Y Zeus se transformó en Picasso

A Picasso se le apagaron los ojos. Un pellizquito azul se llevó la bocanada de humo que su tío Salvador le nació a la vida. La primavera no llevaba espuma de mar en el aire, era un verde Stravinsky el que se asomó desde La Sainte-Victoire, 80 veces montaña en la paleta de la mirada de Cezanne, al lecho de su castillo de Notre Dame de Vie, en Mouguins. Nadie sabe si la noche antes sonó el cencerro que guardaba bajo su cama para espantar los fantasmas. Tenía una mañana de 91 años.

Nada en Picasso está en reposo. Ni siquiera cuando el latido del instante en sus dibujos se muestra delicadamente armónico

En toda su obra se advierte el sutil movimiento de una metamorfosis que sucede dentro y fuera del dibujo. Ocurre igual en sus óleos. Ninguna de sus obras es dos veces la misma. A las 11:40 de aquel sábado, 8 de abril, del que hoy se cumplen 50 años, en el que se le detuvo del todo su corazón cubista, seguro que ocurrió lo mismo. A su alrededor, músicos con máscaras que de repente eran arlequines desnudándose en las Señoritas de Avignon, tornadizas de repente en los faunos y centauros con flauta y en medio de la danza la ninfa Salomé de La Joie de Vivre. La hermosa pintura de 1946 que sintetiza la primera retrospectiva en España ‘Edward Quinn: Picasso y los años dorados de la costa azul’, comisariada por Cristina Carrillo de Albornoz y abierta hasta el 30 de julio en el Centro Cultural La Malagueta. El ruedo taurino por cuya media circunferencia 142 fotografías en blanco y negro son un espléndido paseo de luces con el pintor como maestro. Un puzle frente al que disfrutar los instantes de sus historias. Las enmarcadas, las que fuera de foco continuaron sucediendo y toca imaginarlas.

Imagen de una de las piezas de la exposición. Picasso en una corrida homenaje en Villauris.
(Foto de sala de José González. Photo Edward Quinn, © edwardquinn.com
© Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023)

 Y Zeus se transformó en Picasso para raptar el arte y su deseo de amar y ser amado. La inmortalidad de la metáfora la encuadró elocuente el irlandés de la Leica M3 que durante 20 años retrató los últimos Picasso de Picasso. No necesitó en la tarde de la tauromaquia – -como la que hoy le rendirá festejo en el coso de La Malagueta- su Rolleiflex con lamparilla de vidrio y filamentos de magnesio para redondear los vacíos de la luz. Su naturalidad era poderosa cuando en la escena emergía el pintor. De blanco Grecia en su Olimpo de la plaza, rodeado del séquito de admiradores, de los hijos de otros dioses como Cocteau, el mago, o el cazador del movimiento en placas de vidrio Jacques Henri Lartigue. Y las mujeres.

Las mujeres que en Picasso son sortilegios de la pintura. Su geometría, su forma mental y expansiva, su plenitud en el deseo y en la ruptura”

Señoritas de Avignon. (Foto: sala II del Museo Picasso Málaga. Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023)

También son las estancias de su obra. Abre una, cierra otra. Cada una definida por un estado de ánimo que a veces va y viene, igual que un saltimbanqui, y otras se prolonga, se auto psicoanaliza y se expresa, porque Picasso con el arte se sacude las culpas, se libera de los miedos, siente el duelo de la pérdida, conjura la rabia, enciende el deseo, se despoja del mismo, ajusta cuentas, se reta con lo clásico, el surrealismo, los ojos, el cubismo, la ternura rosa, la fuerza del gesto, el desnudo de la línea que hace del dibujo la llave del arte. La libertad de su conciencia plástica que expresa lo telúrico del grito y del sueño con los que el ser humano muestra el mundo, lo que abstrae de sus formas e imágenes,  el misterio que fluye de sus manos. Su equilibrio entre fragmento y plenitud.

Picasso pinta como lo que piensa. Lo piensa como lo pregunta. Lo pregunta como lo mira. Lo mira como lo imagina”

 «Yo no evoluciono, yo soy». Y a la vez juega a disfrazarse de sus maestros y de sus caprichos.

