Un chien andalou

Querido director de LACALMA. Quizá deba empezar por explicar que el título de este artículo es el mismo de la película que realizaron en 1929 en París dos de los andaluces, – junto a Lorca y Chiquito de la Calzada-, más universales: Luis Buñuel y Salvador Dalí. Estos 16 minutos de fotogramas son el inicio del surrealismo en el cine mundial. Como andaluces, debemos sentirnos orgullosos.

Otro día escribiré sobre otros andaluces universales: los emperadores sevillanos Adriano y Marco Aurelio. No sólo fueron emperadores del imperio más poderoso de su tiempo, sino también personajes de una cultura que hoy haría sonrojar a cualquier rey de nuestra época, ya sea americano, inglés, ruso, chino o francés. Si por algo nos distinguimos los andaluces es por nuestro amor a la cultura y a la ciencia. ¿Quién, sino dos andaluces, Cristóbal Colón y Miguel de Cervantes, onubense uno y gaditano el otro, podían realizar la proeza de descubrir un Nuevo Mundo y escribir la mayor obra literaria de la Humanidad?

Querido director, todo este exordio viene a propósito de mi ausencia en la votación del Congreso que eligió al líder del Partido Socialista como presidente del Gobierno de España, incluida Andalucía. Pero si no estuve presente, la lectura de las intervenciones del candidato, el resultado de la votación y los antecedentes que llevaron al desenlace me hizo recordar a un granadino ilustre: el diputado por La Alpujarra y la Costa de Granada Natalio Rivas, que llegó a ser ministro de Instrucción Pública el año 1920, cuando los gobiernos apenas duraban seis meses.

De este desacomplejado diputado se cuenta que, en una de las legislaturas de principios del siglo XX, ante la petición de los electores del pueblo alpujarreño de Pitres, a 1.200 metros de altitud, les prometió que tendrían un puerto como el de Motril, y que los membrilleros darían dos cosechas al año. Como decía con toda razón el maestro de periodistas y brillante columnista Manuel Alcántara, “¿conocéis a alguien que se haya arruinado prometiendo?”.

EL ESPLENDOR DE LO DIFERENTE

Ni usted, querido director, ni nadie – excepto Luis Buñuel y Salvador Dalí – saben que el partido político que, nacido en Málaga tengo el honor de presidir, obtendrá 8 diputados en las próximas elecciones, según todas las encuestas (excepto, claro, la del CIS.) Todo empezó un día de octubre de un año reciente. Estábamos un grupo de amigos jugando al dominó mientras mirábamos distraídamente la tv. Ya sabe usted que una partida de dominó es sagrada para un jubilado. Y aunque sólo nos jugábamos saber quién pagaría el café, estas cosas de la honra hay que tomarlas en serio.

De repente, uno de los presentes mandó callar y pidió al camarero que subiera el volumen del televisor. Debía ser un acontecimiento importante para que se interrumpiera una partida de dominó. Apareció en pantalla un señor que me recordaba ligeramente a Luis Buñuel, mientras un periodista transmitía en directo algo parecido a la famosa película de los andaluces ilustres. En efecto, no podía ser, sino que se cumplía la circularidad de la historia, y volvía de Figueras Salvador Dalí para realizar de nuevo el guion de la segunda película surrealista más valiosa de la historia de la cinematografía hispana.

De forma solemne, el señor que se parecía a Buñuel dijo: QUEDA PROCLAMADA LA REPÚBLICA EN NUESTRO TERRITORIO. Estábamos seguros de estar asistiendo a un programa de humor de los que hacen historia, porque ocho segundos después, con la misma solemnidad, el actor principal declamó: QUEDA SUPENDIDA HASTA NUEVO AVISO LA REPÚBLICA. La partida de dominó la dimos por terminada sin saber quién pagaría el café; y ni siquiera si tomaríamos café: no todos los días se asiste a un acto de tanta trascendencia, ya sea el director Buñuel o el humorista Eugenio.

Como recordarán los lectores de LACALMA, la retransmisión de la fugaz independencia de la patria de Eugenio y Gaudí provocó una cascada de declaraciones de independencia de las entonces llamadas “regiones”. Todas con el mismo tiempo de duración, 8 segundos. Aquello provocó un pánico generalizado entre los políticos que, como todos saben, llevó a la afortunada reforma de la Constitución por una aplastante mayoría de diputados, para facilitar el feliz tránsito a la llamada “Transición de la Diversidad”, resumida en la ingeniosa frase: “Quien se sienta diferente, que lo diga”.

Y fue en este día del dominó, en el que uno de los de la partida dijo, casi en broma, “¿Y por qué no proclamamos la República Malagueña?”. Lo que sucedió en toda España después del episodio surrealista de la capital de Cataluña y la modificación de las leyes heredadas del franquismo ya es cosa sabida: nuestro país conoció una efervescencia nacionalista que llevó al nacimiento de innumerables partidos regionales, provinciales, locales y de barrio.

Después de lograr de forma impecablemente legal, -como corresponde a un Estado de Derecho – la división de Andalucía entre los antiguos reinos de Granada y Sevilla, y proclamar la Independencia de la provincia de Málaga como “Estado Asociado” al reino confederal de Granada… ¿acaso alguien que tuviera un mínimo de sensibilidad democrática, podría negar los rasgos diferenciadores de la Barriada del Palo y su derecho a proclamarse municipio independiente de Málaga? Aceptada la petición de los paleños, bajo el amparo del artículo 1.1 de la “Nueva Constitución de los Estados Confederados”, hoy podemos afirmar que fue una gran elección: El Palo, con su habla particular y sus enraizadas tradiciones como la pesca del chanquete mediante las artes tradicionales, es hoy un municipio floreciente, pendiente sólo de fijar sus límites con La Cala del Moral, independizada del Rincón. Aunque los caleños reclaman las cuevas neandertales de la Cementera, estamos seguros de que, con buena voluntad, se llegará a un acuerdo satisfactorio para las dos partes.

