Elecciones: la hora del patriotismo

Desde la noche del domingo algunos amigos, de todo el arco político, me han escrito; unos desde la desolación y otros desde la euforia: “¡otra vez Sánchez!” me dicen unos. “¡Hemos parado a quienes querían hacernos retroceder 40 años!”, aseguran otros. Los resultados de las elecciones del 23-J podrían paralizar incluso a un alemán, a un sueco, a un holandés, a un belga…incluso a un gallego, de quienes se dicen que – si están en una escalera- no se sabe si la están bajando o subiendo.

He leído las portadas de seis periódicos nacionales y dos internacionales. Y casi todos coinciden: la única posibilidad de que Pedro Sánchez revalide su gobierno está en Cataluña. Pocas veces en la historia de nuestra reciente democracia siete escaños han sido tan decisivos como los que administra desde Bruselas el expresidente catalán Puigdemont. Pensando sobre esta paradoja de que un fugado de la Justicia española tenga en su mano la formación de un gobierno, me he acordado de una canción de Serrat, ‘Sinceramente tuyo’, en la que utiliza un verso de Machado: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

De acuerdo con los resultados de las elecciones, la mitad de los españoles que han votado pueden caer en el desencanto; la otra mitad, en la euforia. Para los primeros, un gobierno de Sánchez y sus aliados llevaría España a la ruina; para la otra mitad, un gobierno de Feijoo con Vox, retrotraería a nuestro país a un tiempo gris, en que las libertades más esenciales de la democracia se pondrían en cuestión.

Durante la campaña electoral, una de las más polarizadas de la democracia reciente, los únicos que han hablado de PATRIA han sido los vascos y los catalanes que defienden un estado plurinacional (saben que la UE no permitiría otra fórmula, similar a la que mantiene unidos a flamencos y valones en Bélgica).

¿El lector que no me conoce, me tomará por ‘facha’ si apelo al patriotismo constitucional, concepto que popularizó el filósofo alemán Habermas, y según el cual el ciudadano de una nación no se remite a una historia o a un origen étnico común, sino que define su ciudadanía por su adhesión a unos valores comunes de carácter democrático, plasmados en la Constitución, y que todos respetan.?

Si yo fuera Sánchez y Feijóo al mismo tiempo, mañana mismo me sentaría en una mesa con media docena de asesores cada uno, y no me levantaba hasta haberme puesto de acuerdo en los problemas y las soluciones que tiene España. Educación, Sanidad, Pensiones, Relaciones con los gobiernos autonómicos catalán y vasco, destino de los Fondos Europeos, la Deuda del Estado y de las CCAA, Digitalización de las Empresas, Energía, Independencia de los Órganos de Control del Estado, Prioridades de España en las Relaciones Internacionales.

En cuanto a Andalucía, haría los mismo con Juan Manuel Moreno y Juan Espadas: examinaría las causas del atraso andaluz y seguro que, sin piensan en el futuro de Andalucía y no en el suyo propio, encontrarían la forma de ponerse de acuerdo en lo esencial. Porque, señores Moreno y Espadas, el atraso andaluz no es una maldición histórica sino la consecuencia de políticas erróneas que han señalado cien veces los economistas más prestigiosos de nuestra región; y no es el menor la inseguridad jurídica que han provocado los cambios de gobierno y las alianzas de los partidos que han gobernado pensando en los cuatro años siguientes. Andalucía necesita un acuerdo político y presupuestario que alcance cuando menos doce años. De lo contrario seguiremos dónde estamos: a la cola de las regiones europeas.

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