Imagen de una de las piezas de la exposición. (Foto de sala José González. Photo Edward Quinn, © edwardquinn.com © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023)

Cowboy de soslayo. Flamenco al fandango de una guitarra. Torero con mueca de Buster Keaton. Lo fotografía lúdico Edward Quinn. Igual que André Villiers como Popeye y David Douglas Ducan lo hizo de payaso. A lo largo de su vida representó con espíritu de divertimento –seguramente el temperamento andaluz de la guasa, tan presentes en el malagueño – enmascaramientos de las risas de un momento y de sus mestizajes – Picasso con faz de toro de mimbre, mezcla de chamán africano y de aquelarre goyesco-.  Y en la madurez, su dominio de su atractiva condición de personaje. Estupenda la exposición de 2012 del Museo Picasso Málaga ‘Conmigo, yo mismo, yo’.

Picasso hizo de su imagen una bitácora autobiográfica. Y a la vez una teatralidad de la que era director e intérprete. Otro Warhol más espontáneo y camaleónico

Picasso trompeta: Picasso, que no sabía tocar la trompeta, muestra su ‘habilidad’ animando
la fiesta ante los vecinos de Vallauris en el desfile que precedió a la corrida de toros celebrada
por Picasso en 1954. (Photo Edward Quinn, © edwardquinn.com. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023)

“¿Qué veo de Picasso que hace que sea Picasso?”, se preguntaba Edward Quinn, al enfocarle de cerca en esta escena propia de Fellini. Evocadora también de Edward Gwenn en ‘Calabuch’ de Berlanga. O un magnético primer plano con nariz de púgil, boca de amante cubista, la huella dactilar de su mirada. La de quién sólo sabe de él lo que oculta su sótano y a iluminar no se atreve. Picasso inasible en su pensamiento con niebla, su doble yo en el espejo del dormitorio, a punto de quemarse de amarillo con el naufragio del Gauloises entre los dedos. Irreductible, rebelde, voraz en su sensualidad, íntimo voyeur.

¿Dónde su verdad en la verdad de los ojos de Quinn, escrutador del instante único en el que se posa el colibrí del arte?”

Lee Miller. Doisneau. Capa. Beaton. Life. Vanity Fair. Harper´s Baazar. Siempre Picasso escapándose de sus miradas y de sus portadas. Su mejor retrato fue siempre su estudio. El espacio escénico donde sucedía su cuerpo a cuerpo con todas las posibilidades de su obra sin límites, y con la mujer, con la creatividad, con el sexo. Su danza indagatoria y hedonista con la naturaleza del arte y con el color emocional de la mujer. El  hogar, la contienda en su manera de hacer de la vida su amante, y de los lenguajes artísticos un constante aprendizaje. La posesión de su esencia desde la libertad para transformarla.

Picasso dálmata: Picasso con su dálmata, al que puso el nombre de Perro. La Californie, Cannes 1961. (Photo Edward Quinn. Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023)

Dibujos, fotografías, aventuras, restos de tiempo. Hallazgos superados, una cerámica fallida con cenizas de un beso. La luz inagotable. Su dálmata Perro. Los zapatos de bailarín a pecho descubierto. El cigarro. Siempre el cigarro, como un revólver humeante de un pistolero errante, a solas en uno de sus bodegones y también en su duelo con los lienzos en blanco. Qué curioso Picasso detrás de Edward G. Robinson, el mejor gánster del cine negro. De esmoquin en el visor de Quinn el minotauro más feliz con el torso desnudo, y calzoncillos de reinar a su antojo por su casa.

Picasso pintando con hijos: Lección de dibujo impartida por Picasso a sus hijos Claude Picasso
y Paloma Picasso. Vallauris, 1953 (Photo Edward Quinn. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023)

El hogar. Lo cotidiano. La plenitud de una fugacidad. El padre que atiende en su nido a sus pájaros, y les enseña el abracadabra del dibujo. Paloma, Claude y Pablo también niño con la primera palabra que dijo. Lápiz. Pequeño, ágil, alas entre sus dedos. Es fácil intuirlo en su playa de Málaga donde aprendió a sentir la danza femenina de las olas, a trazar con un palo una imagen efímera sobre el lienzo de arena tersa por una caricia de agua. Lo retrata el clic de la pupila, ensimismado con pasteles de aceite de cera coloreando paisajes, el relato plástico que busca y aprehende, con la misma sonrisa dichosa que cuando juega con sus hijos.

