Luis García Montero, en su despacho del Instituto Cervantes (Foto: Ernesto Pérez Zúñiga).

Un poeta de frontera

Nació en Granada con las flores del frío, cerca de un puente que cruzó en busca de la poesía y de la ciudad como mundo. Y de repente, el profesor Rodríguez que a todos los que teníamos vocación de literatura nos educó las preguntas y los lenguajes, le puso discurso a su sentimentalidad. Le conozco de aquellos días nocturnos de Granada, en corto el humo y las conversaciones, largas las copas y negros los tacones del deseo al rojo. Siempre lo quisieron los premios –el Adonais, el Loewe, el Nacional – y de cada uno nos entregó a Javier, a Álvaro, a Juan, a Antonio, a Teresa, a Ángeles, a Ríos, a Mariano, a Tato, a Felipe, a Almudena, a Prado, a Joaquín, a todos los amigos, un diario cómplice con títulos como de canciones. Su conciencia de la cultura, que también es la mía, la enfrenta con el tiempo en su último libro No puede ser así, mientras no cesa en el trabajo de embajador de Cervantes.

Dices en este libro que te estaba esperando igual que una sombra. ¿Es por eso qué tiene mucho de edad fronteriza, de hacer las paces con la memoria?

En la memoria se mezclan los recuerdos personales y los sociales, el modo en el que una conciencia y una sentimentalidad personal observan los hechos históricos. Sí, creo que vivimos en un tiempo fronterizo y quizá uno lo observa mejor cuando se acerca a la vejez. El futuro no es como lo esperábamos en este presente, por lo que conviene repensar la historia, analizar con ojos críticos el pasado y buscar una segunda oportunidad a las ilusiones de los valores democráticos. Recuperar la conciencia para mantener una esperanza que no sea demasiado ingenua. Me gustaría que el proyecto ilustrado volviese sobre el mundo sin asfixiarse en sus corrupciones.

conviene buscar una segunda oportunidad a las ilusiones de los valores democráticos. Recuperar la conciencia para mantener una esperanza que no sea demasiado ingenua”

Hablando de conciencia ¿la imaginación es una forma de moral?

Decía Rousseau que sólo quien tiene imaginación moral puede entender el dolor ajeno. Por eso las humanidades son tan importantes junto a la ciencia y la técnica. Si no queremos someter el conocimiento al puro mercantilismo, si queremos sostener los valores éticos de nuestro entendimiento, es decisivo darle raíces humanas al saber. García Lorca denunció en Poeta en Nueva York la ‘ciencia sin raíces’. Es uno de los grandes asuntos de la modernidad, y la poesía está justo ahí. Una ciencia que utilice las vacunas para salvar vidas y no para hacer negocios avaros necesita de un punto en el que la conciencia humana sepa lo que significa la poesía.

Si no queremos someter el conocimiento al puro mercantilismo, es decisivo darle raíces humanas al saber»

No puede ser así es también un homenaje a la Historia, a sus personajes como Darwin, Galileo, y también Jesse Owens. ¿Una reivindicación curiosamente de rebeldes que dejaron una huella a la contra?

Son figuras históricas en las que podemos reconocernos. Su rebeldía sirvió para hacer nuestra historia. Me interesa su actitud ante el poder en la medida que puede iluminar nuestro presente. Están aquí, viven con nosotros, son algo más que nombres heroicos. La historia convirtió a estas personas en personajes y ahora me ha interesado convertir a los personajes en personas para ayudarnos a comprender la vida de nuestro presente. El dogmatismo, el supremacismo, la superstición, la soberbia siguen junto a nosotros.

Ceesepe. Café de Madrid 1982

El lector encontrará nuevamente en tus poemas la ciudad, pero en este libro es más que nunca una ciudad Hopper, con hoteles, ventanas, bares, soledades. ¿Te viene esta mirada de la nostalgia de otro tiempo, de la ciudad clausurada por la pandemia?

Normalmente en mi poesía he buscado la historia en la intimidad. Ahora he procurado buscar mi intimidad en la historia. El viaje me ha permitido visitar lugares históricos, sitios relacionados con fechas, y pasar luego de la plaza pública a la soledad de la habitación de hotel. Sí, una ciudad tipo Hopper.

Hay un verso maravilloso con el que defines la poesía de un poeta que ha caminado mucho “la respuesta que somos/incluso a lo que no tiene respuesta”.

El conocimiento técnico y científico es decisivo. Pero también podemos comprender que hay cosas que no se arreglan con una fórmula matemática. Cosas que tienen que ver con la muerte, con la vida, con lo que puede caber dentro de palabras como yo o como nosotros.

La poesía es una forma humana de conocimiento que se adentra en las dudas, en los sentimientos más profundos”

Creo que su falta de ajuste a respuestas exactas es una fortuna, porque tiene que ver con la libertad de los seres humanos. Las interpretaciones, las opiniones, las respuestas personales son así un ámbito de libertad.

