Esta noche no alumbra la farola del mar

Apreciado director, hace pocas semanas, el decano de la prensa malagueña llevaba a su portada una reproducción del hotel-rascacielos del Puerto. Del puerto de Málaga, me refiero. Porque Barcelona tiene un rascacielos frente a la columna que sostiene a Colón, desde 1.968. Después añadieron el famoso hotel ‘Vela’ del desaparecido y prestigioso arquitecto Bofill. Este hotel, construido al final de la playa de la Barceloneta, en el lugar más visible del puerto, se ha convertido en una referencia del paisaje barcelonés y el establecimiento hotelero más internacional de la ciudad, junto al hotel ‘Arts’, un rascacielos de 154 metros de altura, situado también en la fachada marítima de la capital catalana.

Hotel Arts (Barcelona)

La foto-montaje del diario SUR era de una belleza sobrecogedora: con la luz del atardecer, el puerto de Málaga se abría ante los ojos del lector, cerrando el paisaje la impactante presencia iluminada del hotel, proyectado por Seguí, uno de los más prestigiosos arquitectos malagueños junto a Asenjo y Moreno Peralta. La foto del diario malagueño ilustraba las declaraciones del subdelegado del Gobierno de Madrid en las que, ‘insinuaba’ la oposición que en su momento ejercería el Ejecutivo nacional.

Javier Salas intentaba taponar la ‘vía de agua’ abierta por el ministro de Cultura que, recientemente manifestó: “No vamos a prohibir el hotel del Puerto porque nuestros técnicos han determinado que no hay expolio”. Y siguiendo la costumbre tan española que proclama “con razón o sin ella, con la opinión de los míos”, remata el señor Salas: “La postura del PSOE de Málaga es que el hotel es un proyecto que hipoteca el paisaje de la ciudad”. Dogmatismo político cien por cien hispano. Mañana, si se lo ordenan, dirá lo contrario. Es la ventaja de pertenecer a iglesias en las que la teología y la meteorología son intercambiables.

Imagino qué pensarán Enrique Linde y Paulino Plata de su correligionario; ellos que tuvieron la clarividencia de entender que, tras ocho siglos de puerto comercial, la ensenada de Málaga tenía el destino turístico que los dos gestores imprimieron al espacio de la ciudad que, – junto a la Málaga monumental y museística -, debía convertirse en el punto de atracción del turismo de más calidad de una ciudad marítima por excelencia, y turística porque así lo han determinado el clima, las conexiones aéreas, y la fama internacional de la Costa del Sol»

Un encuentro inesperado

El fin de semana siguiente a la publicación del diario SUR con las manifestaciones del subdelegado del Gobierno, imaginé que, (porque a veces resulta difícil distinguir lo real de lo imaginado) el pueblo malagueño acudiría en masa a protestar contra la construcción del hotel. ¿Y qué mejor sitio para manifestarse que en la explanada de La Farola, la gran damnificada por este disparate que pretende convertir el Puerto de Málaga en el nuevo Manhattan español? Y, en efecto, cientos de adoradores nostálgicos de La Coracha y de las infraviviendas del Paseo Marítimo de Pedregalejo y El Palo, estaban concentrados bajo la tenue luz de la luna en cuarto creciente, lamentando la pérdida de identidad de la Ciudad del Paraíso.

La Farola

“Es intolerable hipotecar lo mejor del paisaje de Málaga, subastar la ciudad, y ponerla en manos de las dictaduras del Golfo Pérsico”, peroraba un profesor de geografía de la Universidad de Málaga. La UMA, según el ránking de Shanghái, que clasifica a las universidades del mundo, se sitúa en la horquilla comprendida entre el puesto 700-800. Pero, ¡oh casualidad, en la clasificación por materias, la Facultad de Gestión Hotelera y Turística se sitúa entre las 51-71 mejores!

Unos jóvenes, todavía sin barba, sostenían una pancarta que reclamaba MAS EDUCACION Y MENOS OTELES. Lógicamente recordé que el Abandono Escolar Temprano alcanza al 21,8 % de la población andaluza entre 18-24 años, mientras que la media europea es del 10,2 %. Un concejal socialista enarbolaba una pancarta que, por uno de los lados, apenas perceptible, aseguraba: SÍ, AL HOTEL. Y, con tinta reciente, el lado opuesto clamaba, NO A LA HIPOTECA DEL PAISAJE. Mientras que la portavoz de un partido en extinción aseguraba que, LO HE PENSADO MEJOR: HOTEL, HOY, NO»

Entre los manifestantes encontré, para mi consuelo, a uno de los críticos literarios más prestigiosos del país, que aportaba el lado poético de la oposición: QUÉ PRECIO TIENE UNA PUESTA DE SOL, se preguntaba. Un escritor granadino, una de las voces más enriquecedoras de la literatura española de los últimos 40 años, también se sumaba al coro de las lamentaciones: SI SE TRATA DE INGRESAR DINERO, PORQUÉ NO VENDER LA ALHAMBRA.