Quinn fotografía relámpagos de intimidad que son poemas de amor acerca del hombre que en esos instantes no se traduce como Picasso”

La emoción sencilla del beso de caracola de Maya en la mejilla de su padre idolatrado, sonriéndole a una confidencia. La armonía de composición holandesa de Quinn –esa quietud del silencio de Vermeer en sus escenas cotidianas de matrimonio- al enmarcar la serena modelo de luto negro como el esposo junto al que contemplan austeros en el gesto ‘Portrait de Jaqueline au mecedora et à mantille noire. Qué ternura triste, la certeza de un dolor, en la mirada de ella aferrándose al beso en la mano del pintor entre sus dedos, antes de la operación del minotauro en el British American Hospital de París en 1965.

Grace Kelly, Festival de Cannes 1955. En el asiento trasero Gladys de Segonzac, diseñadora de
vestuario. (Photo Edward Quinn © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023)

Siete mujeres tuvo Picasso. Siete amó de cámara el fotógrafo irlandés con bigote de Orwen y de Niven. Grace Kelly la anfitriona de Mónaco, hermosa, elegante, un hada de nieve y diamantes a pie del casino de Montecarlo. La juventud de traviesa pirata de Audrey Hepburn en el muelle, y por cuya fotografía la eligieron para ser princesa en ‘Vacaciones en Roma‘. Brigitte Bardot, lolita bailarina de una cajita de música que en su giro de aire desvela la intimidad de su encaje. Elizabeth Taylor espléndida su chispa como las burbujas de Ruinart en la copa donde se refleja dorada. Jane Fonda sin desatarse su rebeldía todavía del todo. Sophia Loren en plenitud de geometría italiana, y entre las seis Ella. La bruja de la que enamorarse o la mujer libre de ‘Picnic‘. El maravilloso corazón desnudo de su espalda en un baile con Cary Grant.

Kim Novak, sensual y evanescente a ambos lados del vértigo del ascensor del Carlton, sin que Rupert Allen le robe del cuello un largo beso amante”

Imagen de una de las fotografías de la exposición. Simenon en su escritorio de Villa Golden Gate Cannes 1955. (Photo Edward Quinn. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023)

¿Cómo terminaría la escena entre las manos de Georges Simenon, veloces por las callejuelas de su teclado? «

El tono de sus diálogos, la sublimación de lo sencillo, la intensidad psicológica del maestro policíaco. Casi las mismas cualidades en las fotografías de Quinn, escogidas por la comisaria de la exposición entre un fondo de más de 40 mil, para ilustrar alrededor de Picasso el Festival de Cannes, la jet de la costa dorada, los amigos del pintor. Cardinale y Lancaster con un gatopardo en la playa. Maria Callas,  el cisne griego al que le robó el alma Onassis. Matisse emperador y distante. Cocteau melancólico. Bacon en su campo de batalla y de tortura. Marlon Brando encendiendo el cigarrillo con la pupa de la pava de un joven ladrón de bicicletas, mientras aguarda enamorado a la hija de un pescador. Adolf Huxley en la hamaca de una terraza con los calcetines despeinados. Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordoñez en pijama en el hotel, contándose cómplices y fumadores  antes de retarse aquel verano de Hemingway en Vallauris, y en la plaza de La Malagueta donde admirar las fotografías de Quinn y exclamar ‘Picasso olé’.

Una cita imprescindible en este 2023 que evoca la muerte del pintor que siempre fue niño y sol. España, Francia, Nueva York. Todos los museos de su nombre, y los que poseen obras de importancia, invitan al viaje a través de 50 exposiciones y eventos de celebración.

Empezar por Málaga o abrocharlo en ella, con esta exposición por cuya atmósfera interior donde suena de fondo ‘You make me feel so young‘ de Sinatra, es una excelente manera de conocer la imagen caleidoscópica del genio que se batió mosquetero con el arte y venció todos los duelos. Hasta aquel sábado, de nuevo éste, sus ojos dejaron de comerse la vida. Y en Málaga, del aula en el ático de su Ateneo, se escapó la sombra de tiza de una paloma.

Mosquetero con espada. Vauvenargues o Mougins, 28 enero 1972 Museo Picasso Málaga. Donación de Bernard Ruiz-Picasso. ( Foto: Rafael Lobato © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023)

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