Naciste a la poesía entre el sortilegio de García Lorca, la humanidad de Machado y Canción del pirata de Espronceda. ¿Son tus maestros en el abordaje de la vida?

Es verdad, son poetas fundamentales en mi vocación. El azar me los fue poniendo por delante de forma disciplinada. Mi padre me leía en voz alta Canción del pirata de Espronceda. El descubrimiento de Lorca en la biblioteca familiar supuso uno de mis deslumbramientos más profundos en mi adolescencia. Comprendí que había muchas cosas por debajo de las palabras y de las apariencias de la vida. Lorca era además de mi ciudad. Debajo de las calles que pisaba había muchas cosas ocultas. Y Machado me ayudó a buscar respuestas cívicas en un lenguaje cercano a la lengua de la sociedad. Y tratándose de la musicalidad del lenguaje me gusta meter las metáforas lorquianas en el tono meditativo de Machado.

Suelo definirme como un romántico ilustrado. Esa es mi vida de frontera, procuro unir la razón con el valor de la rebeldía.”

Luis García Montero, Teresa Gómez, Ángeles Mora y Javier Egea, en La Tertulia (1983)

La primera frontera que cruzaste fue con el Premio Adonais, luego la de la entrada de Alberti en Granada, otra fue la Otra Sentimentalidad, y el Encuentro de Poetas Andaluces. ¿De aquella primavera del poeta cual fue el secreto?

La vocación. Me hice lector y quise unir mi vida a lo que me apasionaba. Granada a finales de los 70 y principios de los 80 era una ciudad maravillosa para un joven que quería ser poeta. Encontré amigos, modos de unir mi dedicación literaria a mi compromiso político, formas de recuperar el pasado que pedía ser oído bajo los escombros de la dictadura. Y tuvimos la suerte de que Rafael Alberti regresase del exilio para recordar su juventud frente a nosotros. También fue una suerte encontrar en la poesía una forma de participar en la transformación social que pedía la democracia. La búsqueda de otra sentimentalidad fue coherente con un país joven, buscador de libertades, y que necesitaba otro modo de relacionarse con la vida.

En esa época de la Transición se gestó el concepto de camaradería, en torno a La Tertulia, una especie de isla de Tortuga de la cultura. ¿Se ha perdido ese espíritu de complicidad y de transversalidad?

La Tertulia fue un lugar en el que nos reuníamos poetas, músicos, pintores, activistas culturales, políticos, y el rumor de las mesas no era sólo propio de los que tienen la noche por delante, sino de los que tienen la vida y la historia por delante. Guardo muchos recuerdos y sentimientos de amistad de aquellos años. Supongo que ahora habrá otros sitios en el que la gente joven se reunirá con las mismas ilusiones, y habrá complicidades vitales. En nuestro caso, se daba la ocasión de que empezaba la democracia, España entraba en Europa, los signos de una nueva época eran claros, y además no podíamos permitirnos el lujo de ser adánicos porque progresar era reivindicar la memoria de un pasado digno. Ahora supongo que los rumores de los bares tienen otro tipo de dinámicas. Pero no me atrevo a opinar. Ya es viejo hasta el 15M. No me gustan ni los jóvenes adánicos, ni los viejos cascarrabias.

Necesitamos reconvertir las palabras rotas por los poderes por unas pocas palabras verdaderas dices en uno de tus ensayos. ¿Crees que es posible, que incluso lográndolo no será una romántica resistencia frente a los emojis, al empobrecimiento de vocabulario?

Conviene discutir con las palabras, devolverles un significado que el uso del cinismo neoliberal ha roto. No podemos dejar que la libertad signifique la ley del más fuerte alejada del contrato social. No podemos dejar que bondad se identifique con imbecilidad, ni que el cuerpo y el amor se hundan en un mundo mercantilizado, ni que el conocimiento y la información sean nuevas formas de transmisión supersticiosa. Las ideologías manipulan el lenguaje y no hay discurso que no pase por una manera de abordar las palabras y de precisar sus significados. El vocabulario actual se relaciona con un mundo dominado por el cinismo, todo da igual, nada tiene arreglo, la libertad tiene poco que ver con la igualdad, los derechos humanos son un blablablá. Y así se ordenan los debates.

Conviene comunicar una forma de resistencia a través de las mejores palabras, las más aliadas con las voluntades de una sociedad justa”.

Volviendo a No puedes ser así. ¿La poesía es la memoria de confesar la experiencia?