Nuestra provincia, gracias a la nueva cultura progresista de respeto absoluto a las particularidades históricas, culturales, culinarias etc. etc., y a las leyes que la hicieron posible, ha pasado de tener 103 municipios a superar los 200. Qué duda cabe que este renacer localista ha generado la creación de miles de puestos de trabajo, principalmente administrativos. Y no sólo: la erección de las nuevas e imprescindibles Casas Consistoriales ha permitido que el sector de la construcción viva una nueva época dorada.

Y, lo que es más importante, por fin la sociedad española ha entendido que uno de los signos de los tiempos es el respeto absoluto a la voluntad soberana de quienes habitan sobre la antigua piel de toro: tribus sabias que, desgraciadamente, habían sido depredadas en su lengua, en su cultura, en sus tradiciones e incluso en sus recursos naturales por un mal entendido sentido de la modernidad, que no era más que una forma indisimulada de someternos a poderes centralizadores insaciables.

Por fin, una nueva sociedad empoderada, se asoma al porvenir bajo el más escrupuloso respeto de los derechos democráticos a la diversidad, anulados hasta ahora por fuerzas oligárquicas que predican un globalismo opuesto a lo esencial del alma humana, tan alejada de los cálculos económicos que se ocultan tras consignas sinérgicas globalizadoras.

NO BASTA SER IMPORTANTES: HAY QUE SER IMPRESCINDIBLES

Aunque más adelante retomaré este afortunado cambio copernicano de la superioridad de lo diverso frente a la uniformidad, que nos ha convertido en un modelo a imitar por los pueblos más cultos y avanzados del planeta, permítame recordar a los jóvenes lectores de LACALMA, que Andalucía tuvo un partido nacionalista, el Partido Socialista de Andalucía, PSA, dirigido por el santanderino-sevillano Alejandro Rojas-Marcos de la Viesca. Este partido permitía imaginar que Andalucía también tendría un partido nacionalista que representaría los intereses andaluces a semejanza de Convergencia y Unión en Cataluña, liderado por Jordi Pujol. O el histórico partido del País Vasco, el PNV, liderado por el veterano Arzalluz. Todos ellos partidos conservadores, ensimismados en la creencia de pertenecer a una familia política aristocrática, con derechos que nunca estarían al alcance del resto de los plebeyos que desconocen su propia identidad o que, sencillamente, carecen de ella.

Aquel sueño se derrumbó, precisamente porque Rojas Marcos fue incapaz de ver -más allá del mero reconocimiento retórico-, que Andalucía era un pueblo con todos los ingredientes que, no ya igualaban a las mal llamadas nacionalidades históricas, sino que superaban sus reclamadas diferencias con el por fin desaparecido Estado Español. ¿Diferencias a nosotros, andaluces, un pueblo con 3.000 años de historia?.

Sólo los acomplejados ignorantes que no conozcan la grandeza de nuestra historia, nuestra cultura y nuestra lengua (que hoy hablan 600 millones de personas). Sólo quien ignore la cultura que generó el califato andaluz; su influencia en todo el arte islámico desde Marruecos a Isfahán. Sólo quien ignore su inabarcable legado en medicina, agricultura, filosofía o folclore puede negar lo que hoy es una luminosa realidad. Por fin, se ha cumplido el sueño de los fundadores de la patria andaluza: “…hombres de luz que a los hombres, alma de hombres les dimos…”

Así que, iré acabando querido director. No podemos menos que felicitarnos de que los andaluces hayan tomado la bandera de la diversidad que nunca debió arriarse de nuestros mástiles, desde Villaricos hasta Ayamonte, y desde Frigiliana a Despeñaperros. Felicitarnos de que hoy existan ocho Estados Provinciales Independientes, abarcando los dos reinos andaluces y más de dos mil municipios. Alegrarnos de que en las próximas elecciones el 80% de los diputados elegidos serán patriotas que rechazan el intento uniformador que representan partidos más cercanos a la arqueología que al signo de los tiempos, en que cada metro cuadrado de nuestra sagrada tierra puede reclamar, sin que nadie se lo niegue, el derecho universal a la diversidad, en la certeza de que la diversidad también vendrá asociada con la felicidad.

Es cierto que esta nueva organización territorial hará más complicado dar respuesta a las mayores demandas de servicios que respeten la diversidad. Pero qué duda cabe de que con buena voluntad todo se resuelve. Para quienes crean que es difícil hacer compatible el respeto a las peculiaridades locales con la eficacia en la gestión, que se den una vuelta por la antigua barriada de El Palo, en Málaga. Verán cómo la gente – liberada por fin de la tutela malagueña – se siente más segura, más optimista, más esperanzada con el porvenir; y aprenderán que nada hace más feliz a una persona y a un pueblo que ser reconocidos/as en aquello que diferencia a la especie humana de otras especies: el respeto a los valores que permanecen ocultos a quienes carecen de sensibilidad; el respeto a lo que no puede ser explicado y que supera cualquier cálculo materialista, que no es otra cosa que la VOLUNTAD DE SER, frente al deseo de poseer.

 Estoy seguro que esta generación o la venidera podrá ver lo que parecía imposible cuando lo prometió hace 100 años el diputado Natalio Rivas: subirán a La Alpujarra y verán en Pitres un esplendoroso puerto de mar. Porque un pueblo, un barrio, una calle dueños de sus destinos es capaz de realizar todos sus sueños por imposibles que parezcan.

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