, incluso al extremo de una nueva forma de eugenesia, “la discriminación genética”. La aplicación de la tecnología sin ética, solamente desde una perspectiva utilitarista, podría conducir a la destrucción de la humanidad.

No todo lo técnicamente posible es éticamente deseable. La aplicación de la tecnología sin ética podría conducir a la destrucción de la humanidad»

Un audífono o unas gafas no son parte de la persona. ¿Por qué en un ‘ciborg’ la parte artificial se considera parte del cuerpo de su portador?

La mayoría de los componentes artificiales que se implanta hoy en día en las personas tienen que ver con el uso médico y terapéutico. Los “ciborgs actuales” son personas con reemplazos y dispositivos electrónicos que van desde lo más simple hasta lo extraordinariamente complejo, como por ejemplo una retina artificial, un marcapasos desfibrilador, una prótesis mioeléctrica osteointegrada en una extremidad amputada, o un implante intracraneal.

Así, cuanto mayor es la integración física con las personas, y mayor la sustitución del funcionamiento corporal, o mayor es la dependencia de las personas de los dispositivos implantados, más se desdibuja y se rompe la dicotomía objeto-sujeto. Es el caso de los dispositivos que mantienen a las personas con vida. Los marcapasos cardioversores, por ejemplo, monitorizan y regulan continuamente el ritmo cardíaco de una persona y también pueden proporcionar una descarga eléctrica si es necesario. Estos dispositivos pueden significar literalmente la diferencia entre la vida y la muerte y, por tanto, se vuelven constitutivos del ciborg actual.

¿Existe alguna relación entre la ansiada eterna juventud, la inmortalidad y el transhumanismo?

Si hubiera que definir un programa transhumanista, su línea principal sería la inmortalidad. La historia de la humanidad es una lucha contra la enfermedad y la muerte, sabemos que si no morimos jóvenes lo haremos de viejos, pero que aquí no se queda nadie. Para los que creen en el más allá esta vida es solo un paso, pero hay una nueva pseudoreligión que promete la amortalidad y la juventud, se trata del proyecto transhumanista, y lo que busca a través de la ciencia y las nuevas tecnologías es hacer real el deseo de inmortalidad prometido por la mitología y la religión.

«La vida eterna nunca se logrará en este mundo. Ni la eterna juventud llegará en 30 años, ni estará al alcance de las clases medias»

Hay quien dice que esa vida eterna se logrará en menos de 30 años y que estará al alcance de las clases medias. ¿Qué opina?

Ni en 30 años, ni al alcance de las clases medias, ni por supuesto la vida eterna.

Todos sabemos en algún momento de nuestra vida que la muerte es un horizonte que se nos va acercando. Decía Rabindranaz Tagore que «la muerte es de la vida igual que el nacer; como el andar está lo mismo en el alzar el pie, que en el volverlo a la tierra». Ante esa certeza, quizá el deseo de transcendencia no sea más que una forma de instinto de supervivencia al ser conscientes de nuestra propia condición mortal.

Está claro que los futuros avances biomédicos mejorarán la esperanza de vida de las personas, pero nunca hasta ese punto. Quizá en 200 años gran parte de las enfermedades desaparezcan y la hibridación con las maquinas sea habitual, no sé si seguirán existiendo las desigualdades sociales y si habrá luchas por la falta de recursos o si habremos solucionado el cambio climático, pero sí

estoy seguro de que seguiremos siendo mortales, como lo son las estrellas. Pueden estar tranquilos los que creen en el más allá, este siempre estará ahí. Nuestro sol y nuestro planeta desaparecerán, y si la raza humana para entonces ha logrado viajar a otras estrellas, seguramente seremos muy distintos. Espero que la evolución nos convierta en algo mejor, no solamente en algo distinto.

El cine cada vez va teniendo más ejemplos de transhumanos. ¿Qué películas recomendaría?

Así es, no hay que olvidar que la ciencia ficción en cuanto proyección del futuro, no es más que una puesta en escena de los sueños o las pesadillas de la humanidad. El futuro imaginario de la humanidad se mueve entre los escenarios distópicos apocalípticos o las utopías de tinte totalitario.

Por supuesto la película Robocop es un clásico del arquetipo hombre-maquina, pero hay más filmes con referencia a las premisas transhumanistas como Gattaca, Blade Runner, Elysium, Transcendence, Proyecto Lázaro, Crímenes del futuro.

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