La poesía supone una forma de conocimiento de las relaciones que el yo mantiene con el mundo. Ahí cobra especial importancia la memoria de lo vivido. El yo no es una esencia, no nace hecho. La educación sentimental es una elaboración que tiene que ver con la experiencia social. De ahí que el conocimiento de los procesos vitales sea una de las claves de la poesía. Soy de los que opinan que el peso de la propia vida está siempre, pero el personaje poético es distinto al personaje biográfico. Escribir es un intento de que la propia vida pase a tener un significado abierto, habitable por los demás. Me gusta la conciencia artística que Diderot señaló en La paradoja del comediante.

Luis García Montero con Joan Margarit, Premio Cervantes 2019 (Foto: AP)

¿Qué tiene también la poesía de lavadora de lo vivido?

Por ahí voy. Como forma de conocimiento la poesía busca explicar las raíces más importantes de lo vivido. La poesía tiene que ver con una verdad escrita con minúsculas. No es lo mismo creerse en posesión de la Verdad con mayúsculas que procurar no mentir, entender la propia verdad de una conciencia. El poeta que busca hacerse dueño de sus propias palabras representa a cualquier ser humano que intentan ser dueño de sus opiniones y sus recuerdos. La persona que dice lo primero que se le ocurre suele repetir como un loro lo que flota en el ambiente. Ahora existen poderosísimos medios de control de las conciencias. Uno no escribe para repetir consignas, sino para limpiar y ordenar la propia verdad de una manera honesta.

¿A qué se mira desde los ojos de la poesía?

Se mira al mundo, a la realidad en su sentido más amplio. María Zambrano hablaba de deshumillar las cosas de la vida, todo aquello que pasa desapercibido en la rutina por ser un detalle menor, algo propio de un individuo que no ocupa la centralidad. Desde ese detalle, desde esa experiencia propia, se puede iluminar el mundo.

¿El lenguaje es la piel de lo que imaginamos?

Es el lugar en el que nos hacemos. El ser humano aprendió a hablar porque necesitaba comunicarse para resistir, sobrevivir, amar, moverse. Y en ese proceso de convivencia se fue haciendo a él mismo. La poesía, como el lenguaje, forma parte de la piel de la vida, está siempre a pie de calle. Una metáfora nos ayuda a tocarnos, a sentir el cuerpo. El lenguaje nos permite situar el tiempo en el espacio, de ahí que la poesía indague con imaginación el pasado y con memoria el futuro.

¿La poesía es un contrato social?

La poesía, la ficción en general, la lectura. Antes hablaba de la hospitalidad en el proceso de creación. Leer y escribir es ponerte en el lugar del otro sin dejar al otro sin lugar. El proceso de comunicación se convierte en proceso de conocimiento.

“Escribir es establecer una cita de conciencias privadas en un espacio público. No se me ocurre mejor metáfora del contrato social moderno que la lectura”.

Foto: Ximena y Sergio

¿Cuántos poetas existen en un poeta?

Todos somos muchas personas a la vez, cambiamos con el tiempo, con las situaciones, o con las personas ante las que estamos. Conocerse es precisamente la necesidad de comprender esos cambios, esos matices en un territorio que no es un bloque de piedra. El poeta mexicano Bonifaz Nuño tituló la colección de sus mejores libros con el título De otro modo lo mismo. Quizá la memoria y la inteligencia sirvan para buscar la coherencia en ese ser matizado y diverso que somos. Ya ves, ocurre igual con el lenguaje. La unidad de una lengua materna sólo se consigue respetando los matices. No se habla lo mismo en Andalucía que en Salamanca, ni en Sevilla que en Granada, pero hablamos un mismo idioma.

Me gusta enseñar el derecho a la emoción y a la admiración, dos derechos decisivos»

La enseñanza es también tu vocación. ¿Qué le priorizas a tus alumnos en el conocimiento de la literatura, el oído, la mirada, el abordaje del lenguaje?

Todo va de la mano. Me gusta enseñar que la verdadera libertad no está en decir lo que uno piensa, sino en poder pensar lo que uno dice. Para eso hace falta comprenderse y comprender, ponerse en lugar del otro. Me gusta ver de qué modo se han tratado los diversos asuntos del ser humano en cada época. Eso me permite explicar que la forma de decir te quiero o voy a morir es tan histórica como la invención de la imprenta. Y a partir de ahí se pueden poner en duda los dogmas, dejar de creer que el sol da vueltas a la tierra o que es posible separar la libertad de la igualdad. También me gusta enseñar el derecho a la emoción y a la admiración, dos derechos decisivos. Se trata de que el yo no se diluya en el Todo y no se encierre en su propio abismo. La literatura es un buen modo de conocer las relaciones entre el yo y el nosotros.

Luis García Montero, en un pasillo de la Universidad (Foto: Ramón L. Pérez)

¿Cuál es la mejor enseñanza de la escritura?

Que no existen las verdades preconcebidas. Que merece la pena pensar en los detalles. La escritura supone conocimiento, no reproducción de ideas preconcebidas. Un poema tiene poco que ver con un panfleto.

