¿Hay esperanza para España, para Andalucía?

Apreciado director, llevo varios días intentando reflexionar sobre un asunto que debería preocuparnos a todos, y no es otro que la infantilización de la ciudadanía; un destino al que la han condenado una clase política que se empeña en ocupar todo el espacio social, dejando al ciudadano fuera de las decisiones que, forzosamente, van a determinar su vida, y en todos los aspectos.

Esa era mi intención; pero esta semana, observando la realidad político-social ha crecido en mí la alarma sobre el futuro de España y de Andalucía.

A estas alturas no creo que ningún español ignore que nos encontramos en la peor crisis económica desde la Guerra Civil de 1936″.

Ni la llamada CRISIS DEL PETRÓLEO de 1973, ni la crisis de 2008 producida por la quiebra de la Banca más sólida de Estados Unidos, ‘Lehman Brothers’ (el equivalente a nuestro Banco de Santander), que contaminó al mundo entero exportando sus hipotecas de altísimo riesgo y debilitando el sistema bancario mundial, pueden compararse a la crisis actual. Pues bien, todos los expertos coinciden en señalar que la crisis que padecen los países democráticos que se rigen por la Economía de Mercado, y, singularmente la Unión Europea, están a punto de entrar en una recesión a la que pocos se atreven a señalar un horizonte.

Cualquier persona sensata pensaría que, ante lo que se nos avecina, los gobiernos y la oposición se sentarían a hablar, a pensar y a trabajar para conseguir acuerdos que minimicen las consecuencias que ya estamos sufriendo, con una inflación que no conocíamos desde hace cuarenta años, y la pérdida de empleos, – singularmente en la industria, la construcción y en el comercio, – por la lógica disminución del consumo de bienes prescindibles como los automóviles o los artículos de lujo y los viajes. ¿Alguien ha visto sentarse al señor Sánchez y al señor Feijoo, o al señor Moreno Bonilla y al señor Espadas para hablar de esta crisis y sus remedios?

Feijóo y Sánchez durante el debate registrado en el Senado

Todo lo contrario, la crisis sólo ha servido para convertir España en un inmenso ring en el que los boxeadores tratan de dejar KO al adversario, consumiendo sus energías en desacreditarse mutuamente en vez de ponerse a trabajar unidos para tratar de salvar a nuestro país, y con España, a todos los españoles.

España, un pueblo cainita, con una clase política irresponsable.

Querido director, ¿es posible que no aprendamos; ¿que sigamos siendo un pueblo cainita e irresponsable, en el que quienes tendrían que dar ejemplo, y unir fuerzas ante la catástrofe que se avecina, se dediquen a culparse mutuamente de ella?. Como profesor de Lengua y Literatura que fui no puedo menos que acordarme del cuento de las liebres que discutían entre ellas sobre si los perros que les perseguían serían galgos o podencos. El final ya lo conoce: mientras ellas se dedicaban al pugilato dialéctico sobre la identidad de los perros, éstos acabaron con ellas.

Si uno oye las conversaciones del hombre y la mujer de la calle llega a la conclusión de que la clase política vive ajena a la vida real de las personas. «

Como si el sufrimiento de los tres millones de parados, (cuatro millones, si tuviéramos en cuenta los 17 puntos que separan nuestra Tasa de Actividad de la media europea ), los bajos salarios en los sectores de la hostelería y el comercio de alimentación, el precio desbocado de la vivienda y el futuro sin esperanza de nuestros jóvenes, no tuvieran nada que ver con ellos.

El precio de la vivienda y los sueldos precarios impiden la emancipación de los jóvenes

Como si los hubiéramos elegido sólo para disfrutar los privilegios auto concedidos para ellos y para sus correligionarios, teniendo a la ciudadanía como convidados de piedra, y víctimas seguras de los perros que están a punto de devorarnos. Entonces poco importará que sean galgos o podencos, izquierdas o derechas, nacionalistas o españolistas. El país entero se habrá ido al guano, mientras ellos seguirán disfrutando de su inmerecido estatus de ‘padres de la patria’.

Hasta qué punto los intereses de esta clase desprestigiada, – a la que el 80 % de los españoles consideran responsables de nuestros males, – se imponen a la urgencia de las reformas que necesita España y Andalucía para ser un país moderno y competitivo, que llevan más de 30 años aceptando que la clave de nuestro futuro es el fortalecimiento de nuestro sistema educativo y la modernización y competitividad de nuestras universidades.

