Apostar por recuperación o declararse cascarón de huevo

La ciudadanía, por regla general, no tiene a un padre fugado en Abu Dabi al que visitar y utilizar una serie de privilegios para saltarse la cola de aquí y de allí para ser vacunado. Por lo que aún nos queda tiempo para conseguir que se den las circunstancias de abordar la ansiada recuperación.

Una recuperación que, sobra decir, no se puede afrontar desde las mismas bases de precariedad laboral y dependencia económica a sectores que, precisamente, esta crisis más está afectando. Sectores a los que hay que apoyar para evitar la sangría de bajadas de persianas que difícilmente se van a volver a abrir mañana si no se dan las ayudas necesarias.

Hay que aprender de las lecciones que esta crisis sanitaria, económica y social nos ofrece. Una de ellas es saber leer algo que siempre ha estado presente y que ahora es incuestionable, una economía diversificada e industrializada es más fuerte para resistir y remontar. Por contra, una economía donde la industria, básicamente, brilla por su ausencia, es una economía débil estructuralmente y frágil coyunturalmente.

Es necesario mirar al futuro, y sobre todo bajar la pelota al suelo. Pasar de los debates de ‘apuesta e impulso del cambio del modelo productivo’ a medidas concretas en ese sentido. Así por apuntar dos, como ejemplos, en la provincia de Málaga se dan todas las circunstancias para implementar la llamada agroindustria. Gran variedad de productos de calidad que garantizan transformar durante todo el año.

E igualmente, en una tierra históricamente ligada al textil, con una pequeña inversión que garantice una gran repercusión, se puede caminar hacia un futuro malagueño reindustrializado centrado en la fabricación de productos de protección higiénicos-sanitarios. No es utopía, lo hemos visto en Alozaina, donde una industria que estaba a punto de cerrar, en lo peor de la crisis, con todos los mercados de estos productos -que nos protegían a todos y sobre todo a los sanitarios-cerradossupo reinventarse primero produciendo mascarillas de forma altruista y después siendo filiar de una de las mayores distribuidoras del SAS.

Pero para poder mirar al futuro no nos podemos quedar ciegos ahora por lo que hay que, por todos los medios, con todas las herramientas y los recursos de los que se disponen, las administraciones tienen que evitar el cierre de todas las empresas en general y en particular todas nuestras industrias ya que,si es difícil remontar sobre una base mermada, es imposible hacerlo sobre la nada

Y sobre esto también hay que traer el ejemplo de Alozaina, donde 70 vecinas y vecinas, ahora fabrican batas quirúrgicas en una comarca con gran tradición textil que empleaba hace 50 años a más del 30 % de la población. La deslocalización está entre las principales causas que desembocaron al paulatino cierre de empresas y pérdida de empleo, a lo que hay que sumar despoblamiento de una zona inminentemente rural.

Esa misma deslocalización de antaño, está hoy detrás del posible cierre de dicha empresa tras un año fabricando productos esenciales. Es necesario que desde el gobierno central se apueste por una estrategia clara de industrialización, con medidas frente a la deslocalización, así como en este caso concreto, establecer la industria textil sanitaria como producto estratégico.

Pero la Junta de Andalucía, con las competencias/obligaciones que les otorga el Estatuto de Autonomía al que no podemos renunciar y con los recursos que tiene a su cargo tiene que proteger a las industrias andaluzas. El gobierno andaluz no puede hacerse un Poncio Pilato y lavarse las manos, como lo ha hecho con Abengoa, y dejar caer a industrias ya sean de 70 trabajadores de Alozaina o los 3.000 andaluzas y andaluces de la multinacional.

Más cuando para justificar que no se actúa para evitar un cierre en el ‘no me lo permiten las mis normas’. Es decir, para evitar mostrar la falta de voluntad política, se lanza un mensaje más pernicioso: decir que no me lo permiten mis normas, que me es imposible porque aquello que yo apruebo me lo impide, es auto declararse cascarón de huevo, auto declararse gobierno inútil -en sentido literal- para actuar con las herramientas y los recursos con los que se cuenta.

Nuestro futuro dependerá si nuestros gobernantes apuestan de forma decidida y valiente, me atrevería a decir, por la recuperación económica y social necesaria o por el contrario se ponen de perfil, a verlas pasar siendo cascarón de huevo.

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