Por fortuna, había tenido la precaución de llevar en mi mochila unos folios, un rotulador y un rollo de cinta adhesiva: SÍ AL HOTEL, Y TAMBIÉN A LAS VIVIENDAS PROTEGIDAS, dejé escrito sobre la pared de La Farola. En mi memoria, el último dato del precio de la vivienda nueva en Málaga, 2.011 euros el metro cuadrado. También, y pido perdón, recordé que el 80 % de las más de 70.000 viviendas públicas transferidas a la Junta de Andalucía, se hicieron durante la dictadura del general Franco.

El paisaje y el paisanaje

Doy gracias a que parte de mi infancia y adolescencia transcurrieran en Ronda; y haber tenido la inmensa suerte de que el cronista oficial de la ciudad del Tajo, Emilio Pérez Sánchez, fuera mi guía durante algunos inolvidables domingos. Él me enseñó a amar el paisaje urbano, y mirar con devoción las plazas, los palacios, las humildes casas encaladas, los patios, las rejas, y también la Historia. Amar el paisaje natural lo aprendí en la Costa de Granada: las plantaciones de caña de azúcar con la nieve como telón de fondo en Sierra Nevada. Después fui añadiendo playas vírgenes, ensenadas, acantilados habitados por rapaces y visitados al atardecer por las cabras monteses, colinas salpicadas de pinos que llegan hasta el mar entre las costas de Málaga y Granada, donde puedes gozar gratuitamente de los atardeceres del otoño y el invierno, cuando el sol se despide de los hombres, sumergido entre colores naranjas y rojos. Casualmente, siempre me encontraba solo en estos atardeceres. Y recordé al llorado Santiago Amón, uno de los críticos de arte más prestigiosos de la postguerra: “Si la gente amara el arte, correría a contemplar las puestas de sol”.

¿Se puede amar el paisaje sin amar a quienes les dan sentido: los hombres y las mujeres que lo habitan, que lo contemplan, que lo disfrutan; o a quienes le es indiferente porque nunca pudieron aprender a mirar…al contrario de quienes lean este texto…privilegiados que nos podemos permitir formar parte de las élites nostálgicas; que incluso conocemos la diferencia entre el color ‘magenta’ y el ‘fucsia’, y podemos llorar de emoción oyendo la música de Falla o de Boccherini… o distinguir, en la terraza del hotel ONLY YOU, los matices de un gin tonic preparado con Tanqueray Nº 10 o con Bombay Sapphire ?. Se puede amar la belleza, el arte, la música, los animales y no amar a los hombres, es evidente. Hitler pintaba con un cierto talento, y algunos pasajes de la música de Wagner le emocionaban hasta las lágrimas.  Por fortuna, también se puede amar el paisaje y a quienes lo habitan»

No permitas que los argumentos debiliten tus emociones

Desde que se conoció la posibilidad de que se concedieran los permisos para construir el hotel del puerto, ya que no se aportaban argumentos sólidos para negarlos, sino más bien – como corresponde a nuestro carácter meridional, razonamientos emocionales-, (si se me permite tomar prestado el concepto de la ‘terapia cognitiva’), no pasa una semana sin que profesores, periodistas, acróbatas de la palabra, y amantes sobrevenidos del paisaje, disparen sobre la non nata torre.

Al seguir considerándome el más ignorante de mi pueblo, me he preguntado qué paisaje se hipoteca, qué daños irreparables se infieren a La Farola, qué impedirá disfrutar de la contemplación de la bocana del puerto, de las puestas de sol, del espectáculo de la salida y entrada del “Melillero”, de la inquietante presencia de las grúas. Porque, si hay un lugar para contemplar la ciudad y el puerto, es la colina de Gibralfaro. Allí confluimos los amantes del paisaje: en la terraza del Parador, o en el mirador situado a la entrada, que también permite admirar las ondulaciones de las playas del Este de la ciudad.