 Y a pesar de ello, aún no se han puesto de acuerdo en dedicar los recursos suficientes para hacer frente al fracaso de la Educación y de la Universidad, única garantía para que las próximas generaciones encuentren en su país las oportunidades que, los más capacitados, tienen que buscar fuera.

Y, mientras tanto, – a causa de esta ceguera de los partidos tradicionales, gracias a los que se forjó la grandeza de Europa, al aunar la ideología socialdemócrata con la liberal, la igualdad de oportunidades con la libertad de emprendimiento, – una ola conservadora, armada sólo de propuestas simplistas y antieuropeas, avanza imparable sobre el espacio en el que se forjó la Ilustración, la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad.

Nuestra única esperanza: la SOCIEDAD CIVIL

Apreciado director, la inmensa mayoría de nuestro pueblo está formado por gente de buenos sentimientos, solidario y sacrificado. La prueba la tenemos en los más de diez millones de jubilados, – abuelos o padres la mayor parte de ellos, – que, paradójicamente, están ayudando a sus hijos y a sus nietos a salir adelante: ya sea recogiéndolos al salir de los colegios, cocinando para sus familias, pagando parte de sus préstamos, o teniéndolos en casa mientras sus padres vuelven del trabajo, caso de tenerlo.

En septiembre se produce la ‘vuelta a cole’ de los abuelos. Recogen y cuidan de sus nietos

Y mientras en la Europa desarrollada los jóvenes se emancipan a los 21 años, en España nos hemos acostumbrado a que, con 30 años, chicos y chicas bien formados, se vean obligados a vivir en la casa paterna, o bien por carecer de trabajo, o por ser inaccesible el precio de la vivienda en propiedad o en alquiler. Raro es el día en que, al empezar el curso, los informativos no dediquen algún espacio a mostrar cómo los jóvenes de las grandes ciudades viven hacinados en pisos ‘de estudiantes’, pagando cantidades mensuales astronómicas.

Ante este drama generacional, los primeros responsables de que haya suelo barato disponible, los alcaldes, miran para otro lado«.

Como si no fuera de ellos la responsabilidad del urbanismo y la disponibilidad del suelo, o los plazos de las calificaciones y las licencias posteriores para que ese suelo no entre en la espiral especulativa que convierte el metro cuadrado urbanizable en un bien inaccesible.

¿Y qué esperar de las administraciones central o autonómica, dedicadas a la acusación permanente entre unas y otras, acusándose mutuamente de los males de su comunidad, o de la falta de colaboración entre administraciones, o de la insuficiencia de la financiación, como si el dinero cayera del cielo y las autonomías fueran sólo entes dedicados al gasto y, rara vez, instrumentos de dinamización económica?

El ‘caso andaluz’ es paradigmático de esta hipocresía general de las autonomías y sus gobiernos: mientras reclaman mayor financiación, la Unión Europea nos proporcionó desde 1986 ciento veinte mil millones de euros (120.000 M €) y con ellos hemos conseguido el milagro inverso de retroceder 20 puntos en nuestra convergencia con Europa, mientras los países recién llegados de la Europa del Este han dado un salto de gigante en el bienestar de sus ciudadanos y en el incremento de su PIB.

Decididamente, la clase política no está a la altura que requiere esta crisis, ni nuestro pueblo se merece esta generación de políticos sin visión de Estado y alejados – dentro de sus burbujas a prueba de crisis – del sufrimiento y las angustias de nuestros conciudadanos. Por eso creo que nuestra única esperanza es que el ciudadano medio, informado y comprometido con su sociedad, tome las riendas y exija una participación activa en la gestión de lo público; ya sea organizándose en asociaciones culturales, sociales y económicas; ya sea apoyando los medios de comunicación independientes, ajenos a la servidumbre del poder.

La participación de la sociedad civil es determinante en los difíciles tiempos que se avecinan

Es curioso que, más de 120 años después, adquieran rabiosa actualidad las palabras del regeneracionista aragonés Joaquín Costa, – influido por la Institución Libre de Enseñanza, fundada por el rondeño Giner de los Ríos-, cuando preconizaba para la modernización de España y su integración en el espíritu modernizador europeo “Escuela, Despensa y una doble llave al sepulcro del Cid”. Querido director, aquí seguimos esperando el milagro.

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