Portada de Litoral dedicada al poeta Ángel González. Copy Lorenzo Saval

Flâneur, literatura de a pie

Un voleur de lo efímero con mirada de guante. Pongamos que hablamos de Baudelaire sobre el que hace buen domingo para llevarle flores por sus doscientos años. No estará en su discreta calle de la 6º división del Cimetiére de Montparnasse. Aprovechando que las mascarillas son el nuevo antifaz del dandismo, andará por la ciudad tomándole el pulso de su música sin ritmo y sin rima. Está cerrado Paris a la muchedumbre ruidosa que suena igual que monedas, girando en una rueda de la fortuna. No acepta como España turistas en busca de absenta. Su juventud tampoco levanta adoquines para brindar por ninguna revolución clandestina. Sólo dentro de los escaparates de etéreos cuerpos bellos se adivinan seductores fantasmas, intentando cautivar su deseo insomne al otro lado de la vida. Más nítido que nunca se escucha en el aire el trazo espontáneo de la letra del flâneur. El personaje con el que Charles Baudelaire significó que pasear es una forma de escribir sobre las páginas de la ciudad.

pasear es una forma de escribir sobre las páginas de la ciudad”

Joaquín Torres-García. Nueva York 1920

La modernidad es la cultura de lo transitorio. Las máquinas, la velocidad, la agitación perpetua de lo cotidiano. Las imágenes sin mediar palabra insinuándose, el paisaje que surge bajo los andamios, y la luz que despeja de sombras las calles. La fealdad tan platónica como la belleza para el arte que de repente busca lo carnal, la embriaguez, dejarse de enamorar para vivirlo todo. Todo bulle en el escenario perfecto para el merodeo intelectual del rebelde peatón en verso, el primero en ser un cazador del instante que sólo un instante se detiene.

Baudelaire convierte al poeta en el flaneur que cuenta desde su mirada carpem diem la experiencia de lo vivo y lo fugaz”

Será este personaje con buenas piernas, oído fino, vista aguda y vigoroso espíritu de la curiosidad el que haga de su ambulantaje anónimo un acto literario, cuya inspiración hay que poner todos los días a trabajar. Es lo que exige ese oficio de robar sin mancharse los dedos -más que de la tinta que todo lo anterior lo registra, con la eficacia del lenguaje inmediato a la altura del momento- los murmullos que gorgojean y vuelan, las emociones que empleamos, las personas en oleaje en su manera de relacionarse. La plenitud casi sexual de la ciudad y sus espacios, escapando de los espejos de los salones y de los cafés, de las pinturas enmarcadas en los museos. Los personajes observados desde la libertad de la mirada que escoge entre todo lo público lo heterogéneo sobre los que descubrirnos la magia de sus historias.

Baile en el Moulin de La Gallete. Pierre-Auguste Renoir 1876

Vivió Baudelaire en la pintura otra de sus miradas indagatorias de poeta. No sólo tradujo en sus poemas los aromas, las sinestesias y los sabores de la estética sensorial de la vida, al igual que los paraísos artificiales de las drogas y los abismos interiores de la naturaleza del hombre. Desde la crítica literaria dialogó poéticamente con la experiencia del encuentro con la obra de arte –Manet, Caillebotte, Caspar David Friedrich y ‘El caminante sobre el mar de nubes’- para definir el espíritu de su belleza, el lenguaje y temperamento de su originalidad, las emociones expresadas a través de los valores simbólicos y la estética de su trabajo.

Cuántos mundos en la mirada de este tipo melancólico e insubordinado.

Charles Baudelaire retratado por Nadar

Siempre en danza la agilidad de sus ojos al borde del abismo y militante de lo hermoso, desconfiando de las apariencias, escrutando lo volátil y los matices entre lo ordinario de lo que otros muchos no ven por ser demasiado común. ‘Las Flores del Mal’ y ‘Spleen de París’ han sido en manos de muchas generaciones vademécums imprescindibles –personalmente los sigo teniendo en la misma cabecera donde las alas – para adiestrar los sentidos de la observación y resolver lo salvaje de cada minuto. El resplandor, lo sugerido, los horizontes o fronteras de las geografías interiores de la ciudad, el intervalo de una duración hojeada por las pupilas de la mente que dejan una alusión.

“Cada época tiene su porte, su mirada, su gesto, su actitud”

Baudelaire no sólo representó la suya, sino que la vinculó a modo de cordón umbilical con todas las variantes del observador que madura desde el marino errante Eugene Átget, que retrató de París sus callejones espectrales, sus oficios en vías de extinción, sus naufragios de siglo, a su discípula Berenice Abbot que hizo lo propio con el Nueva York de los rascacielos, y sobre todo con Vivian Maier, una pionera flâneuse a la que le gustaba dejar su propio rastro y captar su sombra en las fotografías con las que desveló el Nort Shore de Chicago.

Vivian Maier y su doble en un espejo fugaz. Chicago años 50.