Pero, al ser yo tan raro y carecer de embarcación propia, no se me ha ocurrido salir a mar abierta para regresar disfrutando de del perfil de la ciudad, del “skayline”. Pertenezco al grupo de los 579.000 habitantes de esta ciudad que no tiene barco. Y racionalmente convencido que, como sucede cada vez que una ciudad erige un rascacielos, el hotel del Puerto democratizará la contemplación del paisaje de Málaga desde el mar sin necesidad de ser propietarios de una embarcación de recreo, ni usuario de los cientos de cruceros que recalan anualmente en la ciudad.

 ¿Seré tan ignorante como para no darme cuenta de que los 116 metros de sombra que proyectará el hotel sobre los más de 7 kilómetros del litoral que abarca nuestra mirada desde El Candado hasta la Playa del Bajoncillo en Torremolinos son los cien metros más valiosos de nuestro paisaje? ¿Habrá que recordar todavía la feroz oposición que suscitó en París la Torre Eiffel en 1.889, y que 110 años después la ciudad inició en La Defense, muy cerca del Sena, la construcción de 32 rascacielos con alturas comprendidas entre 117 y 242 metros?

Ya sé que París no es el mejor ejemplo: todo el mundo sabe que los franceses en general, y los parisinos particularmente, no aman su cultura, y que han vendido el paisaje de la Ciudad de la Luz al capitalismo más depredador y especulativo. Saint Denis los perdone.

Buscando la iluminación

Cada vez que estoy ante un dilema moral o ante una crisis de identidad, me refugio en un acogedor bar cercano al Seminario. Te atiende gente amable, tienen buenas tapas a precios anteriores a la guerra, y me descontamino de la presión de las élites nostálgicas a las cuales pertenezco por formación y casi por salario.

Este bar es la síntesis de la Málaga trabajadora: por la mañana, rápidos desayunos para recuperar la fuerza que les permita seguir trabajando. Por las tardes y las noches, los vecinos del barrio tomando la última cerveza del día mientras hablan de la actualidad»

Para un trabajador la actualidad no es lo que creemos: la encarnizada lucha por el control del Tribunal Constitucional; ni los tres euros al mes que se ahorra un español gracias a la ‘excepción ibérica’ en el precio del gas; ni siquiera las modificaciones del código penal que – al parecer – favorecen a quienes han malversado dinero público o a quienes fueron condenados por abusos sexuales. Un trabajador de los que madrugan ni siquiera sabe qué es la “huella de carbono” que deja su coche o el hormigón que emplea en su trabajo. Ni siquiera –para mi desolación- les oí hablar de los rascacielos que se han construido en nuestra querida ciudad ni de los que se pueden construir en el futuro si no lo remediamos a tiempo los que sabemos qué significa el término “paisaje”. Para un peón, un albañil o un yesero, los andamios son todos iguales, estén a cinco alturas o a cincuenta. Y el paisaje es un despertador que suena a las seis de la madrugada, o la carrera de una madre o un abuelo para llevar los niños al colegio.

Un trabajador no tiene tiempo de leer el periódico (ni siquiera un diario digital). Un trabajador no conoce al concejal de su barrio. Un trabajador no es capaz de señalar en el mapa dónde está la Facultad de Medicina, o la de Derecho, o la de Telecos. Un trabajador ignora que existimos seres privilegiados que accedimos a un puesto vitalicio en las variadísimas administraciones públicas mediante unas oposiciones, un concurso-oposición o gracias a haber sido en algún momento de nuestras vidas ‘cargo de confianza’ de un político o de un partido. Un trabajador no sabe que existen empleos en los que el horario obligado oscila entre las 15 y las 30 horas semanales. Un trabajador no sabe que tres millones y medio de compatriotas nunca han tenido que buscar en un diccionario las palabras ‘despido’ o ‘paro’.

Un trabajador bastante tiene con intentar escapar de la amenaza de perder el empleo: ya saben, 19% de desempleados estadísticos, más 17% de diferencia de población activa con respecto a la media europea; es decir, un paro real del 36%. Un trabajador no sabe que el salario medio de un malagueño que trabaja es de 18.000 euros al año porque muchos de sus colegas no llegan a los mil euros mensuales.

Un trabajador ignora que en España existen unas sesenta mil personas que se pasan el día pensando cómo mejorar su bienestar (no piensen mal, el bienestar del trabajador), y que por ello reciben un salario mensual del gobierno del Estado, de los gobiernos autonómicos, de los 8.131 ayuntamientos, de las Diputaciones y de los Cabildos, de las Mancomunidades de municipios, de las empresas públicas, y de varios cientos más de organismos perfectamente prescindibles.