Ponerse a escribir significa atreverse a estar en la intemperie, dudar de uno mismo y obligarse a tomar decisiones sin la seguridad de los dogmas”

¿En qué reside la clave de la educación?

En saber mirarse a los ojos, en ser capaces de contagiar el amor por algo. Un escritor no hace su trabajo para que alguien se aprenda su fecha de nacimiento. Intenta hablar de la vida, de las relaciones del ser humano con la realidad. Los sueños forman parte de la realidad. Un profesor de literatura intenta contagiar la vocación lectora, la necesidad de pensar el mundo y de ajustar cuentas íntimas con la realidad.

¿Los alumnos son el futuro del profesor?

Y su presente. Después de discutir mucho sobre educación, presupuestos educativos, política universitaria, leyes de enseñanza, uno llega a clase, cierra la puerta, mira a los alumnos y se pregunta ¿qué puedo hacer ahora por ellos? A veces se consigue algo y eso tiene que ver con el futuro del alumno y del profesor. Me emociona mucho cuando me encuentro al cabo del tiempo con alumnos y me cuentan sus recuerdos.

Foto: Arantxa Carceller

Se cumplen 30 años del Instituto Cervantes y en este tiempo ha subido un 70% el número de hablantes en español. Pero aquí, nosotros, ¿tenemos conciencia realmente de la riqueza de nuestra lengua?

Es verdad la subida del 70%, pero en el Instituto no somos tan presuntuosos de pensar que esa subida se debe a nuestro trabajo. El español ha ido creciendo, hoy ya lo tenemos como lengua nativa casi 500 millones de hablantes, por la fuerza demográfica latinoamericana.

En España, en general, no se ha tenido en cuenta la cultura como valor esencial. Esa es una de las herencias más graves de la dictadura”

En el doma sólo se pensaba en tono imperialista, cosa ridícula porque en realidad los españoles somos sólo el 8% de los hablantes de español. Si se compara los presupuestos en cultura del Reino Unido, Francia, Alemania con España, es muy notable nuestra carencia. Eso debe solucionarse en ayuntamientos, comunidades autónomas y ministerios. La cultura es un valor esencial. Y por lo que se refiere al idioma, está clara no sólo su valía cultural, sin su poder económico. El papel de España en el mundo tiene que ver con un idioma que es el segundo en número de hablantes nativos después del chino mandarín y el segundo en comunicación después del inglés.

Federico García Lorca: me enseñó a entender que la luna es algo más que la luna y que hay razones para que un jinete no llegue a su destino, aunque sepa la dirección.

Rafael Alberti: el mito, el amigo de García Lorca, el poeta republicano, el autor de Sobre los ángeles o de Retornos de lo vivos lejano, se bajó del altar y se hizo mi amigo.

Ángel González: un hermano mayor con la edad de mi padre, un poeta que hizo del civismo un compromiso lírico y de lirismo un compromiso social, un abuelo de mis hijas.

Caballero Bonald: Otro hermano mayor, un buen consejero sobre los compromisos del poeta con el lenguaje, un compañero en los compromisos políticos.

Jaime Gil de Biedma: mi segundo deslumbramiento después de García Lorca, la mirada amiga que me invitó a descubrir mi propio mundo a través de su pensamiento y su poesía.

Rosalía de Castro: me enseñó que el dolor en poesía tiene menos que ver con los gritos espectaculares que con la intimidad. La sabiduría de la tristeza.

Francisco Ayala: otro lujo en mi vida, un maestro del pudor y del civismo como herencia democrática, un modo vivo de pensar lo que se dice antes de decir lo que se piensa.

Vivimos tiempos de incertidumbre, de desprestigio del conocimiento, de devastaciones causadas por la pandemia, entre ellas la de la cultura. Tienes un verso que dice “cada tiempo de dudas, necesita un paisaje”. ¿Cuál es el de hoy para mañana?

La democracia se puso en peligro cuando la comunicación de mentiras sustituyó al conocimiento y a la información. Creo que hay dos tareas: devolverle la dignidad a la información es una. Pero no basta. Hay también que penetrar en la comunicación para dar desde ahí la batalla contra el odio, la insolidaridad y el sálvese quien pueda. Hay que crear una comunicación de valores solidarios y humanos. ¿Un paisaje? Calles llenas, o plazas de pueblo, en las que la multitud o la población no sean un conjunto de soledades, sino una comunidad capaz de comprender que convivir significa la mejor respuesta a la intemperie.

Foto: Alberto Schommer

Igual que un croupier, nada se queda de las emociones el poeta en sus manos. Los placeres, las cicatrices, las ciudades, el compromiso, la vida, las deja en sus palabras a las que les arregla el corazón y la conciencia. Y nos las deja cómplices, en pie de paz.

 

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