Su historia es la de la perfecta figura en femenino del género cuyos pasos seguimos, y entre los que resuenan los de Marie Bashkirtseff, Flora Tristán o Maruja Mallo. Refugiada en su anonimato de niñera de una familia media norteamericana recorría los veneros metropolitanos, jugando con la complicidad de sus pupilos a explorar con su Rolleiflox la corriente de la vida, su electricidad urbana y vital, la energía de la gente o su apagón existencial. Los relámpagos de los transeúntes, también de ella misma – buscándose o en su autorretrato alimentando el secreto de su doble-, en el cristal de cualquier superficie u objeto, igual que un lamparón de luz que enseguida borra el sol. Imágenes en foco, bien expuestas, con ausencia de vibrados, congelados perfectamente nítidos, composiciones sólidas privilegiando el blanco y negro. Más de 100.000 negativos que son una fascinante ventana a la vida cotidiana en los espacios públicos de la segunda mitad del siglo XX.

“Edward Hopper es otro observador omnisciente para un público voyeurista de insinuaciones”

Sí, no nos escandalicemos. Es de lo que ejercemos cuando contemplamos la soledad, la espera, el desasosiego, lo fugitivo con maquillaje de inmóvil de vidas ajenas. La alineación del ser humano con respecto a sí mismo. Los amantes rotos o los que están a punto de convertirse en una pareja desnuda, de paso o para hacer del amor un crimen que no puede realizarse sin cómplice (dixit Baudelaire).

Nighthawks. 1942. Edward Hopper

Un plano abierto. La perspectiva adecuada. El zoom con el que Hopper convierte lo cinematográfico en una pintura narrativa o tanto monta al revés lo mismo, metiéndonos a pie de calle o de ventana dentro de lo que está sucediendo. A veces también en el eco de lo ocurrido un momento antes o en la pregunta de qué continuará después de esa escena transitoria. Son lienzos en movimiento y cada espectador un paseante inmiscuido en un minuto de sus biografías, igual que Hopper, conviniendo con él y nosotros que vamos caminando y de repente son los otros los que nuestra atención sorprenden. Una ficción agazapada en una imagen. Alicia de rojo al otro lado del espejo, su futuro incierto fuera de campo. Quizás el flâneur sea su lobo.

Madrid 2018. Copy Nacho Gil

Baudelaire y Brasaï dentro del ojo de la cámara de Nacho Gil. Madrid la cartografía de la mirada a ceja alzada que se desenvuelve subjetiva en busca de intemperancias, atmósferas, identidades en fuga, espejismos alternativos, verdades sin condiciones, pájaros que no se saben. De su labor publicó en 2015 la página del ‘Madrid Street Photography’en Facebook, que luego fue libro. Nunca el flâneur tiene bastante, y hace tres estrenó de imprenta un título con el oficio de su nombre. Escriben los fotógrafos álbumes literarios que diseccionan en exposiciones, y en la posibilidad de llevarnos a casa una de sus perecederas existencias enmarcadas para seguir leyéndolas. Ricky Dávila. Bruce Davidson. Todd Gross. Brian Sokolowski. Manu Mart. Neus Solá. Linda Wisdon. Silvia Sánchez. La simbiosis la completan escritores con la misma vocación de ser

aventureros atentos a encontrar en la caótica masa de pulsiones, fisuras, fragmentos, destellos, nuevas formas de lenguaje”

La escritura del poema de la ciudad y su partitura. Poe. Franz Hessel. Julio Cortázar. Robert Walser. Lauren Elkin. Antón Castro. Anna María Iglesias. Aurora Luque tan gaviera. Muñoz Molina sin dejar pasar de incógnito un pensamiento. Tampoco el arrebato de la mirada. De cada instante de la idea, de la imagen, de la seducción entre la realidad y la imaginación Walter Benjamin iba dejando la fuerza de su imán en su cuaderno de a pie. Un aforismo. Un párrafo. La huella de sus zapatos. Diferentes a los que han dejado tirados el vacío de la masificación turística de las ciudades que terminó con el flâneur de la imaginación improvisada.

Doscientos años más tarde de Baudelaire y de su moderno Frankenstein urbano apenas nos quedan rebeldes feroces, periodistas en vanguardia, avizores de enfoque a contracorriente, denunciando con independencia la injusticia, la perversión, la hipocresía moral, la mezquindad de la que fue víctima quién defendió la plástica de la escritura, la dignidad del poeta, que la poesía no dice, es.

Tampoco el paseante al que el poder económico y político ha sustituido por el ciudadano cliente. Los espacios para ser habitados transformados en rentables espacios-recinto para el turista, sujetos al Time is money que pone caro el garbeo del tiempo. La ciudad de la apropiación del souvenir y del selfie reclama el regreso del boom de los neones de su capitalismo privado, después de la pandemia. También la tecnología ha devaluado la vieja figura disfrazándola de instaflâneurs de la red, y de sí mismos.

“Caminar es un gesto de insubordinación, la metáfora de un pensamiento crítico que baja a la calle y ejerce de resistencia”

Somos hermandad quiénes estamos de acuerdo con Rebecca Solnit y reivindicamos su vigencia. La importancia de ocupar el espacio público con la mirada, con la imaginación, de guiarse por olores y sin brújula dejándose llevar por un instinto, percibiendo sonidos, indagando lugares, construyendo nuevas relaciones con los recorridos, sin dejar huellas. Recuperemos a nuestro personaje, su libertad, seamoslo.

Escucha un paréntesis de música – siempre hay una melodía que le sale al encuentro al paseo – antes de salir y volver a la ciudad de la que eres su detective y su gourmet. Que tus pasos te aventuren.

 

 

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