A setas o a Rolex

La feroz campaña de las élites nostálgicas malagueñas contra el hotel del puerto me ha recordado el chiste que dio origen a la expresión que encabeza estas reflexiones. Dos vascos salen a buscar setas y uno de ellos encuentra un Rolex; emocionado lo muestra a su compañero de excursión. Y, éste le reprende, conminándolo a dejarlo: “¿estamos a setas o a Rolex”?

Hasta ahora había creído que los que se oponían a la gentrificación del centro de la ciudad (la desaparición de la población malagueña ante el avance de los pisos turísticos, que ofertan tantas plazas como los 175 hoteles de la capital), aspiraban a cambiar el ‘target’ invasivo de los turistas actuales. También creía que el sentido común nos dice que no importa tanto el número de turistas como su capacidad de gasto diario, y que uno de los peligros que enfrenta Málaga es convertirse en destino de los ‘botellones europeos’, al amparo de los bajos precios de los vuelos (venir a Málaga un fin de semana desde las ciudades inglesas cuesta menos que la habitación de un hotel de cuatro estrellas).

Nuestra ciudad sólo dispone de cuatro hoteles de cinco estrellas que ofertan 960 habitaciones; una cantidad ridícula si queremos revertir el perfil del turista nacional o extranjero que nos visita. Por fortuna, Marbella, que tiene las mismas plazas hoteleras que Málaga, alrededor de 14.000, ocupa el segundo puesto en ventas de productos de lujo tras Barcelona. Y la razón es obvia: el turista de Marbella tiene una capacidad de gasto infinitamente superior al de la capital.

Un número es mejor que cien palabras

Resulta curioso que ni siquiera los promotores del hotel se hayan molestado en difundir un estudio del impacto económico del establecimiento en la economía de nuestra ciudad. Así que me he molestado en hacerlo con la esperanza de que un día me inviten a un gin tonic en su terraza panorámica. Aunque mi licor favorito es el que se elabora con manzana verde de la comarca francesa de Calvados.

Los datos que verán a continuación los he construido a partir de las estadísticas de EXCELTUR, el think tank de los hoteleros españoles, con un alto grado de credibilidad entre las instituciones del turismo mundial. Y teniendo en cuenta el ADR (Average Daily Rate) que, partiendo de la tarifa media por habitación, divide los ingresos entre las habitaciones alquiladas por noche. Por fortuna, Málaga está a la cabeza de las ciudades españoles en ocupación media, 75%. Mientras que Barcelona sólo alcanza el 66% y Madrid el 63%.

Teniendo en cuenta la privilegiada situación del hotel, es razonable suponer que los precios de sus 312 habitaciones estándar y las 66 suites tendrán un precio medio anual similar al de hoteles parecidos de cinco estrellas GL de España, 300 euros, que habrán de multiplicarse por el 75% de ocupación registrada actualmente en Málaga.

Los ingresos mensuales de acuerdo con estos parámetros serían 2,5 millones de euros; y 30,6 millones anuales. Ruego disculpas a quienes ya han pronosticado que el hotel será una ruina, y que acabará vendiéndose como residencial de lujo. No ha ocurrido con ningún hotel similar; y es que, además, su situación jurídica es de propiedad pública, de la Autoridad Portuaria. Cualquier cambio de uso requeriría el consentimiento de tres administraciones: la andaluza, la municipal y la estatal.

 Algo metafísicamente imposible para el carácter genuinamente carpetovetónico de nuestros políticos. Pero…también advierto al arquitecto Seguí que su proyecto ha sido modificado por quienes se oponen a su construcción (probablemente sin su permiso), y la altura de 116 metros de las 27 plantas la han aumentado hasta los 150 metros.

Durante los dos años de construcción dará empleo directo e indirecto a unas 1.200 personas. Y 350 empleos permanentes una vez puesto en funcionamiento. En cuanto a las visitas turísticas para contemplar la ciudad desde los miradores de la última planta, es razonable calcularlas en 400.000 al año. Nada comparable a la Torre Eiffel que recibe 7 millones de turistas anuales; ni con la Sagrada Familia de Barcelona, visitada cada año por 3,2 millones de personas, el 87% de ellos extranjeros. Sólo cabe imaginar el impacto económico para la ciudad sumando todos los recursos que movilizará: taxis, convenciones, compras en la zona comercial de lujo, y coleccionistas de novedades que, además, disfrutarán de la mejor vista sobre la ciudad. Inevitablemente, el hotel se convertirá en una visita obligada junto a la catedral y La Alcazaba.

Como no volveré a escribir más sobre el hotel, acabaré con una cita del autor del proyecto, y una reflexión sobre las élites nostálgicas y bienintencionadas: internas, externas y mediopensionistas de nuestra sociedad civil, ajenas a las pavorosas cifras de la pobreza andaluza que afecta a 2,2 millones de personas y a más de 200.000 compatriotas de nuestra provincia. Ya sabemos que la pobreza y el desempleo van de la mano. Y que, de acuerdo con los parámetros medios europeos, “sólo” el 37 % de la población malagueña carece de trabajo.

Entiendo que nuestra sensibilidad nos impida organizar circuitos turísticos a La Palma y a la Palmilla, a la Virreina, a los Asperones y a algunas zonas del Palo. Pero no estaría mal que personas tan refinadas como quienes tenemos un par de títulos académicos sintiéramos una cierta empatía por quienes están condenados a la marginalidad gracias a la incompetencia de nuestros líderes políticos y a la falta de sensibilidad de nuestras élites intelectuales.

Dos citas y dos reflexiones

El 2 de octubre de 2016 el diario SUR de Málaga publicaba una entrevista del prestigioso periodista Ignacio Lillo a José Seguí, autor del proyecto del hotel. El veterano y arcangélico arquitecto respondía así al entrevistador: “Pensamos que los trámites podrían estar concluidos a mediados del próximo año, empezar la obra al final del 2017 y terminarla en 2020”. Sin comentarios.

De acuerdo con los datos del ICEX, el gubernamental Instituto de Comercio Exterior, responsable de promocionar a las empresas españolas en el exterior y de captar inversiones extranjeras hacia España, en el período comprendido entre 1996/2020 nuestro país recibió una media anual de 15.000 millones de euros de inversión extranjera. Madrid, Cataluña, País Vasco, Valencia y Navarra fueron los principales beneficiarios de la inversión, que tiene a la industria como principal destino. Andalucía sólo recibió una media del 2,5 %, es decir 375 millones de euros de los 15.000 recibidos anualmente.

Hasta el más tonto de mi pueblo, que soy yo, sabe que hay una relación directa entre crecimiento económico e inversión. ¿Puede alguien extrañarse que, por primera vez en los últimos cincuenta años, Extremadura haya adelantado a Andalucía en renta por habitante? La renta extremeña en 2021 fue de 19.027 euros y la andaluza 18.906. Seguramente, cuando se conozcan los datos de 2022 el resultado se alterará ligeramente. Pero es todo un síntoma de la debilidad económica andaluza. ¿A qué se debe esta debilidad? En un artículo anterior de LA CALMA citaba el diagnóstico de dos de los economistas más prestigiosos de la Universidad andaluza: “El atraso andaluz hay que atribuirlo al sistema político y al entramado institucional y burocrático”, aseguraban los profesores Ferraro y Aurioles.

Es paradójico que, mientras el presidente del gobierno español se reúne en la ciudad suiza de Davos con Larry Fink, presidente de la mayor gestora de Fondos de Inversión del mundo , BlackRock, ( ”bestia negra” de la izquierda radical española ), para tratar de captar inversiones para España, sus correligionarios en Málaga hacen todo lo posible por ahuyentar a los escasos inversores que se atreven a escalar el casi infranqueable muro de la inseguridad jurídica andaluza, y las alambradas de espino de las burocracias municipales, autonómicas y estatales.

Y para quienes aún crean en los milagros en Andalucía, y que alguna vez seremos un país moderno y competitivo, con políticos capaces de vencer su pereza para emprender reformas que, inevitablemente, provocarían la protesta de sus correligionarios beneficiados por la inflación burocrática (el único sector que nunca ha estado en crisis), voy a recoger la respuesta del presidente del MÁLAGA TECH PARK (PTA), Felipe Romera, a una pregunta del periodista Ángel Recio para el diario digital ‘El Español’, el pasado 16 de octubre.

  • ¿Confía ver en vida el Metro y el Cercanías en el Málaga Tech Park?
  • Llevo casi 20 años con la monserga del Metro y del Cercanías, y los políticos pensarán que soy un pesado, pero es vital…No digo que haya que resolver esto en un año, pero por lo menos planearlo para que ¡dentro de diez años sí esté resuelto!

Los signos de admiración son míos, y la imprecación al cielo, también: ¡Cielo santo, qué economía puede soportar que la gestora tecnológica que pretende convertir Málaga en uno de los referentes europeos del I+D+i deba esperar 30 años para que se habiliten DIEZ kilómetros de Ferrocarril! Decididamente tengo que auto citarme al titular un artículo en LA CALMA sobre el futuro de Andalucía con el rótulo que el poeta italiano Dante colocó a la entrada de su “inferno”: LASCIATE OGNE SPERANZA, VOI CH´INTRATE.

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